¿Por qué Petro rompió con Israel?

Víctor de Currea-Lugo | 2 de mayo de 2024

De alguna manera se veía venir. Ya Petro lo había anunciado en las redes sociales ante la arremetida de Israel en Gaza, pero también en Cisjordania y en Jerusalén del Este. Hay que poner en contexto lo que significa esta ruptura.

Recordemos que antes éramos llamados el Israel de América Latina; que los sionistas tenían un sitio especial en los medios de comunicación, porque casi todos son de ellos, y en el capital financiero colombiano.

La escuela diplomática, por ejemplo, invitó a los sionistas, no hace tanto tiempo, para que ellos hablaran de sus narrativas para justificar la ocupación a Palestina, pero muy pocas veces, que yo sepa, dio espacios para oír la versión palestina.

El derecho internacional nunca fue importante. De hecho, en 2010, cuando la primera Flotilla de la Libertad fue atacada en aguas internacionales por Israel, causando la muerte a nueve activistas civiles turcos y un periodista, se creó una comisión para evaluar la legalidad del suceso.

Esa comisión, curiosamente, concluyó que Israel se defendió al atacar un barco de civiles en aguas internacionales. ¡No puede haber mayor exabrupto jurídico! La comisión llamada Palmer-Uribe estuvo encabezada por dos personas con esos apellidos; uno de ellos fue Álvaro Uribe (y su secretario, Iván Duque). Esto solo quiere decir que desde hace mucho tiempo estamos arrodillados al sionismo.

Podemos irnos más atrás y recordar las labores de Yair Klein o cómo los servicios de inteligencia colombianos suelen informarle más rápidamente al Mossad (con mucha presencia en Colombia) que a los propios funcionarios del Estado.

En ese sentido, hay que entender que no es lo mismo romper relaciones con Israel siendo un país de mayoría musulmán o de mayoría árabe que siendo un país que siempre ha estado sometido a lo que diga Estados Unidos, que, a su vez, está sometido en buena parte a lo que diga Tel Aviv, la capital de Israel.

La influencia del lobby judío en Colombia es tan poderosa que ha logrado “macartizar” a personas, generar persecuciones a través de calumnias, echar profesores de las universidades, tratar de imponer quién puede escribir en la gran prensa y otra serie de acciones similares.

Recuerdo, por ejemplo, que la organización sionista en nuestro país usaba los logos de la Cancillería de la República sin ningún reparo; pero, además de eso, Colombia compró la patente del fusil galil para producirlos en territorio colombiano. No estoy al tanto de lo que ha pasado con esa patente, pero lo cierto es que en algún momento hicimos fusiles que fueron usados para asesinar palestinos.

En este orden de ideas, la opción de romper con Israel era imposible, en especial, para la derecha y para el centro. Para los primeros, porque el status quo estaba marcado por mirar a Miami como gran norte y creer que Israel era la única democracia de Oriente Medio.

A partir de esa lógica y de entender el mundo a través de los ojos del sionismo se construyó la idea de que ellos eran eternas víctimas, que todo lo que hicieran merecía un aplauso y que cualquier defensa que se hiciera de Palestina significaba un aplauso a Hamas.

Petro habló

En septiembre del año pasado el presidente Petro había impulsado la idea de dos conferencias internacionales para enfrentar el conflicto de Ucrania y Palestina, a través del diálogo y la diplomacia, basados en el derecho internacional; sin embargo, ese llamado previo a la ofensiva palestina de octubre no fue atendido por la comunidad internacional.

Cuando sucedieron los hechos, Petro decidió nombrar a una palestina como colombiana; y de la misma manera lo hizo con un civil israelí que actualmente se encuentra secuestrado en Gaza.

Esos gestos simbólicos trataron de generar puentes para decirle al mundo que Colombia quiere contribuir a la paz y respeta a los dos pueblos. Esta postura de Petro y su gobierno, sin duda, no ha cambiado, pero una cosa es eso y otra, aplaudir crímenes.

A finales de noviembre, se hizo un viaje humanitario, en el que participé como delegado de la embajada palestina, para llevar la ayuda para Gaza, la cual fue entregada en Al-Arish, en Egipto, cerca de la frontera con Gaza.

De regreso, varias personas de diferentes nacionalidades, especialmente colombo-palestinos y colombo-israelíes vinieron a nuestro país huyendo de la violencia. También había personas peruanas, dominicanas y brasileñas.

