Víctor de Currea-Lugo | 26 de septiembre de 2022
La derecha opositora al Gobierno de Gustavo Petro salió a la calle. Más allá de discutir sobre cuántos eran, quiero contarles (con fotos) el mensaje que han ido configurando en grupos de WhatsApp, programas de opinión, portadas y artículos en los medios de comunicación de controlan. Es un mensaje tan simple como efectivo.
Lo primero es establecer una categoría política que sea aparentemente entendida por todos: dictadura. Por eso algunos carteles definían las reformas como “pre-dictatoriales”. Y gritaban consignas como “y no, y no, y no me da la gana, una dictadura como la cubana”.
Ese tipo de comparaciones continuas con Venezuela y con Cuba buscan recuperar el miedo generado en el plebiscito porque “el país se volverá como Venezuela si gana la paz” y el de noviembre de 2019: “los venezolanos se están metiendo al conjunto de al lado”.
Esa “dictadura” la ejerce un personaje a odiar. Lo gritos de “no más Petro”, “fuera, fuera, fuera el guerrillero”, así lo muestran. Y ellos se colocan no solo como las víctimas sino como voceros de todo el pueblo; por eso no dudan en gritar la típica consigna de izquierda de: “el pueblo unido jamás será vencido” o el cántico de «Duque chao» remplazando a Duque por Petro.
Parte de la identidad discursiva echa mano a consignas ya conocidas y de alto impacto, como la defensa de la familia, el rechazo al aborto o la defensa de las tradiciones católicas. En el mismo sentido mensajes de apoyo a las Fuerza Pública.
Algunos reclamos no aceptan un debate serio, como pedir aumento de los aranceles de productos que vengan de Venezuela, como si el impacto negativo en la producción de los alimentos no viniera más exactamente de decisiones como el TLC con Estados Unidos que les permite invadir nuestro mercado con maíz.
Otros reclamos ya han sido contestados, pero siguen con su cantaleta: por ejemplo, a pesar de todas las evidencias se sigue diciendo que el presupuesto de la salud se disminuyó para el próximo año o que el sistema de salud que se propone es simplemente un regreso al viejo Instituto de los Seguros Sociales.
Parte de la lectura del país, entre buenos y malos, se complementa con una «crisis en la salud» que empezó (según ellos) con el ministerio de Carolina Corcho, y una «falta de dignidad laboral» que comenzó desde el nombramiento de la ministra Gloria Inés Ramírez. Antes de la posesión de Petro, Colombia era un dechado de virtudes.
Echan mano de la consigna general de “no a la corrupción” y usan nombres de lideres del Gobierno para señalarlos: Cepeda, Bolívar, Roy, entre otros. Ninguno de los escándalos recién destapados de corrupción por parte del Gobierno de Duque, de las EPS o el robo de los recursos para la paz aparece en su imaginario.
Una de las pancartas más llamativas decía: “para repartir la riqueza, primero hay que crearla”, desconociendo que en Colombia ya hay riqueza creada (lo que pasa es que está mal distribuida) y una cosa elemental: que los que producen la riqueza son los trabajadores y no los empresarios.
Claro, una marcha de estas requiere una preparación en las redes sociales y la presencia de figuras como Pacho Santos (el que proponía las pistolas eléctricas para controlar las manifestaciones) y Paloma Valencia (la de dijo que había que dividir el Cauca, un pedazo para los mestizos y otro para los negros y los indígenas). Esos personajes dan la legitimidad al discurso.
Hubo espacio para quienes sostienen que hubo fraude en las pasadas elecciones (la misma estrategia de Donald Trump en Estados Unidos), para grupos antiaborto y hasta para antivacunas.
No faltó quien repitió que las ayudas a jóvenes en riesgo de entrar en grupos delincuenciales era el primer paso para la conformación de “Milicias” para remplazar a las Fuerzas Armadas y conformar “colectivos, como los que hay en Venezuela”.
Toda esa “narrativa” necesita de canales que la amplifiquen: Semana, RCN y, para afuera, VOA (Voice of America); es decir, toda la derecha mediática al servicio de la marcha. No solamente se roban consignas como la famosa del paro nacional de 2021 “nos están matando”, sino que buscan quedarse con la calle como espacio de debate político. Fin del comunicado.