De Estado a Califato

Víctor de Currea-Lugo | 1 de julio de 2014

La declaración de un califato islámico por parte de ISIS es un reto para Occidente: deben dejar de pensar en las fronteras estatales como principal referente político de Oriente Medio.

Las milicias suníes radicales de Irak y Siria, que venían funcionando bajo las siglas de ISIS, han decidido renombrarse como “califato islámico”. El nombre del hasta ahora “Estado Islámico de Irak y Sham” sonaba extraño, especialmente porque el Estado (en la acepción moderna) es incluso contrario al islam y porque en árabe “Estado” es una palabra nueva. Más allá de si Estado o califato, el nombramiento de su líder como califa define la naturaleza de la nueva institucionalidad: una forma de gobierno teocrático al servicio del islam.

Parte de las tensiones del siglo XX en Oriente Medio estuvieron relacionadas con el nacionalismo (desde los Estados), pues la idea de venerar la patria es incompatible con las versiones islámicas más radicales de que solo Dios (Alá en árabe) debe ser venerado. Además, la traducción de “Sham” tiene tres acepciones: Damasco, Siria y Levante (para algunos, equivalente a Gran Siria) y no era claro a qué se referían. La misma organización ha tenido varios nombres: el Grupo del Jihad y el Monoteísmo, Al-Qaeda en Irak, Estado Islámico de Irak y Estado Islámico de Irak y Sham.

Esto evidencia un reto para Occidente: dejar de pensar en las fronteras estatales como principal referente político de Oriente Medio. Ni árabes, kurdos ni turcos lo hacían, y si finalmente lo aceptaron fue fruto de la presión imperial de Inglaterra, Francia y luego de Estados Unidos.

En muchos de mis viajes a Oriente Medio hay una noción que pesa en el debate político: Estados Unidos tiene un plan detallado para redefinir Oriente Medio. Esto, dicen los que así lo creen, se manifiesta en la guerra de Irak, el apoyo a ciertos actores (como Israel) y el ataque a otros. Más allá de ese punto lo que sí es cierto es que los suníes radicales tienen un plan puesto en práctica que confronta las fronteras arbitrarias que Inglaterra y Francia le impusieron a Oriente Medio por el famoso Pacto Sykes-Picot. Y su mayor ejemplo es el ahora declarado “califato islámico”.

Un califato es, por historia y definición, islámico, pero creería que se nombra así por oposición a la concepción de un modelo de administración laica, subrayando el carácter religioso que rige tanto lo privado como lo público. Ser califato implica la puesta en práctica de instituciones de administración. El hasta ahora ISIS deja de ser una milicia para formar un gobierno, con todo lo que eso implica. No es sólo un cambio de nombre, es una apuesta cualitativa que no esperaba Occidente.

El califa recién nombrado es Abu Bakr al-Baghdadi, líder del ISIS y quien tiene un doctorado en estudios islámicos por la Universidad de Bagdad. El califato naciente tiene como eje dos ciudades: Mosul en Irak, ciudad de casi 2 millones de habitantes, y Raqqa en Siria, con más de 300.000 habitantes.

El gran rezagado es Al-Qaeda, organización que rechazó hace pocos meses tener vínculos orgánicos con el ISIS y que, además, perdió su brazo armado en Siria (Al-Nusra), pues éste se ha decantado a favor de ISIS. El nuevo califato llama a ser reconocido y obedecido por todos los musulmanes del mundo. Es muy posible que grupos como Boko-Haram o Al-Shabbab expresen su simpatía. Su modelo de justicia es de temer: masacres en Irak, crucifixiones en Siria y decapitaciones en todo lado, muestran su sentido de la justicia.

Mientras no entendamos que el mapa religioso y cultural precede al mapa de las naciones en Oriente Medio, poco podemos avanzar en comprender su lógica política. Y la guerra sigue su curso.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/de-estado-califato-articulo-501730