Víctor de Currea-Lugo | 1 de noviembre de 2023
Es hora de un balance sobre Palestina. Al margen del genocidio en curso, vale mirar un poco el panorama internacional: UNICEF definió Gaza como un “cementerio de niños”, Human Rights Watch condenó el uso de fósforo blanco (prohibido en las normas internacionales) por parte de Israel en Gaza, y Amnistía Internacional denunció el bombardeo de Israel con más armas prohibidas en el sur del Líbano.
Ya empezaron a ser noticia la muerte de miles de palestinos, ya alguien menciona que Israel ha bombardeado los aeropuertos sirios de Damasco y de Alepo, ya alguno incluye en sus análisis que Israel tiene 200 cabezas nucleares y que nunca ha tenido inspección alguna por parte de la comunidad internacional.
Ya no hay temor de usar las expresiones que los bien pensantes nos habían prohibido porque eran muy «bruscas», como limpieza étnica, crímenes de guerra, apartheid y genocidio. Ya alguien está desempolvando las cientos de resoluciones de la ONU que ha incumplido Israel.
El jefe de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas presentó su renuncia al cargo en rechazo a la pasividad de la ONU ante el genocidio. Bolivia decidió cortar relaciones diplomáticas con Israel, y los Gobiernos de Colombia y Chile llamaron a sus embajadores a consultas. Las marchas en las calles van desde Chile hasta Noruega y desde Estados Unidos hasta Indonesia.
El argumento sionista de que condenar el genocidio en curso como una negación del Holocausto se cae de su propio peso. El embajador de Israel en la ONU lució una estrella de David, pero el responsable del Centro Yad Vashem para la Memoria del Holocausto lo desautorizó.
A nivel militar, aunque en los medios de comunicación poco se dice, además de los combates en la frontera entre Líbano e Israel (que ya ha dejado más de 150 muertos) y del ataque con misiles y drones desde Yemen contra Israel, hay reportes de ataques en los últimos días contra bases militares de Estados Unidos en Siria y en Irak.
Las usualmente precavidas monarquías del golfo Pérsico: Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, esta vez condenaron enérgicamente la masacre del campamento de Jabalia. Y miles de judíos, desde muchos rincones del mundo, han salido a repudiar que en su nombre y en el de millones de víctimas del Holocausto se haga otro genocidio.
La ONU demostró que no sirve, ya lo habíamos dicho hace décadas, no solo porque fue incapaz de proteger los campamentos en Sabra y Chatila, en 1982, como lo había prometido y en el que mataron a miles de palestinos, sino que, en honor a la verdad, fue uno de los causantes del conflicto al imponer el Plan de Partición de la Palestina Histórica, de 1947, que le ordenó Reino Unido.
Turquía podría ser más efectiva: si cierra la llave del suministro de petróleo a Israel generaría un hecho político y económico esencial para detener la matanza, pero ya sabemos que la política exterior turca ha cambiado en los últimos 20 años según el viento que fluya para un lado o para el otro. Hasta Joseph Borrell, defensor de la causa sionista, tuvo que salir a condenar el ataque contra civiles.
Jordania, de mayoría palestina, acusada de posturas débiles frente a Israel, decidió llamar a consultas a su embajador de Tel Aviv. La decisión de Jordania es altamente significativa porque comparte frontera con Israel y ha sido acompañante en varios intentos de negociación.
Pero, me parece, que este viernes el conflicto tomará un curso más claro. No tanto por la visita que hará a Israel Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos, para confirmar el apoyo estadounidense a Israel. Blinken ha sido enlace entre el lobby sionista y los gobiernos de Clinton y de Obama.
Lo más decisivo sería la anunciada declaración que este viernes 3 de noviembre, a las 3 pm, hará el secretario general de Hezbollah, Hasan Nasrallah. Después de reivindicar haber realizado 105 ataques contra Israel, en lo que va del mes y, muy especialmente, después de la guerra de 2006 en la que el grupo Hezbollah arrinconó a Israel, lo que diga Nasrallah será crucial.
El mundo está abriendo los ojos, tal vez, “too little, too late” pero algo es algo. Ese viernes de visitas, rezos, marchas y declaraciones el panorama podría ser más claro, pero no por ello más optimista.