Reflexiones sobre el cese bilateral

Víctor de Currea-Lugo  27 de septiembre de 2017

A pocos días de empezar el cese al fuego bilateral gobierno–ELN, se sabe poco: la Mesa en Quito trabaja muy fuerte para definir los protocolos, la ONU está ayudando, la Iglesia expectante de su papel, la sociedad movilizada a favor de la paz tratando de contribuir y una buena parte del país de espalda a esa valiosa realidad. Pero no hay una fórmula mágica para hacer un cese al fuego. Aquí, en medio de la poca información disponible, algunas consideraciones.

El diseño y las partes

Uno de los problemas centrales en la formulación de un cese al fuego es pasar del titular al contenido, de la ideología a la cosa técnica y ahí en los detalles, es donde está el diablo. La regla de oro es que no puede haber espacio para las ambigüedades. Por básico que parezca es fundamental tener un glosario, máxime en este proceso donde cada palabra pesa y en una sociedad donde todo se vuelve “semántico”.

El ELN tiene una oportunidad histórica porque el país está pendiente de él, de demostrar su unidad política y la fortaleza de su cadena de mando. Y las Fuerzas Armadas de mostrar si han entendido, de verdad, los beneficios que ya ha traído el proceso con las FARC. Es claro que el cese es de acciones ofensivas, pues difícilmente podría firmarse (y menos en este momento del proceso) un cese también a las acciones militares de carácter defensivo. Uno de los problemas centrales es qué hacer con los actores armados que no hacen parte del cese al fuego.

Es conocida la presencia de grupos paramilitares en diferentes regiones donde hace presencia el ELN y, por tanto, la posibilidad que boicoteen la implementación o, peor aún, que las partes usen la presencia paramilitar como razón o excusa e ir más allá de su acción defensiva. El Clan del Golfo si tuviera una visión política audaz debería sumarse al cese y podría ser esta, precisamente, su puerta de entrada para un proceso de sometimiento a la justicia.

El detalle debe estar en los mandatos, la geografía, los tiempos, lo prohibido y lo permitido. En un país leguleyo, dejar cualquier cosa suelta “a la interpretación” es dejar la puerta abierta a los enemigos de la paz. ¿Verificación o monitoreo? ¿Manejo de la información confidencial? ¿Medidas más allá del ámbito militar?

Acompañantes

Es necesario contar con un mandato explícito de las obligaciones que se piden a las Naciones Unidas, a la Iglesia y a la sociedad civil. Yo echo de menos que no se haya contado con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), organización con una neutralidad probada y con mucha capacidad operativa en el país

Es importante que la experiencia ganada por la misión de la ONU que acompaña a las FARC se tenga en cuenta para el caso del ELN, no para copiar exactamente todo sino para tener en cuenta las lecciones aprendidas. Pero esta misión (pensada en clave FARC) debe ir acompañada de las agencias de Naciones Unidas. Como el caso de Acnur, el PNUD y la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, que conocen el territorio y que tienen buenos vínculos con la sociedad.

Sobre la sociedad civil hay que tener en cuenta los riesgos a la seguridad a los que se exponen y que habría que evaluar. Debido al alto componente técnico de una verificación, sería recomendable que la sociedad solamente haga acompañamiento apoyando con acciones de monitoreo.

Es necesario que quede claro que las comunidades que hagan parte de estos mecanismos no sean judicializadas o no sean estigmatizadas; recordemos el caso del Sur del Bolívar donde realizar marchas se convirtió en “delito”.

La ONU, la sociedad y la Iglesia ¿tendrán capacidad solamente de informar o tendrán la capacidad de “reprender” frente a las violaciones o incidentes que sucedan? ¿Cuáles serían las medidas de reparación en caso de la presentación de incidentes? este es un cese que necesita y depende de su legitimidad para poder ser prorrogado en 2018. Es importante así mismo que los verificadores, en este caso la Iglesia y Naciones Unidas, tengan acceso sin áreas vedadas ni los batallones ni las zonas guerrilleras deberían estar vedadas para la presencia de los verificadores.

Más allá de los combates

El cese al fuego no solamente es una ventana que se abre para dejar de matarse entre los guerreros o para dejar de afectar a la población civil. Es una ventana para avanzar en el proceso de paz y eso implica necesariamente una agilidad política que las partes a veces parece que no tuvieran.

Yo esperaría por ejemplo que el ELN, de manera unilateral, empezara ejercicios de desminados, para legitimar su voluntad de paz, pero igualmente que el gobierno hiciera, por ejemplo, excarcelaciones por razones humanitarias de manera unilateral para demostrarle al ELN que también tiene esa voluntad.

Habría que dividir varios tipos de acciones que acompañen el cese al fuego. Valdría la pena medir es si hay o no una disminución del confinamiento del paso de medicamentos, del paso de alimentos por parte de la población civil, si hay un retorno de los desplazados como parte del alivio humanitario, si hay acceso a programas humanitarios de salud. Eso, entre otras cosas, esperan en Chocó. Al disminuir la guerra debería de abrirse una ventana de participación para que las comunidades sin el estigma y sin la persecución puedan organizarse: eso pasa, por ejemplo, en el sur de Bolívar.

Una propuesta por parte de la sociedad es que se haga un traslado de responsables militares y de policías allí donde se produzcan asesinatos de líderes sociales, y que el Estado tiene responsabilidad por omisión.

Hay ya propuestas de desminado humanitario sobre la mesa, como la de Samaniego y alrededores; esa es una propuesta concreta, práctica, con experiencia, probada, en una zona donde hace presencia el ELN. Por tanto, recogiendo la voluntad de las comunidades y del gobernador de Nariño, sería excelente contar con esa región como plan piloto para desminado y mostrar que el cese si es capaz de ir facilitando espacio para construcción de paz.

