Víctor de Currea-Lugo | 10 julio de 2014
Hace diez años, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) se pronunció sobre Palestina y le dio la razón. Como parte de la campaña palestina “Stop the Wall”, seguimos el debate en La Haya y pudimos ver (de nuevo) el juego israelí que ahora repiten frente a Gaza.
El año anterior, 2003, la Asamblea General de la ONU había pedido un análisis jurídico sobre el muro que Israel construía. Israel rechazó ese derecho de la Asamblea General, dijo que eso afectaría la paz, que resultaba tan esquiva entonces como ahora, consiguió que la Unión Europea se marginara del proceso y se presentó como víctima.
Israel dijo literalmente a la ONU que “la confiscación de tierras para la construcción de la barrera es proporcional al número de ciudadanos israelíes muertos y heridos”. Israel, como se ve, negocia hasta la sangre de sus ciudadanos por metros de muro.
La Corte concluyó que el muro es ilegal y por tanto debía demolerse, recordó la ilegalidad de los asentamientos y de la apropiación de Israel de Jerusalén del Este. El magistrado Buergenthal, judío y estadounidense, fue el único que se abstuvo con el argumento de que no había suficientes evidencias. Si un muro de cientos de kilómetros no es una evidencia, no sé qué sí lo será.
Ese julio de 2004 lloramos de la felicidad porque la CIJ le dio la razón a Palestina. De hecho, recomiendo el documento a todos aquellos que pretenden saber del conflicto. Dos meses después en Nueva York, en una reunión especial de la ONU, sostuve que la decisión jurídica de la CIJ ya era letra muerta, papel mojado. Y hoy, 10 años después, por desgracia sigo en lo cierto.
Gaza es más de lo mismo: una serie de actos consumados contrarios al derecho (como el muro), que el sionismo mundial (incluyendo el parroquial nuestro) trata de justificar, construyendo una noción perversa de guerra preventiva, violando sistemáticamente los derechos humanos.
La Unión Europea y Estados Unidos (y Colombia) renuncian al derecho en aras de sus intereses económicos, construyen un palestino imaginario del tamaño de los miedos de Israel y acusan de antisemita a todo aquel que ose criticar a Israel.
Por eso, mientras el derecho no sea tomado en serio, la justicia con Palestina no vendrá de la mano de la ONU y, también por eso, los palestinos seguirán resistiendo sin importarles mucho el qué dirá una comunidad internacional hipócrita y sesgada.