Víctor de Currea-Lugo | 7 de marzo de 2025
El carnaval de Río de Janeiro es, como todo carnaval, una mezcla de rituales locales, una explosión de deseos reprimidos y un espacio para ponerse o quitarse la máscara, según se quiera. A veces, la música de Brasil me pareció más un lamento que una alegría, como cargada de nostalgia, eso que ellos llaman “saudade” y que nadie sabe traducir.
Me explican que, como en la mayoría de los carnavales alrededor del mundo, hay uno oficial costoso y encorsetado especialmente para los turistas. Y hay otro popular de las calles donde el disfraz es menos costoso.
A mí me pareció más fiesta popular que lujuria. Esto último es lo que nos venden. Claro que toda fiesta tiene algo de lujuria, pero me parece que se vende un carnaval que la calle vive de otra manera.
En la calle la gente exhibía sus cuerpos, sin temores a mostrar la cicatriz, la arruga o la estría. En medio de las calles coloridas se ven muchos habitantes de calle en los que nadie repara, ni en sus cuerpos.
No voy aquí a pontificar sobre un carnaval con tanta historia y estudios. Solo paso a compartirles algunas fotos de este carnaval. No todo en la vida puede ser conflictos armados.