Hasta donde hay información, la Fiscalía no va a levantar las órdenes de captura contra líderes del ELN, pero es necesario que el gobierno sea claro en que no va a entrar a las zonas del ELN a capturar a sus comandantes.

Es necesario que las partes reconozcan los códigos locales: hay resguardos, comunidades indígenas, campesinas, que han desarrollado manuales de convivencia, pactos de vida y normas para la gestión interna. El cese no puede ser una excusa para vulnerar esas normas.

Riesgo de incidentes

Es necesario que el país entienda que, desafortunadamente, van a ver incidentes, que decidir disminuir el impacto sobre la población civil no significa, de manera automática, erradicar los crímenes; en eso hay que ser realistas y hace parte de las tareas de pedagogías pendientes.

Es necesario contar con mecanismos de comunicación y enlace entre las partes en el terreno, ya sean entre ellas, o a través de los mecanismos de verificación. Y que se maneje una cadena de información local, regional y nacional que se respete.

Uno de los grandes retos que tienen los verificadores es dar cuenta que esas líneas, esas regiones fronterizas, esas líneas invisibles donde no harán presencia ni el Ejército ni el ELN no sean llenadas por grupos paramilitares.

Uno de los problemas que enfrentaremos, sin duda, es el uso de brazaletes falsos por parte de enemigos de la paz. Es fundamental que exista un chequeo y doble-chequeo de la información de tal manera que se eviten escalamientos por culpa de terceros actores que no hacen parte del cese pactado.

La disminución de la guerra va a dejar “ver” otras violencias, que parecieran ocultas por la dinámica del conflicto se requiere que los órganos judiciales tengan la capacidad para responder, no para que eso se convierta en un Caballo de Troya y adentrarse en las zonas del ELN, sino para dar una respuesta judicial oportuna a esas otras violencias.

Es importante no solamente reportar las infracciones sino establecer un mecanismo sobre cuál va a ser el seguimiento que se le hagan a los incidentes y violaciones de este cese al fuego.

Informacion: para dentro y para afuera

El manejo de la información es central, en dos niveles: dentro de los mecanismos de acompañamiento y frente a la opinión pública.  Eso implica dejar explícito qué es confidencial y qué es público (incluyendo coordenadas). El monitoreo y la evaluación de incidentes no se puede hacer por Twitter. Pero esos recursos, bien usados, sí sirven para que las comunidades en tiempo real alimenten una toma de decisiones lo más ajustada a la realidad e informada posible. Los sistemas de alerta temprana que han sido toda una experiencia desde la Defensoría del Pueblo, deberían de poner toda esa experiencia al servicio del cese.

Es necesario que el mecanismo informe, con cierta frecuencia, al país y a las regiones sobre los avances del cese, haciendo énfasis en los logros positivos en términos de disminución de vidas humanas, de regreso de desplazados en los procesos de desminado, de tal manera que se legitime desde ahí el proceso de paz en Quito.

El cese no solamente hay que protegerlo de los spoilers que puede haber dentro de las partes, no solamente de los terceros armados, también hay que protegerlo de los enemigos de la paz desarmados que continuamente van a aprovechar cualquier incidente para deslegitimar la mesa de Quito.

Es imperativo prohibir la guerra mediática. Urge una estrategia para los medios de comunicación. Ya se firmó un acuerdo, en Quito, entre el gobierno y el ELN, para crear una comisión de pedagogía y comunicación, este es el momento de activarlo para que responda a una pregunta: ¿cómo se va a manejar la información pública en el marco del cese?

Es necesario prohibir por completo las versiones libres en los medios de comunicación por parte de mandos medios. Es usual que un sargento o un capitán dé información de prensa sin que sea controlado por sus superiores, eso no debe permitirse más. Salvo las voces autorizadas nadie más podría dar información oficial sobre los incidentes que se pudieran presentar.

¿Y la prórroga?

Hay que establecer unos mecanismos de cómo se van hacer correcciones y ajustes al texto del cese al fuego, de tal manera que puedan irse revisando y actualizándose. La pregunta central es: ¿qué escenario queremos en enero de 2018 para prorrogar, expandir el cese al fuego y avanzar en la construcción de paz?

Es importante que las partes entiendan que el fin último de esta negociación no es el cese sino que este es parte de un proceso que va mucho más allá. El cese es indispensable, pero sería incompleto si no se sirve para desatar la participación política y la participación política no puede desatarse si no hay unas garantías de seguridad para quienes participan.

Una tensión final a mencionar: la naturaleza del cese. Mientras para algunos hace parte del punto 5F en términos de “dinámicas humanitarias”, para otros hace parte del punto 5G “la tregua de final del conflicto”. Pero no se nos puede olvidar que faltan tres puntos. La participación y los otros debates no son “trámites” para saltar al fin del conflicto, sino la esencia de la negociación

El cese es para avanzar en la construcción de paz, no es simplemente para ganar confianza ni solo para aliviar el sufrimiento de las victimas por mas loable que este ejercicio sea. Si no se trabaja en estos 100 días de manera oportuna y audaz en los otros puntos, el cese no cumpliría su función. Hay que corregir múltiples errores: la falta de audacia frente a los medios de comunicación, la casi nula pedagogía, la ausencia de documentos elaborados de manera conjunta, etc.

PD: Recordar que dos monólogos simultáneos no hacen un diálogo.

Publicado originalmente en Las 2 Orillas:https://www.las2orillas.co/reflexiones-sobre-el-cese-bilateral/