ENTREVISTA | De Currea-Lugo: “No veo una voluntad clara del gobierno frente al ELN”

Xiomara Karina Montañez M. | 17 de junio de 2016

En su visita a la capital santandereana, el profesor de la Universidad Nacional de Colombia habló con 15 sobre lo que estaría interrumpiendo el proceso de paz que se adelanta con este grupo querrillero y la importancia de definir una política de seguridad para evitar que, firmados los acuerdos con ambos grupos, se den venganzas y más muertes.

Siempre tengo una excusa para venir a Bucaramanga”, expresa el profesor Víctor de CurreaLugo, integrante del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional de Colombia y profesor de esta institución, quien aprovechó la presentación de su libro “Metiéndole pueblo a la paz” para hacer un recorrido por municipios del sur de Bolívar y de la provincia Sotonorte, conocer la realidad que afrontan las poblaciones campesinas y “empujar” la paz entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En su conversación con 15 comentó que ni el gobierno ni esta guerrilla “nos están haciendo un favor” con este proceso. Como sociedad, aclara, “estamos demandando que ambos se sienten y logren la paz”. Además, se refirió a temas como el secuestro, la falta de una política de seguridad para proteger a los guerrilleros que dejan las armas y el papel de las universidades de las regiones en la construcción de una agenda para trabajar el posconflicto.

¿Cuál es el propósito de este libro?

Es una publicación colectiva donde además de escribir también invité a otros actores que buscan la paz como militares, líderes sociales, campesinos, indígenas, sindicalistas, agrupaciones de mujeres y académicos, entre otros. Lo que buscamos es incentivar la participación de la sociedad civil en este proceso, ya que este es uno de los puntos en el acuerdo presentado por este grupo guerrillero.

¿Qué es lo que tendría dudando al ELN frente a los diálogos con el gobierno Santos? ¿Por qué esa incoherencia entre su accionar y lo que dicen?

Frente a la agenda que se comprometió con el gobierno no veo ninguna expresión de duda del ELN. El deseo y la manifestación que ha hecho es clara. Una de las propuestas que hemos manejado desde la sociedad civil es que desde ya se de el cese de hostilidades. Pero quiero mostrar la otra cara de la moneda. Donde hay dudas es en el gobierno. Me atrevo a decir, y tengo la información para afirmar tal cosa, que hoy está más dividido el gobierno que esta guerrilla. Hay disputas dentro del mismo que son serias, gente que no quiere la paz con este grupo. Hay un sector que está estableciendo paz con las Farc y guerra con el ELN dentro del equipo que acompaña al presidente Juan Manuel Santos. En ese sentido estarían tomando el impulso y el ELN les colabora con la torpeza de los secuestros, con no dar la cara, no manejar mediáticamente una información veraz y oportuna. A los periodistas les queda muy difícil triangular información cuando solo se tiene la información de la presidencia.

Hay otro tema y es el secuestro. Yo lo rechazo, rechazo cualquier afectación a los civiles, pero en el acuerdo que se firmó el 30 de marzo, ¿dónde se habla del secuestro? Aparece en el punto número cinco del acuerdo (viñeta F). Lo que decimos es que ese sea el primer punto para abordar desde la sociedad, pero lo que no se puede aceptar es que se sigan poniendo palos a la rueda por parte del gobierno y se le eche la culpa al ELN. La verdad es que no veo una voluntad clara por parte del gobierno frente a esto. El secuestro es doloroso y condenable, es cierto, pero no era una condición. Si a éste en realidad le importa la sociedad civil que deje de perseguir campesinos como lo ha hecho en el paro. ¿Dónde dice en el documento que la mesa dará inicio hasta que se libere el último de los civiles?. ¿En realidad esto le importa a Santos o es una manifestación política? Que le hablen claro al país y el ELN también. Si firma algo que se comprometa con lo firmado, pero en honor a la verdad, más allá de afectos y desafectos políticos, uno tiene que ser honesto en decir que ese documento no dice claramente que se acaben los secuestros. Creo que lo contrario, abrir la mesa y sentar la ELN, lo podemos hacer desde la sociedad civil y preguntarles dónde están los secuestrados.

Usted dice que cierto sector del gobierno Santos se opone al proceso de paz con el ELN, ¿Cuáles son sus argumentos frente a esto?

Son cuatro. Primero, porque el proceso que se impone con las Farc hoy día, como va, llevaría al desarme y desmovilización de esta guerrilla. La lógica permitiría acabar con las Farc en términos militares. Segundo, si se mantiene la guerra con el ELN, se mantiene la doctrina militar, con lo cual toda reforma a las Fuerzas Armadas se diluye. Tercero, al mantener al ELN se justifica el gasto militar y las prebendas que vienen de los Estados Unidos. Cuarto, se le puede ‘mamar gallo’ a las zonas donde están las Farc y el ELN. Entonces, la implementación de lo acordado con las Farc en Catatumbo, Arauca, sur de Bolívar, Chocó y Nariño se diluye porque allí está el ELN y no se puede. Es un ‘papayazo’ perfecto para desarmar a las Farc, a la vez fallarle a la implementación y a la vez mantener la doctrina militar.

