Afganistán 2001-Siria 2015

Víctor de Curre-Lugo | 14 de noviembre de 2015
Francia quiere y debe reaccionar, no hay duda; debe mostrar su dolor y enviar un mensaje contundente, pero no así. Bombardear no sirve ni en lo político, ni en lo militar: eso lo han enseñado muchas guerras.
Hace un par de años, en Kabul (capital de Afganistán), cerca del Centro de Atención de Víctimas de Guerra, encontré a muchos civiles mutilados y su sentimiento generalizado era contra Estados Unidos. Poco o nada se decía del terrible régimen talibán, de sus restricciones a los DD.HH. y su control de la vida cotidiana, especialmente contra las mujeres. La razón/excusa de los ataques de EE.UU. fue el ataque a las Torres Gemelas.
En ese momento, muy pocas voces se atrevían (y de manera muy tímida) a cuestionar las decisiones de Washington. Días después, empezaron a llover explosivos sobre zonas civiles, destruyendo lo que ya estaba destruido, matando civiles, derribando mezquitas. Luego entraron las tropas y dejaron aún menos fértil un país infértil.
Francia hoy emula a EE.UU., bombardeando Siria, aunque ya lo venía haciendo hace dos meses. Y pasará lo mismo: sus bombardeos serán militarmente ineficaces (aunque sirvan para calmar la sed de sangre de la derecha francesa) y la muerte de civiles, en vez de afectar a los radicales, aumentará el apoyo de la población al Estado Islámico.
En 1925 hubo una revuelta siria contra las tropas francesas que se habían quedado allí a controlar esa tierra luego de la Primera Guerra Mundial. Los rebeldes sirios al final perdieron por tres razones: su falta de coordinación, su bajo poderío militar y su falta de claridad sobre los alcances de su agenda. Por lo mismo que hoy, los rebeldes del Ejército Libre Sirio (y de otras fuerzas) no lograron avanzar y cediendo el espacio militar y mediático a sus dos enemigos: el Estado Islámico y el régimen de Bashar al-Asad.
En 2001 esperábamos que el mundo recordara una de las peores masacres después de la Segunda Guerra Mundial: Ruanda, 1994; pero se repetía que lo más grave era el 11 de septiembre, más que Camboya o Indonesia. Ahora arde París, pero casi nadie menciona que en esos mismos días hubo una de las peores matanzas con bombas en los barrios chiíes de Beirut, también causadas por el Estado Islámico. Tampoco trascendió el heroísmo de los kurdos recuperando la ciudad de Sinjar de las manos del Daesh, el hecho de que varios palestinos fueron asesinados en Qalandya y que un número similar al de muertes en París se vive cada día de los últimos meses en Siria.
Después de 2001 y ahora seguimos con víctimas de primera y de segunda clase, seguimos con la idea de que quien explica un ataque lo justifica, seguimos pidiendo medidas de fuerza para hacer política, tal como hicieron los asesinos en París.