Víctor de Currea-Lugo | 3 de abril de 2015
1. Lo necesario para la paz
El punto se llama “transformaciones necesarias para la paz” y este es el nudo gordiano: definir qué es lo necesario para la paz y, claro, definir qué es paz. Se entiende que el ELN no quiere negociar sino crear el espacio para que el país negocie, con lo cual el posacuerdo sería un nuevo escenario político. Pero ¿quiénes serán los llamados a ese diálogo nacional propuesto? ¿Cuáles los escogidos y por quién? La agenda de lo necesario para la paz podría ser tan etérea como inalcanzable, con lo cual el proceso nacería muerto. El país necesita un ELN más preciso en sus propuestas.
2. La participación de la sociedad
A diferencia de las FARC, el ELN busca negociar un cómo, no un qué, delegando a la sociedad su definición. Ese cómo sería un punto intermedio entre la Convención Nacional y las mesas sociales del proceso de las FARC, coordinadas por la ONU y la Universidad Nacional. El problema es qué entiende el ELN por sociedad: ¿Sindicatos como la USO? ¿Voceros de la iglesia? ¿Cuánto de empresarios? ¿Qué tanto de gremios? Además, no son claros los límites de la agenda y ésta podría resultar tan grande como la agenda total del país, lo que crearía el riesgo de que, como lo decía el mismo ELN, “el proceso de paz no (sea) un asunto de meses”, sino que se eternice.
3. La agenda
El ELN tiene unas prioridades: a) lo minero-energético, sello de identidad que es equiparable a la tierra para las FARC; b) lo regional, por su misma naturaleza de guerrilla con fuertes vínculos locales; y c) la participación de la sociedad, bandera histórica plasmada en su propuesta de la Convención Nacional. Pero esa no es la agenda de la negociación. A diferencia de las FARC, el modelo eleno propone que la sociedad identifique la agenda y luego “el ELN respalda(ría) las decisiones que la sociedad asuma”.
4. Los elenos no están derrotados
Es difícil saber qué mueve al ELN a tomar la decisión de la paz (que fue mayoritaria, mas no unánime en el V Congreso), pero sin duda no es un asomo de derrota. Desde Bogotá se ve al ELN con unos ojos diferentes a como se ve desde las regiones y allí ese grupo parece no tener prisa por negociar. Decir que “si el ELN no se suma, el tren de la paz lo deja”, puede funcionar como argumento en la capital, pero no necesariamente en sus filas.
5. Están unidos para la paz
Siempre han sido usadas las tensiones internas del ELN para relativizar su vocación de paz. Con el ingreso de “Pablito”, del Frente Domingo Laín, en el Comando Central (COCE), se resuelve cualquier duda sobre la unidad de la organización de cara a la negociación. El ELN no está más dividido que cualquier otra guerrilla en el mundo frente a un proceso con su enemigo.
6. Las armas y su uso
No es un dato menor el uso de la expresión “dejar de usar las armas” en boca de varios de sus comandantes. El ELN no habla de entrega de armas, sino de dejar de usarlas. Es posible que mientras las FARC planteen la desmovilización como fase última de la negociación y previa a la implementación, el ELN insistiría en permanecer armado como garante del posacuerdo.
7. No son las FARC
Esto, que parece una obviedad, es uno de los principales pecados del Gobierno al insistir en una negociación de segunda clase para los elenos. El ELN no es un ejército como las FARC y no puede medirse sólo en su capacidad militar, es necesario reconocer también su influencia política. Ha cometido crímenes de guerra, pero no tiene a cuestas el sentimiento anti-FARC que hay en amplios sectores urbanos del país. Al contrario, empezó el actual proceso subrayando el punto de las víctimas del conflicto, a las que está presto a reconocer.
8. La conjunción con las FARC
El sueño es que la paz sea una sola dividida en dos mesas, pues hay puntos que no pueden negociarse por separado (como la justicia transicional). Pareciera entonces que el “congelamiento” del tema de víctimas en La Habana fuera una decisión para esperar el inicio del proceso con el ELN, que empezaría precisamente con este tema. Como dice el ELN, “los propósitos de esa paz son idénticos (…) hay énfasis diferentes”. El proceso con el ELN no puede ser igual al de las FARC, pero tampoco tan diferente.
Los retos
Más allá de los comunicados oficiales, sería muy valioso saber cómo se percibe el ELN a sí mismo, teniendo en cuenta que la guerra de guerrillas no es fruto de la —tan de moda— elección racional pues hay otras lógicas que entran en el análisis. De este modo resultan insuficientes los torpes acercamientos desde la teoría de juegos. Pero si ya optaron por la paz, no pueden mantener la lógica de la guerra; negociar implica un pragmatismo poco común en el ELN.
Si fracasa su incorporación al proceso, el ELN tratará de fortalecerse de los errores de la implementación y de los reductos de las FARC que se opongan a la desmovilización. Decir que el ELN es anacrónico funciona como narrativa urbana en ciertos círculos, pero no precisamente en sus zonas de influencia. La opción de paz con las FARC y guerra con el ELN podría ser la carta del Gobierno.
Lo difícil es saber si las élites colombianas están listas para todo esto. Si las aterra La Habana, donde han mantenido su modelo socioeconómico, una negociación con el ELN las obligaría a ir más allá de lo acordado en Cuba. A veces pareciera que para el Gobierno el ELN fuese un comodín (por si trastabilla con las FARC), antes que un reto de paz real; a veces una convicción que no puede operativizar.
Es difícil hacer cábalas sobre la paz con el ELN, tanto por la tozudez del Gobierno como por el laberinto conceptual de los elenos. Ninguno de los dos tiene prisa, pero no por las mismas causas. Mientras tanto, los colombianos esperamos no reescribir a Monterroso diciendo: “Cuando despertó, el ELN todavía estaba allí”.
Publicada originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/claves-negociacion-el-eln-articulo-553091