Usted habla de la importancia que tiene la participación de la sociedad civil en este proceso, pero no se puede desconocer que persiste el pesimismo de la misma no solo frente al proceso con las Farc sino con el ELN y, sin querer generalizar, en Colombia se les rechaza. Entonces, ¿cómo motivar al pueblo colombiano a que crea en esta causa?

¿Cuál es el pueblo colombiano? ¿El de la 93 con Caracas en Bogotá? ¿O el pueblo colombiano del Facebook o el de los tuiteros falsos del uribismo? ¿O el de los palmeros? Puede ser que no nos guste o nos parezca, mejor dicho, lo que uno quiera, pero hay gente en Catatumbo, Arauca y Barrancabermeja que quiere a estas guerrillas. Hay que decir cuál es el pueblo, porque esa generalización que se pregona no me la trago fácil. La segunda cosa es que así no los queramos, necesitamos una mesa con el ELN por una razón clara: el gobierno fue incapaz de acabar militarmente con la guerrilla y ésta fue incapaz de acabar militarmente con el gobierno. Ese empate negativo, el cual no significa que son iguales, nos obliga a hacer la paz o a seguirnos matando por cincuenta años más. No es un problema de legitimidad. Acompaño el proceso con el ELN y peleo porque ellos se sienten, y porque creo que hay que empujarlo. No porque el ELN me caiga bien o me caigan mal. Ese no es el debate. Finalmente, el problema no es simplemente decir, “es que la sociedad civil no quiere al ELN”. Esta sociedad tampoco quiere al gobierno, no está contenta con que maten campesinos, con Agro Ingreso Seguro, ni con los ‘falsos positivos’ judiciales. Pero a pesar de que este es un gobierno que vendió Isagén, que le mandó a los campesinos el Ejército, que en Bogotá quiere vender la ETB, que es un gobierno mentiroso y tramposo, debo darle un mínimo de credibilidad para avanzar en la paz con el ELN. Es decir, no puedo apoyar un equipo de fútbol y no tener un mínimo de credibilidad de que va a ganar.

Se habla todo el tiempo de que la paz debe construirse desde las regiones, pero a éstas se les estigmatiza, como ocurre con el Catatumbo, y se les califica como auxiliadoras de grupos armados al margen de la ley. ¿Cuál es el papel de la sociedad civil de estas zonas frente a los procesos de transformación que se viven en la actualidad y en especial el de la paz?

¿Nos parece poco que nos den la papa y la yuca? Le decía en una charla a los estudiantes de la UIS: ¿ustedes conocen cuál es la historia que está detrás de un vaso de leche? ¿Acaso no saben que ese vaso de leche que se toman no aparece en una bolsa ni aparece en el supermercado como por arte de magia? Hay una historia verraca detrás de todo esto – perdón que se me salió mi papá santandereano (risas)- Hace poco estuve discutiendo con el viceministro del Interior (Guillermo Rivera) y le decía que leía la lista de lo que piden los campesinos del paro agrario y que era una injusticia, porque piden muy poquito. Se la ponen fácil al gobierno. Si eso no es un aporte a la paz entonces qué es. Es que la paz no se hace solo con las Farc, ni con el ELN, la paz se hace con la sociedad civil. El problema es que lo importante muchas veces es si Yepes hizo gol o si nos robaron la corona de Miss Universo.

¿Cuál es la responsabilidad del gobierno frente al abandono de estas zonas y a qué se le debería apostar para recuperarlas?

Hace dos años invité a la Universidad Nacional de Colombia a un grupo de campesinos para que hablaran sobre la paz con el ELN. Tenían que hablar 30 minutos, de los cuales hablaron 29 sobre educación, vías, desarrollo, salud. Cuando les abrí los ojos y les dije que les quedaba un minuto para hablar de la paz con esta guerrilla, dijeron: “Ah sí, la paz con el ELN es muy importante”. Me di cuenta que el equivocado era yo. Cuando usted habla con un campesino de paz, él no le habla de desarme. Está hablando de salud, educación, vías… No necesita que le manden el Ejército. Para muchos de ellos la paz es que un campesino pueda mandar a su hija a la escuela y ella pueda tener un uniforme, un transporte, una escuela en buen estado, libros y profesores. Eso es paz. Si usted no tiene cómo sacar los productos que cultiva al mercado, pues siembra coca porque la gente tiene que sobrevivir. El gobierno entiende eso cuando se sienta y habla sobre el punto de cultivos ilícitos con las Farc en La Habana, Cuba. Si somos coherentes con eso, se tienen dos opciones: se hacen carreteras o se hacen batallones.

