Para pensar la guerra en Siria

Víctor de Currea-Lugo | 8 de diciembre de 2024

Envié mensajes a amigos de todas las partes del mundo que pude preguntando por sus opiniones para pensar Siria y la respuesta fue unánime y contundente: ni idea de lo que realmente está sucediendo.

Cuando Raúl Castro dijo que en Cuba el enemigo estaba más adentro que afuera, que estaba en la corrupción y la burocracia, entonces quienes habíamos criticado estas dos prácticas dejamos de ser traidores. ¿Será posible criticar a Al-Asad sin ser convertido en agente de la CIA?

Los gobiernos de la región y sus partidarios en el mundo deberían hacerse unas preguntas, para la reflexión, no para desecharlas de manera soberbia. Tal vez si Al-Asad hubiera mirado más la realidad y menos al espejo, hubiera podido evitar que hoy Siria esté en manos de los descendientes de Al-Qaeda.

A pesar del tsunami de información, no es claro qué sucede y ni mucho menos qué sucederá. Pero la historia es una buena escuela de reflexión; miremos pues algunas enseñanzas no aprendidas del pasado y que hoy contaminan los análisis sobre Siria.

Tratando de ordenar el caos en Siria

1. El pensamiento de la Guerra Fría. Es una dolorosa constante la incapacidad de muchos sectores (especialmente árabes y de izquierda) de ver más allá de amigos y enemigos. No hay la más mínima capacidad de complejizar la situación.

Se impone la lógica amigos / enemigos, para explicar todo. Es más, se les otorgan todas las cualidades a los amigos y todos los defectos a los enemigos. Una mezcla entre estalinismo y cultura woke.

Si los pueblos y los gobiernos no aprenden a complejizar las agendas y a entender que puede haber otras agendas diferentes a las de las grandes potencias, seguiremos viviendo dramas como el sirio.

2. En Afganistán: el apoyo a los enemigos de mis enemigos. En los años 1980, el congresista demócrata estadounidense Charlie Wilson, organizó toda una política estatal para apoyar a grupos de radicales islamistas de Afganistán EN contra DE la Unión Soviética.

Estados Unidos no pensó en las consecuencias a largo plazo, la mezquindad de derrotar a los soviéticos fue su prioridad. Creó un ejército de islamistas fanáticos que, años después, alimentarían a los talibán, a Al-Qaeda y al Estado Islámico. La política de Estados Unidos no piensa en los derechos de los pueblos sino, simplemente, en el ajedrez internacional.

Israel estuvo ayudando, hace algunos años, al frente Al-Nusra dando tratamiento a varios de sus combatientes heridos. Es imposible pensar que ahora, con las entrevistas publicadas de voceros de los islamistas sirios, podamos concluir que Israel solo actúa contemplando la situación. Israel es el gran ganador de todo esto.

El problema es que propuestas como Al-Qaeda, los talibán, el Estado Islámico y ahora el HTS no es solo una amenaza a los pueblos bajo su control, sino un desafío a la humanidad.

3. En Mali, hace un poco más de una década, los tuareg volvieron a levantarse en armas por dos cosas: la sistemática exclusión que sufrieron por décadas y el sistemático incumplimiento de los acuerdos firmados entre el gobierno de Mali y los rebeldes.

Ese levantamiento reciente creó vacíos de poder en ciertas zonas y eso fue aprovechado por los grupos de Al-Qaeda del Magreb Islámico, quienes tomaron posesión de buena parte del norte de Mali. No distinguir entre los tuareg y los radicales islamistas llevó a hacer imposible cualquier salida negociada.

Si seguimos leyendo las mal llamadas revueltas árabes sólo y únicamente como fruto de un complot internacional, sin tener en cuenta que allí hubo miles de personas que auténticamente pedían un ampliación de la democracia, entonces seguiremos sin entender la complejidad en curso.

Esa lógica de satanizar todas las propuestas y todas las críticas termina por alimentar a los fanáticos. Creer que las revueltas árabes son solo otras de las revoluciones de colores es inexacto.

4. En Sahara Occidental se acordó un cese al fuego entre los saharauis y el Gobierno de Marruecos, bajo la promesa de darle una salida negociada al conflicto. Pero lo cierto es que hoy, más de 30 años después, la tregua sirvió para hacerle una encerrona a los saharauis, pero no para resolver el conflicto.

