Irán, átomos y diplomacia

Víctor de Currea-Lugo | 18 de julio de 2015

Las enseñanzas del acuerdo logrado son muchas: sí es posible el triunfo de la diplomacia internacional y frenar la acción militar como forma de resolver los conflictos. Hace 60 años Irán empezó su programa nuclear, pero eran otros tiempos. El mundo estaba dividido entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en Irán gobernaba el sha Reza Pahlevi, que era aliado de EE.UU., y los ayatolá no hacían parte del poder político. En 1957 Irán firmó un acuerdo de cooperación nuclear con Estados Unidos, en el marco del programa “Átomos para la Paz”.

En ese entonces la oposición iraní era combatida con la prisión, el exilio y la muerte. Así dan fe las cárceles convertidas en museos en Teherán. El sha miraba a Europa, entre cortinas inglesas y cubiertos italianos, sin ayudar a su pueblo. En la década de los 70, Alemania y Francia firmaron contratos para el suministro de reactores a Irán.

En 1979 triunfó la revolución encabezada por el ayatolá Jomeini, aunque participaron otras fuerzas políticas, como los comunistas y sectores nacionalistas. Ese mismo año se suspendieron los programas de energía nuclear por considerarlos contrarios a la fe islámica.

En 2002 se supo que desde hacía varios años Irán había retomado la producción de energía nuclear. El gobierno de Teherán argumentó que no era con fines militares y se ha defendido citando el Tratado de No Proliferación, que Irán ratificó en 1970. Este tratado reconoce, en su artículo 4, el “derecho inalienable” de los países firmantes a producir energía nuclear “con fines pacíficos”.

Irán no era en 2002 la de los años 1950. A raíz de su revolución había roto con Estados Unidos, se había distanciado de Europa y el vínculo con Israel había desaparecido del todo. Irán no reconoce a Israel como Estado y lo define como “el pequeño Satán”, o más comúnmente como “la Entidad Sionista”. Su ruptura es consecuencia, entre otras cosas, de la política intervencionista de Israel en Líbano y de la ocupación de Palestina.

En los años 1950 Israel vio con beneplácito el programa iraní porque el Gobierno de ese entonces era uno de sus aliados en la región, pero en estos últimos 13 años Israel ha sido el principal contradictor internacional de Irán, ha azuzado a la comunidad internacional a una acción militar y ha insistido, desde 2002, que en cosa de meses “Irán tendrá la bomba atómica”. Al tiempo que toda su maquinaria publicitaria ha estado en esa campaña, niega cualquier intento de discusión sobre otra realidad: Israel sí tiene armas nucleares.

Según Mordejái Vanunu, extécnico nuclear israelí, Israel tendría a mediados de los años 1980 por lo menos cien ojivas nucleares. Pero Richard Falk, relator especial de las Naciones Unidas para los Territorios Ocupados de Palestina, aseguró que “es Israel, y no Irán, el que debe estar sujeto a sanciones”.

En 2006 el Consejo de Seguridad tomó cartas en el asunto iraní, debido a la presión de varios estados. En estos nueve años las noticias y los informes sobre la carrera nuclear iraní han tenido más de conjeturas que de datos fidedignos, igualando todo programa nuclear a un programa militar.

Mahmud Ahmadineyad, quien fuera presidente de Irán entre 2005 y 2013, se caracterizó por una actitud de confrontación con la comunidad internacional, lo que no favoreció algún tipo de negociación. Si bien las inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no han sido 100% satisfactorias, tampoco hay pruebas de lo proclamado por Israel. Incluso, en 2014, un general israelí afirmó que Irán no tenía armamento nuclear.

Las sospechas fueron razón y pretexto para una serie de medidas económicas contra Irán, desde 2006, apoyadas por el Consejo de Seguridad. Esas medidas incluyeron bienes susceptibles de ser usados en la producción nuclear, congelamientos de fondos financieros y limitaciones para el comercio de productos iraníes. Pero estas medidas no afectaron la decisión iraní de continuar enriqueciendo uranio en las miles de centrifugadoras de las que dispone. La ambigüedad iraní alimentaba tanto a sus defensores como a sus detractores. En 2003 Irak fue acusado de tener armas de destrucción masiva para justificar su invasión por parte de Estados Unidos y sus aliados, mientras Corea, que sí tiene capacidad militar nuclear, no ha sido víctima de un ataque directo. La moraleja parece ser: es mejor tener armas que no tenerlas.

Muchas voces autorizadas han puesto en duda que Irán estuviera desarrollando un programa nuclear militar. Nikolái Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, dijo: “Llevamos muchos años escuchando que los iraníes tendrán la bomba atómica prácticamente la semana que viene. El componente militar del programa iraní, sin embargo, no ha sido demostrado por nadie”.

La llegada de Barack Obama a la Presidencia de Estados Unidos, así como el triunfo electoral en Irán de Hassan Rouhaní en 2013, abrieron una nueva esperanza. Aunque el líder supremo iraní sigue siendo el mismo, el ayatolá Alí Jamenei, el tono dialogante de Rouhaní se impuso.

Efectivamente se abrió un espacio a la negociación, no sólo basado en el derecho internacional sino en la geopolítica. Esto explica por qué en la mesa hay una potencia que no es miembro permanente del Consejo de Seguridad: Alemania, coalición que por esto se conoce como 5+1. Israel prosiguió en su campaña de sumar aliados para una acción militar. Algunos de los físicos nucleares iraníes fueron asesinados en actos terroristas que muchas fuentes relacionan con el Mossad (el servicio de inteligencia israelí).

En noviembre de 2013 Irán y el grupo 5+1 lograron un primer avance en las negociaciones, estableciendo un acuerdo preliminar y creando confianza entre las partes. La negociación fue dura para ambas partes, pero era claro que ninguno podría imponerle al otro la totalidad de la agenda. Finalmente, hace pocos días, se logró un acuerdo que obliga a Irán a reducir dos tercios de sus centrifugadoras, eliminar la mayoría del uranio enriquecido y ratificar el acceso de la OIEA a sus instalaciones. Por su parte, la comunidad internacional irá desmontando progresivamente las medidas que ha tomado en contra de Irán y de su economía.

Más que lo que dice el texto, lo importante es el gesto de justicia con Irán al no someterlo como pedían sus enemigos. La noticia no sólo es buena para la región y la población iraní, que ha sufrido el impacto del embargo, sino para el mundo en general; aunque es mala para dos enemigos de Irán en la región: Israel y Arabia Saudita. Irán no tiene tradición expansionista ni ha atacado, en siglos, a algún otro país; pero es, hoy por hoy, la primera línea de combate contra el Estado Islámico.

Las enseñanzas del acuerdo logrado son muchas: sí es posible un triunfo de la diplomacia internacional y frenar la acción militar como forma de resolver los conflictos. En términos de negociación es mejor tener paciencia: el acuerdo tomó más tiempo del acordado, pero dio sus frutos y triunfaron la diplomacia y la razón, a pesar de los llamados a la guerra. Además, no se repitió la mentira que se usó contra Irak, la existencia de armas de destrucción masiva, para justificar una acción contra Irán.El siguiente paso debería ser que Israel permita la observación internacional de sus bases militares, pero el lobby judío y Estados Unidos se encargarán de que no sea así.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/iran-atomos-y-diplomacia-articulo-573624