Víctor de Currea-Lugo | 14 de noviembre de 2010
En el departamento de Caquetá, donde Médicos Sin Fronteras (MSF) ha atendido durante más de cuatro años los problemas de salud mental de 5.064 pacientes, el 40% de ellos provenientes de zonas rurales, hemos encontrado hallazgos relevantes: existe una relación entre las dinámicas de la guerra, sus consecuencias (disfunción familiar, desplazamiento, problemas económicos…) y la aparición de síntomas en la esfera mental.
Algunos de ellos progresan hasta convertirse en alteraciones, siendo la más común el trastorno adaptativo: la dificultad para adaptarse a una nueva realidad. En segundo lugar, están los problemas de relación asociados con el abuso o la negligencia, y como tercer diagnóstico encontramos la depresión mayor.
Además de la alteración mental producida por el conflicto, las personas enfrentan una segunda violencia: la del estigma y la discriminación. Y, como si fuera poco, sufren una tercera violencia: la que nace del abandono estatal. Colombia destina sólo el 0,1% del presupuesto de salud para salud mental, mientras otros países de la región invierten hasta el 8%. En Caquetá, con más de 400 mil habitantes, sólo hay un psiquiatra.
En el último informe de salud mental de MSF, Tres veces víctimas: de la violencia, del estigma y del abandono, se demuestra la relación entre el conflicto armado y la salud mental, que las víctimas requieren un sistema de salud que actúe aceptando dicha relación, que la población rural recibe positivamente este tipo de programas, que con recursos económicos limitados es posible atender a las víctimas y que las personas que son atendidas mejoran sus síntomas.
Con base en esa experiencia y en otras similares en zonas de conflicto en Colombia, llamamos la atención sobre la necesidad de que las víctimas reciban acompañamiento en vez de rechazo o estigmatización. Además, el Estado tiene que fortalecer los planes de salud mental e integrarlos como parte esencial de primer nivel de atención.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/articulo-234920-tres-veces-victimas