Posteriormente, en enero, Colombia saludó el argumento, sólido y desde el derecho internacional, presentado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para denunciar a Israel por genocidio.

En ese sentido, se conformó un equipo jurídico de Colombia que ha mostrado la postura de respaldo, ya no solo a través de una declaración política, sino de un desarrollo jurídico formal, que hace parte ya del proceso ante CIJ.

En todo este tiempo, el embajador de Israel en Colombia no ha hecho otra cosa que azuzar el supuesto antisemitismo de Petro (lo que es un sinsentido), perseguir cualquier testimonio de denuncia contra el genocidio.

Mientras tanto, algunos colombianos en medios de comunicación, políticos y hasta «académicos» no se frenaron al ir a defender a este señor y lo que representa, a pesar de la evidencia. Esos son los que, en este momento, prefieren guardar silencio ante el genocidio o salieron a condenar que el presidente Petro se ponga del lado de las víctimas de ese genocidio.

Hay que tener en cuenta que la Convención contra el genocidio, de la cual hace parte Colombia y también Israel, obliga a los Estados a tomar medidas para prevenir la ocurrencia de un genocidio o detenerlo si ese genocidio está en curso. Por lo tanto, esta decisión del presidente Petro es coherente con la Convención vigente en el derecho internacional.

Lo mismo podríamos decir de la política de apartheid, a pesar de que algunos juristas colombianos consideran que la palabra apartheid no se aplica en este caso, debe ser porque los palestinos no son sudafricanos o negros.

Pero los expertos en derecho internacional, que han vivido en primera persona tanto el apartheid en Sudáfrica como la situación de Palestina, han dado suficientes pruebas de que este crimen también se aplica a la situación de Palestina. Por tanto, Colombia también debe ser respetuosa de lo que dicta la norma internacional al respecto.

Y una cosa que le habíamos remarcado a varios Gobiernos atrás, incluyendo el del presidente Santos, es aplicar el artículo primero común de los cuatro convenios de Ginebra, que establece que los Estados parte tienen el deber de respetar y hacer respetar los Convenios de Ginebra; es decir, que Colombia debe evitar cometer crímenes de guerra, pero también tiene una responsabilidad que lo obliga a tomar decisiones políticas para evitar que otros Estados los comentan.

Por estas razones jurídicas y ante la negativa de Israel de respetar el derecho, ante la continuidad del genocidio, ante el incumplimiento de la resolución del Consejo de Seguridad que exigía el cese al fuego durante el Ramadán, es que, finalmente, el presidente Petro decide romper relaciones con Israel.

Reacciones sionistas

Por supuesto, los sionistas, filosionistas y prosionistas, que levantaron la casa a gritos porque Hamas se había defendido a un ataque continuo por parte de Israel de 76 años, no dijeron absolutamente nada de los civiles muertos, ni de las más de 140 mujeres que están pariendo al día en Gaza sin condiciones decentes, ni de los más de 10 niños amputados a diario por los bombardeos de Israel…

Tampoco hablan de los más de 8.000 cadáveres palestinos que hay debajo de las ruinas, ni de los más de 103 periodistas asesinados en tan solo 150 días de ataques de Israel (más que en cualquier guerra antes vista), ni de los 152 trabajadores humanitarios también asesinados cuando cumplían con su labor. Aún, frente a todo esto, estas personas han guardado silencio.

Ahora, desde este 2 de mayo, han tenido una nueva oportunidad para salir a criticar la decisión de romper relaciones con Israel, con los argumentos de que vamos a perder un mercado internacional muy importante o que eso es contrario al derecho.

Esto me recuerda que una famosa opinadora dijo en redes sociales que “genocidio” es una palabra “muy fuerte” para referirse a Israel. No sé si decía eso desde el deseo de que lo que pasa en Palestina no fuera tan grave, desde su arrogancia de querer imponer lo que es correcto o desde su desconocimiento absoluto del derecho internacional. En este punto hay que aclarar que un genocidio no se mide por el número de muertos, sino por la intención genocida; y de eso hay bastante escrito en la literatura jurídica.

Ahora son ellos los que salen a “cacarear” por la decisión de Petro, pero son los mismos que salieron a defender al pueblo ucraniano y su derecho a la defensa cuando ocurrió la ocupación de Rusia. Quizás ellos piensan que ese derecho es exclusivo de los cristianos, occidentales y blancos.

