Víctor de Currea-Lugo | 13 de julio de 2024
La primera vez que se oye una bomba de 500 libras rasgar la tierra hasta sus entrañas, uno no se asusta, uno no llora, uno no tiembla: uno se caga. Eso me pasó en el Sur de Bolívar, Colombia, a finales de los años 90; y es lo que ahora pasa en Gaza.
La embarcación humanitaria en la que íbamos, en aquella época, se bamboleó como si fuera un barquito de papel, de los que hacíamos en la escuela primaria; y al fondo se mezclaban los ruidos de antes y de después, de cosas grandes rotas, de pedazos desvencijados.
Ahora, hace pocas horas, de hoy 13 de julio, la zona de Kahn Younis, en Gaza, fue de nuevo atacada, como lo ha sido en 2021, en 2019, en 2014, en 2012, en 2008; como ha sido atacada toda Palestina de manera infernal hasta que el olor a muerte impregne las cunas y todo tenga cara de cementerio.
Cayeron sobre Khan Younis bombas de esas de 500 libras. Y no una, ni unas pocas. Luego de las bombas cayeron nueve misiles. El objetivo: un campamento de palestinos desplazados de un lugar a otro, cada vez con menos cosas y menos esperanza.
Israel había dicho que ese sitio específicamente era un “lugar seguro”. Un lugar seguro… de ser bombardeado, como ha sucedido con prácticamente en todas las zonas que el sionismo dice: vayan allá que allá estarán a salvo.
Israel dice que era para matar a Muhammad Al-Deif, líder de Hamas, quien estaba en otro lado, quien ya dijo que está vivo; cuya presencia allí tampoco justificaría una matanza como la que hizo Israel. Eso lo sabe cualquiera que haya ido a un curso básico de DIH.
Masacre en Khan Younis
Ya van cientos de víctimas, gente despedazada en trocitos de humanidad, sin humanidad que la defienda. Ya deben estar listas las declaraciones de condena, con un formato estándar, de parte de las Naciones Unidas y de otros organismos que no irán más allá de los papeles.
Dos horas después, seguían llegando heridos al hospital de Nasser y de al-Kuwait, ya colapsados, ya con pocos recursos, ya agotados de atender heridos de ayer, de la semana pasada, del año pasado, de la década pasada. Así por 76 años.
Israel bombardeó civiles, hombres, y mujeres y niños. Y de paso atacó los frágiles pasos hacia una salida negociada. El sionismo sigue enterrando el derecho internacional.
Una vez se produjo el primer ataque, la Defensa Civil palestina se metió de cabeza, a ayudar y fueron víctimas de las siguientes oleadas de ataques de Israel. La prensa internacional, ¡ay la prensa!, sigue enmascarando (como la colombiana) el genocidio.
The Guardian, por ejemplo, tituló: Hamas mastermind of 7 October attack target of deadly Gaza strike, claims Israel (el autor intelectual de Hamas del ataque del 7 de octubre, objetivo del mortal ataque a Gaza, afirma Israel). ¿Ven las prioridades?
La lógica sionista es que eliminar a Hamas bien vale asesinar a más de 40 mil personas y 40 mil más si fuera necesario. ¿Cuántos más días así para que el mundo entienda que lo que vivimos se llama genocidio?
Con bombas de 500 libras y luego 9 misiles, Israel atacó un campamento improvisado donde trataban, en vano, de dormir 80 mil palestinos. Los números no mienten. Son bombas, como otras miles, hechas y entregadas por Estados Unidos.
Son bombas que las máquinas de la muerte, entrenadas por Estados Unidos, alimentadas por Estados Unidos y financiadas por Estados Unidos, y han asesinado palestinos, vietnamitas, colombianos, iraquíes, afganos y gente de muchos otros lados.
Las noticias siguen: más ataques israelíes al sur de El Líbano, más crímenes de guerra en Cisjordania, más bombardeos en otras zonas de Gaza. La masacre de hoy es la norma, parte del paisaje cotidiano de los palestinos. Pero el problema, para los sionistas, los tibios, los timoratos, es Hamas. HEHF.