ENTREVISTA | «Viajar, enseñar y escribir me hacen feliz»

Víctor de Currea-Lugo presenta su libro, que describe como una mezcla de experiencias sobre otras guerras, para poder mirar mejor la nuestra. Viajar, enseñar y escribir / Andrés Torres

Médico, trabajador humanitario, periodista, profesor universitario y analista de conflictos armados, presenta hoy su libro “De otras guerras y de otras paces”. Además es colaborador permanente de El Espectador, viajero incansable y escritor apasionado.

¿En qué momento pasó de médico a experto en Oriente Medio?

Fue el paso de lo humanitario al periodismo y la academia, conjugar la práctica y la teoría, el terreno y los libros.

¿Por qué su compromiso con la causa palestina?

Todo empezó en mi infancia, me crié en Palestina, para ser más exacto en Bosa Palestina, al sur de Bogotá.

¿Cuál es el principal error desde Occidente al interpretar Oriente Medio?

Creemos que todos son árabes, que todos son musulmanes y que todos son terroristas. Así ya no hay análisis posible.

¿Cuál es la mayor dificultad de desarrollar un trabajo periodístico en zonas de conflicto?

Los mitos de los lectores, la desconfianza de los locales, el oportunismo de las fuentes, los riesgos de seguridad y que la verdad les incomoda a todos.

¿Ha estado en momentos de riesgo?

Un ataque con misiles en Gaza, un tiroteo cerca de nuestro hospital en Darfur y un intento de secuestro hace un mes en el norte de Irak. Por lo demás, todo bien.

¿Cómo definiría algunas de las guerras que ha conocido?

Palestina: humillación; Darfur: genocidio; Etiopía: hambruna; Birmania: discriminación; Sahara Occidental: abandono; Afganistán: impotencia…

¿Por qué gasta su tiempo libre y sus energías yendo a zonas de guerra?

Porque me aburre ser de otra manera. Sufro de una adicción por conocer los conflictos.

¿Cuántos libros ha escrito?

Una decena, sobre derecho internacional, políticas de salud, trabajos periodísticos, conflictos armados y hasta un poemario cuando era joven.

¿De qué trata el último?

No nació del estudio de teorías de conflictos, sino de conversaciones con víctimas, periodistas, humanitarios, académicos, diplomáticos y hasta grupos armados. Es una mezcla de experiencias y reflexiones sobre otras guerras, para poder mirar mejor la nuestra.

¿Cuál es su método para estudiar un conflicto?

En contra de lo que dicen las teorías, voy y siento, oigo, huelo y después vuelco toda mi rabia en un papel. Al día siguiente empieza el análisis.

Después de haber analizado tantos conflictos en el mundo, ¿cuál es la lección que se puede aplicar en Colombia?

No somos un conflicto esencialmente diferente a otros, el dolor de las víctimas es universal. Es común la naturaleza humana, desde lo más solidario hasta lo más terrible.

¿Hay algo más en las guerras y en los viajes?

Cada guerra trae un dolor y a veces un amor, y en ocasiones en un mismo paquete. No hay que ser desagradecido con la vida.

¿Cómo se define?

Me alegro por todo y por nada. Soy de extremos: las cosas serias de la vida son blanco o negro, como un gol, un embarazo o un orgasmo. Las cosas son o no son.

Siempre viajando, ¿qué busca?

Respuestas y a veces preguntas, para después buscar las respuestas en el siguiente viaje.

¿A dónde no volvería?

Volvería a todo lado, siempre es diferente, todos los lugares cambian y uno también. Pero no me gusta repetir lugares tranquilos, vivir de nuevo en Suecia o en París sería aburrido.

¿Su mayor cualidad?

La impaciencia.

¿Le gusta enseñar?

Necesito compartir lo que aprendo en mis viajes, ya sea escribiendo en El Espectador o enseñando en la Universidad Javeriana. Viajar, enseñar y escribir me hace feliz.

¿En qué creer?

Soy ateo y mal patriota. Creo en el amor, pero a veces el amor no cree en mí.

Publicado originalmente en El Espectador