Víctor de Currea-Lugo | 22 de septiembre de 2011
Los esfuerzos de Barack Obama por cambiar la maltrecha imagen de su país en el mundo árabe, después del desastre de Irak, pueden naufragar en Naciones Unidas.
Si hay algo que no existe en las revueltas árabes es homogeneidad: ni en sus causas, en las agendas de los manifestantes, en las respuestas de los gobernantes. Aunque hay algunos elementos constantes. Uno de ellos, tal vez el que más, es la bandera palestina.
El apoyo irrestricto de los Estados Unidos a Israel lo pone, casi mecánicamente, en contra del mundo árabe. El expresidente George W. Bush dijo que los asentamientos ilegales son el “crecimiento natural de Israel” (2004) y Barack Obama prometió que Jerusalén sería “la capital indivisible de Israel” (2008). Estas frases muestran que la posición de los Estados Unidos sobre dos de los temas esenciales en el conflicto (los asentamientos y Jerusalén) es igual a la de su aliado.
Esa inercia política se repitió durante décadas. Por ejemplo, frente al proceso ante la Corte Internacional de Justicia sobre la ilegalidad del muro que construye Israel en territorio palestino (2004), los Estados Unidos abandonaron el derecho internacional. Así mismo, muchas veces han apoyado a Israel en el abandono de los caminos de la paz, y ahora, ante la ONU, abandonan a los palestinos en la búsqueda de salidas diplomáticas.
La gran diferencia es que el mundo árabe de 2011 no es el mismo. Contrario a sus gobiernos, los pueblos árabes sí tienen preocupaciones genuinas por la causa palestina, ya sea porque han recibido refugiados (Jordania, Líbano, Egipto, etc.), porque sus tropas se han enfrentado a Israel (Irak, Jordania, Siria, etc.) o porque Palestina es, de alguna manera, parte y prolongación de la traición europea al negar la formación de la nación árabe al final de la Primera Guerra Mundial.
La ecuación de poder está cambiando en el mundo árabe: viejos aliados, tanto de Israel como de los Estados Unidos, están en baja (Mubarak, Saleh), líderes acomodados al mercado van en declive (Ben-Ali, Gadafi) y gobiernos colaboracionistas con Israel están siendo cuestionados (Egipto, Jordania).
Estos pueblos ya no aceptan la inercia política como argumento. Ni aún los vacilantes aceptan la excusa del antisemitismo (además, porque los árabes también son semitas), ni mucho menos del terrorismo (a menos que uno crea que proponer algo a la ONU sea un acto terrorista). Estos pueblos ven un Israel vulnerable, que depende del gas egipcio, del colaboracionismo jordano y, lo más importante, de buenas relaciones con Turquía.
Ya que Obama se equivoca en la lectura de las revueltas, ya que insiste en medidas neoliberales para Túnez (país en crisis precisamente por las medidas neoliberales), ya que trató de salvar hasta el último minuto a Mubarak, por lo menos se espera que actúe en justicia allí donde tiene un poder determinante: la ONU.
La actitud de Estados Unidos frente al tema hace que los árabes recuerden el histórico desprecio de ese país a su pueblo, afianza en falso la arrogante posición israelí en la región y desenmascara las mentiras de Obama, cuando en junio de 2009 afirmó en El Cairo que “la situación de los palestinos es intolerable”.
EE.UU. está perdiendo el poco respeto ganado del mundo árabe, unifica a los árabes en su indignación, refuerza paradójicamente la soledad israelí en la zona y dispara el liderazgo del país que no ha dudado en confrontar a Israel: Turquía. Ya hay señales de ello: uno de los ministros del nuevo gobierno de Egipto afirmó que “el tratado de paz entre Israel y Egipto no es letra sagrada”. Así, ni el camino de la paz, del derecho, ni la diplomacia han servido a los palestinos. En estos tres fracasos Washington ha contribuido y el mundo árabe lo sabe.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/el-peligro-de-un-veto