A raíz del secuestro de Salud Hernández Mora, usted comentó en su columna del 25 de mayo en El Espectador que: “Si el país que se conmueve por una posible injusticia contra ella, también lo haría contra periodistas anónimos, colombianos y de prensa de izquierda. Si no, no estamos ante un reclamo de justicia sino frente a un puro oportunismo político”. Esto me lleva a preguntarle, ¿es la sociedad colombiana oportunista a favor o en contra de la paz?

Imaginemos que la secuestrada no es Salud Hernández sino Xiomara Montañez, que no tiene pasaporte español sino colombiano. Supongamos que Xiomara no es de extrema derecha, sino que es una mujer sensible a los problemas del pueblo y que por eso ese dice que es de izquierda. Además, Xiomara Montañez no escribe en El Tiempo sino en Periódico 15. ¿Nos hubiéramos movido de la misma manera exigiendo la libertad de Xiomara? Cuando hagamos eso me van a decir que esa es una causa por los Derechos Humanos y yo estoy ahí. Me moví a favor de Salud Hernández y no saben cuánto. Los pocos amigos mutuos que tenemos lo saben. El problema es que cuando le pase algo a Xiomara yo esté dispuesto a hacerlo, pero si solo me preocupa que sea española, de derecha y porque trabaja en El Tiempo, eso se llama oportunismo político.

Cuéntenos cuál fue el motivo de reunión con los campesinos de la zona de Berlín, Santander, una de las más afectadas por la delimitación del páramo de Santurbán.

Hay que entender que existen lógicas locales que repercuten en las lógicas nacionales. La política medioambiental en Colombia se hace con las patas, se hace al servicio de las trasnacionales y no responde a las preguntas de los campesinos. A un problema social en nuestro país siempre se le responde con el Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía Nacional) y estamos muy equivocados. Lo que uno ve cuando llega a esas zonas es un país descuadernado. Es importante conocer lo que ocurre en estas y otras zonas del país.

En una entrevista que le concedió Eliécer Erlinto Chamorro, alias ‘Antonio García’, miembro de la delegación de paz de este grupo guerrillero, le dijo que no son victimarios. Sin embargo, se comprometieron a reconocer a las víctimas (punto cuatro del acuerdo). ¿Cómo se debe avanzar en este punto? Lo cierto es que sí existen víctimas dejadas por este grupo.

Creo que hay personas del ELN que han sido victimarias, porque la responsabilidad penal es individual. Segundo, como institución (no digo institución porque esté registrada en la Cámara de Comercio, no me mal interpreten por favor) sino como sujeto político y así tiene que darle la cara al país, el ELN tiene que responder por las víctimas que ha producido, consciente o inconscientemente, como en el caso de Machuca. Lo que ‘Antonio García’ trataba de decir en la entrevista es que no hay una vocación dentro de la organización de hacer daño por hacerlo, hay una agenda política. Eso hay que entenderlo incluso en otras organizaciones. No porque las Fuerzas Armadas utilicen tácticas de guerrilla, eso las convierte en una guerrilla.

Llama la atención el contrapeso que le hacen al proceso de paz personajes como el senador Álvaro Uribe Vélez y el procurador general, Alejandro Ordóñez Maldonado. Frente a esto, ¿qué le espera a las Farc firmados los acuerdos, y por ende, qué podría esperar al ELN si llega a lo mismo?

Si salen los guerrilleros a la vida civil y los empiezan a matar como pasó con Guadalupe Salcedo o Carlos Pizarro, es muy jodido hablar de paz. Uno no puede llamar a ningún guerrillero, en ninguna parte del mundo, después de la guerra que ha librado y decirle “venga que no es pa’ eso”. Esto no se trata de escoltas con carros, ni de chalecos antibalas, sino de una política de estado de seguridad. ¿Cómo garantizamos que los que venimos hablando de paz no nos van a meter un tiro? Si nos matan, es muy verraco que la violencia del otro lado no se escude en eso para seguir combatiendo.

Vemos la participación de universidades muy importantes del país en la construcción de una agenda para la paz y posconflicto, pero son instituciones que actúan desde Bogotá, particularmente. Poco se ve la participación de las universidades de las regiones, que es donde en realidad se ha vivido el conflicto. ¿Cuál es el papel de esta instituciones frente al proceso social que se adelanta en el país?

No hay que hacerle juego al Estado. La academia tiene que ir a los territorios, porque solo leyendo en internet y desde Bogotá no es lo mismo. El gobierno debe reconocer a las universidades de la región. Las de aquí tienen cosas que decir tan importantes como la Universidad Nacional o la Distrital de Bogotá. Hay que defender un escenario de paz posible dentro de las universidades. La universidad tiene que mirar el país. No podemos seguir haciendo investigaciones, escribiendo libros que no son para la gente o para enseñar sobre la paz mutuamente. Si no les gusta eso, pues entonces no llame academia a lo que no es.