Palestina y la paz de los sionistas

Víctor de Currea-Lugo | 4 de mayo de 2014

Por qué las nuevas gestiones y acercamientos de paz entre Israel y Palestina están haciendo agua. Otra vez. Mitos y hechos alrededor de un conflicto que a todos nos afecta y no parece tener fin.

Los mitos del sionismo

Como dijo la Asamblea General de la Naciones Unidas en 1975 “el sionismo es una forma de racismo (…) incompatible por definición con los derechos humanos”. Hoy, el sueño sionista se alimenta, entre otras cosas, del mito de ser “el pueblo elegido” y por tanto superior al resto de la humanidad; de que la histórica Palestina es su “tierra prometida” por Jehová; de que cuando se inventaron el Estado de Israel en 1948 no había habitantes en dicho territorio; de que los palestinos son un invento árabe de reciente creación y de que el mundo los persigue y busca un segundo Holocausto.

Siempre que participo de un foro o seminario sobre Palestina debo empezar por el desmonte de una serie de mitos que rodean el conflicto con Israel: que no es un conflicto milenario, que lo religioso es solo uno de los componentes, que no son territorios en disputa sino una ocupación militar ilegal (como lo dicen cientos de resoluciones de Naciones Unidas), y que el antisionismo y el antisemitismo no son iguales sino paradójicamente nociones opuestas.

La agenda del conflicto es más clara de lo que parece: una ocupación militar de Israel en Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este, que a su vez se junta con cuatro elementos en debate: (1) el derecho al retorno de los palestinos expulsados en la guerra de 1948, derecho reconocido por la ONU; (2) el estatuto jurídico de Jerusalén, ciudad con estatuto internacional que no es la capital de Israel; (3) los asentamientos que construye Israel en Palestina, todos ilegales según la Corte Internacional de Justicia; y (4) la fronteras entre Palestina e Israel, pues este último país no tiene fronteras con Palestina sino una línea de armisticio.

Los Acuerdos de Oslo, el más famoso acuerdo de paz en este conflicto, pueden resumirse en: la legitimación de una serie de medidas de control israelí, la división del territorio palestino ocupado en nuevas áreas (A, B y C), y la congelación de los debates centrales del conflicto al tiempo que se continuó con la política de hechos cumplidos, tales como la duplicación del número de asentamientos en Cisjordania y el establecimiento de controles militares de carácter permanente.

Oslo se configura como un perverso reemplazo de las resoluciones de las Naciones Unidas: un reemplazo del derecho por la política, de los principios por los intereses. El derecho es desvirtuado (como las resoluciones de las Naciones Unidas), negado (como la aplicación de los Convenios de Ginebra), o desestimado (como el caso de la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia). La muerte de Oslo se evidencia en la segunda Intifada, en el lado palestino, y en la elección de Sharon, en el lado israelí.

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Colección de explosivos caídos, exhibidos,
hospital de Gaza Palestina 2008
Foto: Víctor de Currea-Lugo

La paz de la década pasada

En 2000 estalló la Segunda Intifada, fruto de la sistemática violencia israelí y del desencanto por el incumplimiento de los Acuerdos de Oslo, firmados más de media década antes. En 2003 se lanzó la “Hoja de Ruta para la Paz” y los grupos armados palestinos firmaron una tregua. Esa Hoja de Ruta no incluía comentario alguno sobre derechos humanos, tal como lo denunció en su momento Amnistía Internacional.

A la Hoja de Ruta Israel presentó 14 objeciones a pesar de estar bastante ajustada a los intereses israelíes. La Hoja de Ruta en su fase I no llama a poner fin a la ocupación, como lo demandan las resoluciones de las Naciones Unidas, sino a “acabar con el terror y la violencia, normalizar la vida palestina y construir instituciones palestinas”.

Durante esa tregua Israel renovó la campaña de “asesinatos selectivos”, mientras las condiciones de vida de los israelíes mejoraron sensiblemente durante la tregua sin que hubiera mejora alguna en el lado palestino. Eso lo constaté trabajando en los territorios ocupados.

En 2004 hubo una situación similar: durante buena parte del año los grupos armados palestinos realizaron pocas acciones militares en Cisjordania. Luego de esta fecha, en la que se cometió una acción armada palestina, la prensa internacional habló del fin de la relativa paz. Nada se decía de los 400 palestinos asesinados hasta ese momento. Entre marzo y septiembre, más de 73 niños fueron asesinados. De los 71 muertos en los llamados “asesinatos selectivos”, 23 no eran miembros de ningún grupo armado palestino.

Antes de 2004, la única persona capaz de unificar a todos los grupos armados de la resistencia y declarar la tregua en varias ocasiones fue Arafat. Su reconocimiento en las calles palestinas era innegable. Luego de su muerte, en 2004, Israel continuó con la misma política contraria a la paz.

La excusa era la misma de hoy: hay unos palestinos “malos”, los del Grupo de Resistencia Islámica Hamas, y unos menos malos, los de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP. Y esto lo refrendan con una mentirosa idea de que Hamas es Gaza y la OLP es Cisjordania, tratando de dividir a los palestinos.

