Víctor de Currea-Lugo | 4 de abril de 2018
Bloquear al enemigo en sus ciudades, sitiarlo para ahogarlo de hambre, incitar una revuelta interna de su población; todo esto hace parte de una antigua estrategia. Antes se hacía la guerra rodeando las murallas con tropas y artillería, como en el famoso sitio de Constantinopla, por meses. Pero hoy las invasiones y las guerras se hacen más con chequeras que con soldados. Los embargos y las presiones económicas son la continuación de la guerra por otros medios.
Esa estrategia no es tan efectiva, así lo demuestran las evidencias, pero no por ello países como Estados Unidos, dejan de practicarlo. Un caso extendido por décadas es el bloqueo a Cuba. Allí estuve la primera vez en pleno periodo especial, en 1992. Para ese momento la pregunta que surgía era: ¿por qué no cae el gobierno? El error estuvo en pensar que todo depende del estómago lleno como única prioridad, como si las posiciones políticas fueran fruto solo de una decisión racional, sin que cuenten amores y odios.
Por otro lado, el bloqueo económico de Irán fue parte del paquete para obligarlo a que no avanzara en su carrera nuclear. Pero el cálculo seguía siendo errado porque excluía una realidad de a puño: los Estados se adaptan a las medidas económicas. Entonces, al cerrarle mercados en Occidente, Irán los buscó en Oriente, y China y Rusia terminaron por fortalecerse en Oriente Medio gracias a sus inversiones en Irán. Paralelamente, el gobierno iraní se legitima frente a su población y sus aliados, y puede plantar cara a Estados Unidos.
Ahora bien, las tensiones con Corea del Norte no se resolverán por presiones económicas, ya que el 90% de su comercio depende de China, no de Occidente. Además, Estados Unidos comete el error de basar la solución del conflicto en dos supuestos muy frágiles: Washington cree que el régimen va a caer algún día (eso ha dicho por décadas) y que China le va a hacer la tarea a Estados Unidos de tener bajo control a Corea del Norte. Esto es un claro ejemplo de negociar sobre variables ajenas.
Las medidas económicas contra Siria no dejan de ser anecdóticas si se les compara con la realidad que se vive en el terreno. Los Estados se adaptan a las medidas económicas y buscan nuevos mercados. Frente a Siria, Barak Obama trazó su línea roja en el potencial uso de armas químicas por parte del gobierno sirio; cosa que finalmente ocurrió sin que hubiera consecuencias. Rusia y China, en la ONU, cubren los vacíos políticos, económicos y militares que deja Washington.
El ahogo que sufre el pueblo palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este, es inmenso. Los palestinos no tienen puertos ni moneda propia, así que sus importaciones y exportaciones dependen, literalmente, de lo que decida Israel. Pero ninguna de esas medidas ha afectado la causa palestina. La promesa del modelo de desarrollo israelí no afecta para nada el amor palestino por su tierra, así sea para cultivarla de manera ancestral.
Las medidas de estrangulamiento económico no son tan eficaces como se pregona. Ningún país se conquista provocando escasez, es más: lo que suele observarse es que los líderes cuestionados encuentran en los bloqueos el combustible político para mantener su legitimidad y unificar su pueblo detrás de un enemigo común que causa un daño evidente. Así pues, un bloqueo suele fortalecer más al gobierno de un país que debilitarlo.
Además, los líderes que busca desprestigiar el bloqueo, no son afectados por dichas medidas. Ni Kim Jong-Un en la lejana península de Corea, ni el presidente sirio Bashar Al-Assad van a verse directamente afectados por las medidas, sino sus pueblos. Esto es, desde una mirada estadounidense, un contrasentido porque, al final, se castiga a quienes se supone hay que liberar “del dictador”.
Pero el daño para la población es real. La escasez inducida produce elevación de precios que, en algunos casos, puede conducir a un fenómeno inflacionario. Esto genera malestar, pero no la protesta masiva que se busca. La verdad es que el bloqueo, como se ve en los casos de Siria y Venezuela (así como se vivió en la Guerra Civil Española) beneficia a los acaparadores y contrabandistas.
El caballo de Troya es el que hace ganar a lo aqueos, no el sitio sobre la ciudad de Priamo. Hoy ese caballo se llama libre mercado. En Túnez, me explicaba su ministro de asuntos sociales, se necesitaba un préstamo para salvar la revuelta en el gobierno, pero el FMI les exigía el establecimiento de medidas neoliberales contra las cuales, precisamente, se hizo la revuelta. “Traicionar la revuelta para salvar la revuelta” era el dilema en 2013.
Barak Obama estuvo a punto de entenderlo frente a Cuba: le haría potencialmente más daño al gobierno cubano una apertura económica que el bloqueo, pero desde Washington la zanahoria no aparece en la ecuación, solo el garrote. Y luego preguntan: por qué los odian y por qué su política exterior fracasa.
En Venezuela hay de todo un poco, en esta crisis multi-factorial; pero una parte de ese todo es la serie de medidas económicas de Estados Unidos, lo que afecta la compra de medicamentos y de alimentos en el mercado internacional. Eso no explica toda la crisis, pero es llamativo cómo se evade esa variable de muchos análisis, sumándose así a otro bloqueo: el que nace de la mentira.