Víctor de Currea-Lugo | 24 de septiembre de 2022
Que dizque hay pánico en la salud, que la ministra de Minas confundió hidrocarburos con carbohidratos, que Petro le llegó tarde a una cita a Biden, que Francia es del ELN, que miles de médicos cubanos están por llegar a Colombia, que el presupuesto de la salud disminuyó, que la economía se está dolarizando, que Petro habló estando borracho en los Estados Unidos…
“Calumnia, calumnia que algo queda”, suelen decir en España. Y el problema es que lo que está en juego no es poco: la legitimidad del Gobierno de Gustavo Petro. Ese proyecto elegido democráticamente y que representa una serie de propuestas de cambio indispensables para la inmensa mayoría que tiene ya un talón de Aquiles: su comunicación con el país.
Así como las invasiones ya se hacen más con chequeras que con soldados, los golpes de Estado se empiezan con un modelo de comunicación constante que, como una gota sobre una piedra, termina por fracturarla.
Para aniquilar a los judíos hubo un paso previo: reducirlos a piojos; para asesinar habitantes de calle lo primero que hicieron fue denominarlos “desechables”; para tumbar a Salvador Allende hubo que generar primero un pánico económico que conjugó la prensa y el desabastecimiento, entre otras estrategias.
En el mismo sentido, la gente votó contra la paz en Colombia porque una muy eficaz campaña mediática la convenció de que si ganaba el plebiscito nos volveríamos homosexuales y ateos. Así de increíble y así de simple. Los medios de comunicación son capaces de eso y de mucho más.
En Ruanda, después de un exitoso proceso de negociación y de la firma de un acuerdo de paz, los enemigos del Gobierno no dudaron en matar al presidente y hacer un genocidio contra los tutsi. Eso se organizó a través de una amplia movilización social orquestada por una emisora radial, la Radio Mil Colinas, que convirtió a una parte del país, a los tutsi, en cucarachas que se debían eliminar. De nuevo, así de increíble y así de simple.
Antes de atacar la reforma a la salud en Colombia necesitan crear miedo, no importa el tamaño de las mentiras o lo ilógicas que parezcan, la meta es salvar el negocio de las EPS que manejan más de 70 billones de pesos. Antes de crear nuevos grupos paramilitares, hay la necesidad de justificar el miedo de los ganaderos, volverlos víctimas, generar pánico.
Necesitamos unos canales que digan, en tiempo real, en qué anda el Gobierno. Si ese vacío informativo lo llenan los canales de propaganda política abiertamente antipetristas, que después el Gobierno no se queje de las consecuencias.
Dice el refrán popular que “no solo hay que poner el huevo, sino que hay que cacarearlo”. A esto se suma las inmensas expectativas de cambio y la prisa de que se concreten. Cualquier demora, cualquier confusión, cualquier vacío informativo va a ser usado por los enemigos del Gobierno para sacar ventajas, y eso suma.
En el caso de la Paz Total hay un afán por reducir todo a un debate semántico, donde la muy posmoderna actitud de “las narrativas” termina por desviar la discusión de las víctimas al debate de los adjetivos.
Irene Vélez sigue reducida a sus tenis, mientras que su gestión con la comunidad de la represa El Guavio apenas se menciona; la apertura de las relaciones colombo-venezolanas se desdibuja porque Leyva se escachó en un número; la crisis de la salud se mueve en el tiempo, sugiriendo que antes del 7 de agosto de 2022 todo el sector salud funcionaba a las mil maravillas hasta que llegó Carolina Corcho que habla en un tonito que no gusta a los empresarios.
No creo que la marcha del 26 de septiembre convoque mucha gente, pero ese ritmo de ataques y de noticias falsas irá alimentando una ola de oposición que no tiene nada que ver con la verdad ni con lo que haga el Gobierno, sino con lo que construyan los medios de comunicación al servicio del gran capital.
¿Y el Gobierno? Parece que bien, gracias. Un modelo de estrategia de comunicación debió ser pensado y puesto en práctica desde antes de la primera vuelta, hoy ya es tarde. La señora de la esquina de mi casa y el señor que vende los aguacates no están viendo el debate del Congreso ni el Twitter del ministro, no, están viendo RCN.
En un mundo donde la realidad no es la que dicta la agenda política sino las versiones mediáticas, donde se invadió Irak porque dizque había armas de destrucción masiva, donde se generaliza al decir que todos los colombianos somos narcos, donde todos los musulmanes son terroristas, es muy posible que el Gobierno de Petro no se refleje en lo que haga o deje de hacer sino en lo que se diga sobre lo que hizo.
Hay cosas menores, como los chismes, que se vuelven grandes y hasta “reales”; hay cosas importantes y otras urgentes. Mientras el Gobierno de Petro no entienda el “ya” de la urgencia del reto comunicacional, van a ayudar poco sus obras. No, por sus obras no los conocerán, sino por su capacidad de mostrar lo que hicieron.
No basta, además, con contrarrestar la información falsa y malintencionada. El Gobierno DEBE (así en mayúsculas) crear la agenda mediática, producir la noticia, liderar la información y no solo jugar a la defensiva. Y eso no se hace solo en Twitter. Fin del comunicado.