Es cierto que Al-Asad invitó al diálogo con voceros de las manifestaciones de 2011, pero ese no fue un proceso serio. Tampoco se profundizó en las tensiones entre Damasco y los kurdos. La tregua de 2000 hasta hace pocas semanas, entre islamistas en el norte de Alepo y el Gobierno de Siria, no era ningún tipo de solución a los problemas de fondo.

A pesar de las advertencias de Irán, Al-Asad descuidó lo que se venía cocinando por años en Alepo: el ataque desplegado en pocos días. Al-Asad parece que se durmió en el apoyo exterior y no entendió que su supervivencia también dependía de la gestión de las tensiones internas.

La agenda local de Siria

5. La gestión y el neoliberalismo. Si revisamos levantamientos que algunos podemos considerar justos, el manejo del poder armado por parte del Estado y el manejo de su economía desgastan su legitimidad, máxime cuando el impacto en la población es real. No se trata de un debate político, sino de una realidad cuando la gente va a comprar alimentos o a disentir del Gobierno.

Hay que decirlo con todas las letras: el Gobierno sirio no fue autocrítico ni con sus políticas autoritarias, ni con sus medidas neoliberales. La pérdida de subsidios y las políticas privatizadoras entre 2000 y 2010 fueron dolorosas para los sirios.

El Gobierno sirio no hizo ningún paso hacia la profesionalización de sus tropas, su depuración, ni mucho menos para prevenir la comisión de crímenes de guerra. Esa ausencia de reformas aumentó el desprestigio de los militares ante la población civil.

Decir que las protestas antineoliberales solo son válidas contra los gobiernos que odiamos es perverso. Si no hay canales adecuados, la rabia busca su propio camino. Refugiarse en el embargo y las medidas económicas impuestas por Estados Unidos contra Siria no resuelve nada. Negar los problemas de mala gestión es, además de torpe, una mirada suicida. Venezuela debe tomar nota de esto.

En otras palabras, había (y hay) una agenda local que no puede botarse a la basura de ninguna manera. Y su gestión no era un problema de los rusos ni de los iraníes, sino del Gobierno de Bashar Al-Asad, y no lo hizo. Al-Asad no escuchó los reclamos hechos en los años 2000, ni tampoco la tregua desde 2020 para dar un “golpe de timón”.

6. Los aliados no son para siempre. En 1977, hubo una guerra entre Somalia y Etiopía, en mitad de la guerra fría. Etiopía gozaba del apoyo de Estados Unidos, pero finalmente optó por la Unión Soviética. De hecho, hubo tropas cubanas peleando del lado etíope.

Hizbollah, Irán y Rusia se la jugaron por Al-Asad, pero lo que vimos en estos últimos días es un ejército sirio corrupto, desanimado y sin capacidad real. Una cosa es tener aliados por un proyecto internacional (como la resistencia) y otro muy diferente es esperar que los aliados hagan lo que el Gobierno sirio no hizo.

7. Palestina, quién a favor y quién en contra. Hay agendas en las que se refleja de qué lado estamos (y no es la de Al-Asad). La causa palestina es el mejor termómetro. Los radicales sirios no han manifestado ningún tipo de solidaridad con Palestina, ningún tipo de rechazo al genocidio en curso.

Es más, un supuesto vocero de los islamistas llamó a que “Israel sembrara una flor en el jardín sirio”. No hay más que mensajes de paz entre los sionistas y los islamistas sirios, lo que deja claro el impacto regional que tendrá esto sobre la causa palestina.

Podemos decir lo que queramos contra Irán, pero los únicos que se la han jugado por los palestinos, con sus limitaciones, ha sido el eje de la resistencia, en el que participa Hizbollah, Yemen y las brigadas de Irak. Comparar una solidaridad que pone muertos con una solidaridad que hace papelitos en la ONU es injusto, por decir lo menos.

Siria, bajo el gobierno del papá de Al-Asad, intervino en la guerra civil del Líbano, pero no precisamente a favor de los palestinos. Vale recordar el papel de Al-Asad en la masacre de Tel al-Zaatar en 1976. Siria nunca tuvo una estrategia clara por recuperar el Golán ocupado por Israel y el trato dado a los palestinos no era precisamente de ciudadanos de primera.

