El buen francés

Víctor de Currea Lugo, 14 de enero de 2015

En Noruega, un atleta de origen somalí resaltaba que cuando ganaba una prueba era noruego, pero cuando llegaban malas noticias de su país natal era visto como somalí.

En abril de 2007, Seung-Hui Cho mató 33 personas en la Universidad de Virginia. Cho había nacido en Corea del Sur y se había criado desde los ocho años en EE.UU.; el joven fue presentado ante la prensa como “surcoreano”.

Hay un elemento que poco se menciona en el caso de París: los hermanos Kouachi nacieron y crecieron en Francia, país donde viven cinco millones de musulmanes. El problema no es la migración. Europa no recibe terroristas de la migración sino que, literalmente, los exporta: no sólo emigrantes de primera o segunda generación sino los miles de europeos que se han enrolado en el Estado Islámico; sólo de Francia, 1.400. Con la lógica europea, Turquía debería pedir visa a los europeos que la visitan porque podría haber entre ellos un terrorista.

Por esto, hacer una lista de extranjeros sospechosos, cerrar las fronteras o endurecer las leyes de migración no sirve. Precisamente es lo que pide la extrema derecha: desde la Holanda de Geert Wilders hasta la Francia de Marine Le Pen.

No son musulmanes nacidos y criados en Afganistán o Indonesia los que masacraron a los periodistas, sino europeos de nacimiento y de formación. Tan franceses como los cristianos que en 1988 incendiaron un cine en París por proyectar la película La última tentación de Cristo y dejaron 12 heridos.

El problema es cuando empezamos a definir lo realmente francés. ¿Qué es lo más representativo de un pueblo? ¿Es más francés un judío que un musulmán, un negro que un blanco? Los musulmanes franceses no son comunidad homogénea. ¿Cuál es el buen francés musulmán?

En rigor, no habría ningún error al titular la noticia “Dos franceses mataron a un grupo de periodistas”, pero se insiste casi únicamente en su fe, no sólo porque los asesinos decían profesar la fe musulmana, sino porque una sociedad que los reconozca como parte de ella se cuestiona a sí misma.

A Hitler siempre se le representa como un monstruo; es más fácil negar que era tan humano como nosotros. Si reconocemos que los asesinos de París son seres humanos (y además franceses), entonces el debate ya no es sólo sobre el islam, sino que nos vemos obligados a salir de la cómoda trinchera del “buen francés” para hablar de las causas.

Seguir negando los errores de la política francesa y culpando al islam no servirá sino para crear más asesinos. Perseguir a los musulmanes franceses por un puñado de verdugos es abrir una caja de Pandora que ni Le Pen ni Wilders, ni los otros islamófobos que los siguen, sabrán cómo cerrar.

*Víctor de Currea-Lugo

Fuente:https://www.elespectador.com/opinion/el-buen-frances-columna-537968

Fotografía: De European People's Party – EPP Summit October 2010, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12162667