La agenda sigue

Víctor de Currea-Lugo | 25 de agosto de 2011

El problema ya no es Gadafi, sino lo que sigue tras su desaparición política, el futuro inmediato de Libia. El modelo económico: una oposición endeudada militar y moralmente con la Unión Europea podría ser complaciente con las políticas neoliberales de privatización de la industria petrolera y la apertura de mercados.

La situación de derechos humanos es preocupante, como lo hizo ver uno de los líderes de los rebeldes, Mustafá Abdul Jalil, presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT), declarando que las fuerzas de oposición habían cometido crímenes contra la población civil, repitiendo lo que hicieron los seguidores de Gadafi desde el comienzo de las protestas. Incluso Jalil amenazó con renunciar buscando frenar los abusos de los rebeldes.

La agenda de género es también crítica. En las manifestaciones de celebración de la caída del régimen y del arribo de los rebeldes a la Plaza Verde, las únicas mujeres que estaban allí eran extranjeras periodistas.

La composición del CNT no deja de inquietar: Mustafá Abdul Jalil, su líder, fue ministro de Justicia de Gadafi durante cuatro años. En este cargo fue responsable por violaciones de derechos humanos y, entre otras cosas, por la condena a muerte de enfermeras búlgaras. Sin embargo, previos informes de ONG internacionales lo presentan como un hombre que buscaba, a su manera y dentro de sus de límites, el respeto por los derechos humanos.

El otro líder de la oposición fue el general Abdul Fatah Younis, hasta febrero la mano derecha de Gadafi en el cargo de ministro del Interior. Younis murió a finales de julio de 2011 en extrañas circunstancias. Una de las explicaciones de su muerte es que fue fruto de peleas entre grupos armados de la resistencia. Un tercer nombre es el de Khalifa Belqasim Haftar, antiguo militar libio, exiliado en los Estados Unidos y, para algunos, asociado con la CIA.

Diferente es el perfil de Omar El-Hariri, quien planeó un golpe contra Gadafi en 1975, estuvo 15 años en prisión y luego en arresto domiciliario hasta el comienzo de la actual revuelta. Su posición contra el régimen no puede ser tildada de oportunista. Y finalmente está Mahmoud Jibril, experto en relaciones internacionales, formado en los Estados Unidos y para algunos, la cara “internacional” de los rebeldes.

Queda pendiente ver cómo se resuelven las tensiones políticas entre las dos regiones que componen Libia: Tripolitania y Cyrenaica, que históricamente fueron entidades separadas; las tensiones tribales no son pocas, igual que las diferencias dentro de los rebeldes. La CNT ha sido reconocida como gobierno por más de una treintena de países, pero eso no significa que haya un consenso dentro de Libia alrededor de su liderazgo. La nueva agenda debería definir si habrá una nueva Libia o si hubo seis meses de guerra y miles de muertos para que, al final, todo siga igual.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/la-agenda-sigue-columna-294506