Víctor de Currea-Lugo | 8 de mayo de 2022
Hace 77 años, un 9 de mayo hora rusa, la Alemania de Hitler se rendía ante el avance del Ejército Rojo, conocido como el Día de la Victoria. Sin duda, la historiografía occidental y el cine nos han hecho subvalorar el papel cumplido por la Unión Soviética en la derrota del fascismo.
Este día se celebra en muchos países del mundo. En 2018, en Rusia marcharon más de 10 millones de personas recordando al Regimiento Inmortal. En Madrid, 2022, desfilaron familiares de quienes lucharon contra las tropas nazis portando las fotos de sus familiares. Algunos lucían la cinta de San Jorge, que pasó de ser un símbolo de lucha antifascista, a representar a los independentistas ucranianos. De hecho, hace 5 años fue prohibida en Ucrania.
Se ven mezclados símbolos de la antigua Unión Soviética y banderas de la Federación Rusa, lo que enrarece aún más el ambiente, porque no corresponden a lo mismo, pero principalmente, porque lo ruso y lo soviético se mezcla para apoyar a Putin.
Unos 200 metros al norte, un grupo de ucranianos ondea banderas ucranianas y rechazando la guerra. Generalizan todo lo ruso y piden su expulsión de España. Uno de los muchachos tiene una camiseta con los emblemas de batallón Azov, identificado como neonazi.
Los prorrusos gritan la consigan de “no pasarán”, tan importante en la historia española; los ucranianos gritan: “rusos asesinos” y ambos se gritan “fascistas”. Hay otros, dos o tres, que son rusos y quieren rechazar la guerra, pero al tiempo conmemorar el Día de la Victoria.
Ucrania está fracturada, no digo 50/50, sino simplemente fracturada. España lo estuvo en la Guerra Civil Española, como otras guerras han roto amistades y familias. Duele que no hay puentes ni interés por construirlos, solo gritos de odio.