Víctor de Currea-Lugo
Ese crisol de pueblos es un buen reflejo de su propia historia porque aquí estuvieron los fenicios (de los que varios se sienten herederos directos) los griegos, los romanos y los otomanos. Beirut fue sede de la escuela de derecho bajo el imperio romano y centro comercial bajo el control de los árabes.
En años recientes, también estuvieron los sirios y los israelíes batallando en sus calles. Beirut vio en 1982 a los palestinos civiles masacrados en Sabra y Chatila (con la complicidad de Israel), la permanencia de las tropas sirias en su territorio por treinta años (hasta 205) y sufrió el despiadado bombardeo israelí de 2006, durante la guerra con Hizbollah.
El centro de la ciudad lo marcan la plaza de los mártires y la mezquita de Mohamed Al-Amin, réplica de la Mezquita Azul, de Estambul. Como toda mezquita, tiene la magia de los que creen y la admiración de quienes simplemente la visitamos. Beirut y sus sitios más emblemáticos han visto los combatientes de muchos lados y las banderas de tantos otros, como cuando el país se volcó a las calles, en marzo de 2005.
El barrio de al-Hamra es una de las zonas más vivas de la ciudad. Se mezcla el olor del narguile y las tiendas modernas, la bulla de los carros y la quietud de los velos. La fiesta nocturna está allí. La fiesta tiene su sitio preciso, pero la inmigración y el refugio, no. Beirut es una ciudad llena de refugiados que no se notan: de palestinos desde los años cuarenta; de sirios desde hace seis años.
Y cerca está la costa mediterránea, con sus playas poco visitadas, menos aún por las mujeres; las pocas que van, visten en su mayoría de manera discreta y no se aventuran al agua como los hombres. En otro sector, en su paseo costero, la gente camina, pesca o juega a hacerlo. Beirut mira al Mediterráneo, aunque a veces más parece que le da la espalda.
A Líbano lo llaman: la Suiza de Oriente Medio, como a Colombia: la Suiza de América Latina. La verdad es que llegué esta vez a Beirut después de dos semanas en Suiza y no veo el parecido. Bueno, Colombia y Líbano sí se parecen por su gusto por las cirugías plásticas, su falta de puntualidad, la forma en que conducen, los trancones eternos y la sensación de que todo puede ser posible. Beirut es una ciudad alegre y bulliciosa, con un dolor dormido que a ratos se despierta, en los últimos años, cada vez de manera más frecuente.