Víctor de Currea Lugo | 12 de abril de 2016
“Cualquiera es un señor, cualquiera es un doctor” podría decir el tango Cambalache. Pero Peñalosa no es doctor, gritan las redes sociales. Yo no sabía que lo fuera, ni pensaba que podría serlo. No porque crea que el título de PhD haga mejor moralmente a las personas o siquiera más académicamente competentes (que es lo que se espera) sino porque él miente, como lo hizo en sus promesas de campaña.
El refrán de que “lo que natura non da, Salamanca non presta” es cierto; no porque mi querida Universidad de Salamanca sea garantía de algo sino porque la naturaleza es implacable. El problema es que eso de robar tesis y/o de auto-abrogarse títulos no es una novedad.
Karl-Theodor zu Guttenberg, renunció al cargo de Ministro de Defensa alemán, en 2011, tras comprobarse que su tesis doctoral estaba llena de plagios. En 2012, el presidente de Hungría, Pál Schmitt, dimitió tras comprobarse lo mismo: para hacerse Doctor plagió buena parte de su tesis. Esa misma acusación cayó sobre el Primer Ministro rumano, Victor Ponta; la vicepresidenta del Parlamento europeo, Silvana Koch-Mehrin; y la ministra de Educación (!) del Ecuador, Sandra Correa.
Pero hay algo peor que el plagio (que implica un esfuerzo ilegal, pero esfuerzo al fin y al cabo): el auto-titularse. Hacer un curso de verano (al que basta con asistir para recibir el diploma) no es ni remotamente comparable con el duro esfuerzo de hacerse merecedor al título de Doctor, que tampoco deriva de hacer unos cursos de doctorado sino de escribir una tesis.
Diferente a los casos europeos, Peñalosa no va a renunciar porque, en general, en este país la gente no renuncia ni siquiera con pruebas fehacientes en su contra y, en particular, porque él no tiene vergüenza.
Nuestra sociedad asume que un diploma hace a las personas “gente de bien” o éticamente superiores, lo que no es cierto; nos seduce la “doctoritis” que nos rodea, las instituciones la demandan y la sociedad la disfruta. Personalmente conozco algunos académicos de teoría de conflictos que lo más rural que conocen es su finca en las afueras de Bogotá, pero hablan con propiedad de Putumayo.
Uno puede llamarse como le de la real gana (como en el caso de Springer) o inventarse títulos que no hagan daño a nadie (como el que se auto-denomina actor para vergüenza de Shakespeare o pintor); pero hay títulos que se asocian con conocimiento, responsabilidad y capacidad que, en el caso de los funcionarios públicos, tienen un impacto en la sociedad. “Doctor” Peñalosa: de la cara y no mienta.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/opinion/el-doctor-penalosa-columna-626759