Hay otra tendencia que repite que la caída de Al-Asad es el fin de la causa palestina, como si Siria hubiera sido determinante o como si los palestinos no tuvieran una agenda propia por la que vivir y por la que morir.

8. Celebrar la caída de Al-Asad, que lo han hecho cientos de miles, no debe leerse como un apoyo incondicional a los grupos como HTS, ni tampoco como que todos son islamistas radicales al servicio del sionismo. Sería tan incorrecto como decir que celebrar la salida de Estados Unidos de Afganistán, en 2021, sería celebrar el triunfo de los talibán.

Un termómetro para ver qué espera a los sirios, son el trato ofrecido por esos grupos a las comunidades bajo su control en los últimos años. Las caracterizaciones de “terrorista” o de “rebelde” no tienen sentido y menos ahora. La verdad es la que iremos viendo en los próximos días. Y claro, uno de los miedos, es que Siria se convierta en la Libia de Oriente Medio o en el Yugoslavia del mundo árabe.

El jefe del HTS ha usado: un lenguaje moderado, un llamado a la voluntad del pueblo y un discurso de unidad hacia los sirios; hasta dio protección al primer ministro de Al-Asad una vez fue capturado.

Pero ese discurso de unidad es un lugar común, lo han usado desde Mohamed Morsi cuando ganó las elecciones en Egipto, hasta Donald Trump. Hay demasiado humo para ver qué pasará. El tiempo nos dará más elementos.

El problema y no es la caída de Al-Asad, sino el ascenso de fuerzas islamistas. Estos grupos no por ser contrarios al Gobierno, significa que los recién llegados sean bienvenidos o que vayan a ofrecer un marco democrático mayor. Irán pide defender la autodeterrminación de los sirios.

9. Las conspiraciones a veces sí existen. Si aceptamos, como es cierto, que los de HTS no están ahí solo por una agenda local, ni simplemente con apoyo de algunos sectores de la población, entonces entendemos que su tarea va más allá de un cambio de gobierno en Siria. Los apoyos de Estados Unidos, Israel y sobre todo de Turquía son a cambio de sus propias agendas, dentro de las cuales HTS es solo un peón.

La presencia de drones y de misiles guiados, los aplausos que llegan de Turquía e Israel no son solo elementos anecdóticos. Así sea oportunismo de última hora o planeación estratégica, hay actores que tratarán de sacar el mayor provecho del caos.

Preguntas urgentes

Los kurdos deben estar preocupados porque Turquía no apoyó a los islamistas a cambio de nada, y lo mismo se puede decir de otros países. Ya se reportan ataques de los islamistas contra los kurdos en la región de Manbij.

Mientras Siria se quedó sola, Israel está moviendo tropas más allá de las fronteras de su ocupación en el Golán, no ha dejado de bombardear Siria y tratará de sacar el mayor provecho. El territorio ocupado sirio se extiende gracias al golpe. Incluso, mediáticamente, mientras Siria ocupa los titulares, las masacres de Gaza salen de los titulares.

Israel ve en este caos la posibilidad de ampliar su territorio, de insistir en el “Gran Israel”, ahora a costa del territorio sirio. Ya anunció la captura del Monte Hermón, violando acuerdos anteriores y sigue atacando Damasco.

Si se insiste en desmantelar el Estado sirio para crear uno nuevo, se corre el riesgo de repetir lo que sucedió en Irak al desmantelar el ejército y el partido Baaz: una proliferación de grupos armados suníes.

¿Qué tanto durará la unidad de los diferentes grupos armados? ¿Cuál será la postura de los kurdos? ¿Los de HTS tratarán de extender sus guerra más allá de la frontera sira? ¿Qué implica para el eje de la resistencia la caída de Siria? ¿Cómo salpica todo esto el poder de Israel en la región? Ojalá la izquierda no hubiera botado la dialéctica a la basura.

Termino esta reflexión lleno de dudas y dispuesto a cambiar cada frase aquí escrita, si la realidad así lo demanda. Un amigo palestino me responde a mi pregunta sobre Siria con este mensaje de Mohammad Al Magout: «Cada guiso político en Oriente Próximo lo prepara EEUU, Rusia enciende el fuego, Europa lo enfría. Israel lo come y los árabes lavan los platos».