Israel y los Estados Unidos hicieron un llamado peligroso: la nueva Autoridad Palestina, como condición para ser reconocida, tenía que enfrentarse militarmente a Hamas, cuyo liderazgo en Gaza y crecimiento en Cisjordania son indiscutibles. Tal enfrentamiento, que hoy más que nunca es un suicidio político, fue exigido por Israel con pocas horas de diferencia de la posesión del nuevo presidente palestino (2005). De no enfrentar a Hamas, Estados Unidos e Israel dirán que se trata de “una nueva dirigencia terrorista”.

Las propuestas de paz de la década pasada no se acompañaron de ningún congelamiento en el crecimiento de los ilegales asentamientos israelíes en territorio palestino, de mejoría alguna en la economía de los territorios ocupados, ni de respeto a los derechos humanos. George Bush afirmó que “en Cisjordania hay zonas que formarán parte del Estado de Israel, incluidos ciudades, pueblos y aldeas, zonas de seguridad e instalaciones, y otros lugares de especial interés para Israel”.

La paz de los últimos años

A pesar del inmenso esfuerzo de los palestinos por mostrar una sola voz, el muro sigue siendo construido ante el silencio cómplice de la llamada “comunidad internacional”. En mayo de 2011, viví la alegría de los palestinos en los campamentos de refugiados en Jordania. La escena era muy similar a la que se vive hoy: los palestinos de los sectores políticos de la OLP y de Hamas firmaron acuerdos de acercamiento.

La respuesta de Israel fue igual que hoy: si la OLP incluye a Hamas en sus estructuras de gobierno, entonces se le acusará de complicidad con “los terroristas”. Nada se dice del muro, de los asentamientos, de las torturas, de los controles militares a lo largo y ancho de los territorios ocupados, de las miles de personas palestinas detenidas ilegalmente en cárceles de Israel, ni de las miles de casas palestinas demolidas por órdenes israelíes.

Palestina buscó en 2011 el reconocimiento como Estado pero fue negado por el Consejo de Seguridad bajo la imposición de Obama, el mismo que siendo candidato dijo en Jerusalén que esta ciudad sería “la capital indivisible de Israel” (vale resaltar que la capital de Israel es Tel Aviv aunque pretende apropiarse de Jerusalén).

Un año después Palestina consiguió el estatuto de “Estado Observador” en la Asamblea General, sin el apoyo de países como Colombia. Esto le permitió ingresar a la UNESCO, pero una vez más Israel y Estados Unidos buscaron camorra: cortaron su apoyo financiero a la UNESCO por haber admitido a los palestinos.

Hoy, Palestina intenta hacer parte de varios tratados internacionales; esa decisión que obligaría al Estado palestino a tener más compromiso con el derecho internacional, es presentada por Israel como una “amenaza a la paz”.

Como en 2011, los palestinos se acercan entre ellos. Su causa común es poner fin a la ocupación. No niegan sus diferencias sobre el modelo de Estado que sueñan construir, pero eso no debe ser una excusa para obstaculizar la paz, sino un legítimo ejercicio del derecho a la libre determinación.

Casi todos los procesos de paz entre Palestina e Israel han tenido la misma lógica: evadir los derechos humanos, priorizar unas tareas para el ocupado, el pueblo palestino, y dilatar o relativizar unas modestas tareas para el ocupante, Israel.

¿Por qué no habrá paz?

Es cierto que Obama ha dicho que los asentamientos son ilegales, y Kerry que el futuro de Israel sin negociación puede llevarlo a ser un Estado Apartheid, pero ni eso ha detenido los asentamientos y la categoría jurídica de Apartheid es aplicable en el conflicto palestino desde hace muchos años. Las declaraciones de los líderes internacionales generan esperanza en los neófitos e ingenuos, pero solo bostezos entre los palestinos.

La estrategia israelí es clara: negociaciones dilatadas, agendas que no tocan los puntos esenciales (ocupación, refugiados, asentamientos, fronteras y Jerusalén), amenazas a los palestinos si se juntan, y acciones militares contra la población civil ocupada. Todo esto condimentado con un alto discurso de victimización, de recuerdo permanente del Holocausto, de presentar toda acción anti-sionista como anti-semita.

Así, Palestina para ser Estado tiene que pasar las pruebas que demanda el ocupante, y éste, Israel, viola sistemáticamente el derecho internacional sin estar sujeto a ningún tipo de control por parte de la comunidad internacional; todo esto sazonado con la errónea idea de que son dos sociedades enfrentadas en igualdad de condiciones por unos territorios en “disputa”.

Mientras pasa el tiempo, Israel sigue con su política de hechos consumados. Alargar el conflicto, demorar una solución, eternizar el debate, es ayudar a Israel. Como dice el profesor israelí y activista Illan Pappé, “es imposible encontrar vías de paz diferentes a las del pasado mientras se mantenga la actual estructura de poder en Israel”.

Publicado originalmente en Razón Pública: https://razonpublica.com/index.php/internacional-temas-32/7591-palestina-y-la-paz-de-los-sionistas.html