En tanto, los que aseguran que hemos perdido muchísima inversión parece que desconocen que Israel lo que nos quiere vender Israel está el proyecto Pegasus que sería la renuncia absoluta a nuestra ciber soberanía y las armas con las que le han sacado los ojos a los estudiantes durante las marchas del paro cívico.

Israel tampoco nos está comprando inmensas toneladas de cacao, de plátano o de café. Dicho en otras palabras, lo que se pierde en los negocios con Israel pueden ser comparado con lo que perdería en una comunidad si cierran una tienda en donde venden armas. Así, en un país que se ha declarado potencia mundial de vida e intenta serlo no es para nada descabellado que se cierre la tienda de las armas.

Hay unos países que han estado tomando posturas mucho más audaces. Pero, para Colombia que siempre ha estado arrodillada al sionismo, esto que hace el presidente Petro parece que fuera algo muy alto y a algunos les da vértigo.

Turquía, por ejemplo, que tiene grandes negocios con Israel, ha decidido sumarse a los esfuerzos de Sudáfrica ante la CIJ y hasta romper todas sus relaciones comerciales con los sionistas.

Chile, un país al que no podemos precisamente acusar de tener un “gobierno de izquierda radical”, se ha erigido como la vanguardia para demandar los israelíes responsables del genocidio ante la Corte Penal Internacional (CPI).

Así, muchos otros países han tomado medidas, no solo desde el 7 de octubre, sino a lo largo de la historia de 76 años de agresiones de Israel contra Palestina. Por eso, la decisión de romper relaciones con este país no se puede considerar un exabrupto.

Por un momento supongamos que efectivamente Israel es uno de nuestros “más grandes compradores o vendedores de comida”. ¿Podemos, so pretexto de eso, admitir un genocidio? En ese mismo sentido, cuando el presidente Petro dice que si Palestina muere lo hace también toda la humanidad, no es una simple metáfora; sino que es una declaración de principios.

Es decir, aquí en Colombia que nos están matando hemos esperado el apoyo de la comunidad internacional, hemos esperado una actitud correcta de la comunidad internacional en favor de las víctimas del conflicto colombiano, hemos pedido acompañamiento internacional. Eso nos permite reconocer que un conflicto armado no es solamente un asunto interno de un país, sino que toca la conciencia de la humanidad.

Después el Holocausto que mató judíos, también negros, gitanos, homosexuales y comunista, se levantó la consigna de “nunca más” para no repetir aquello. Pero el mundo le falló a esa declaración en varias oportunidades, entre ellas con el genocidio de Ruanda (1994), Srebrenica (1995), Darfur (a comienzos del siglo XXI) y ahora con el pueblo palestino, en un genocidio transmitido en vivo y directo.

La pregunta es: por vender dos kilos de café o cuatro libras de cacao, ¿deberíamos de mirar hacia otro lado mientras se produce un genocidio deliberado, sistemático y creciente por parte de Israel? ¿Podemos alegar que no tenemos ninguna responsabilidad porque a los que están matando son musulmanes y árabes, y porque no son boyacenses, antioqueños o católicos?

Por eso el presidente Petro rompió relaciones con Israel. Tratar de ver algo más allá y tratar de colocarle el sello de antisemitismo es perverso. Ya no estamos antes del 7 de octubre, cuando aún se podía hacer un diálogo entre iguales, cuando había la posibilidad del debate. Hoy no. Ya no hay espacio para el debate, sino para la defensa de un pueblo que está siendo víctima de un genocidio.

Durante décadas estuvimos tratando de explicar el conflicto. Ahora, no podemos caer en la trampa de que necesitamos, en honor a una falsa objetividad valorativa, entrevistar juntos a quienes serían lo equivalente a un soldado nazi y alguna de sus víctimas.

Por eso, no creo que haya que estar escuchando y dando el micrófono a los sionistas, que son los dueños de los medios de comunicación más grandes y los han usado contra la causa palestina de la manera más rastrera.

 

PD: A propósito, si le interesa ahondar más en este tema usando fuentes primarias, le recomiendo hacerse con mi libro «Palestina, genocidio y resistencia», de la Editorial Ícono, que pronto llegará a las principales librerías.