Víctor de Currea-Lugo
El Sur del Cesar es un cruce de caminos y, en estos días, un cruce de protestas. Allí, en el municipio de Aguachica, se dieron cita los campesinos del Sur de Bolívar y las gentes de la región del Catatumbo. En Besote (y me fui sin saber por qué se llama así) están las carpas de la minga campesina.
Sobre la carretera se ve poca actividad, pero una vez me adentro en las fincas, descubro una serie de carpas y plásticos organizados para dar cobijo a alrededor de 2.500 personas: 1.500 provenientes del Catatumbo y casi un millar del Sur de Bolívar.
Los provenientes del Catatumbo llegaron el día 29 de mayo. Su travesía empezó antes: lograr salir de una región militarizada, con unas autoridades amenazantes y deseosas de bloquearlos. El Gobernador definió la protesta como un “paro armado” y dijo que “el paro trae muerte, desolación y violencia”. Y amenazó con sancionar a las empresas de transporte que faciliten el desplazamiento de quienes protestan. En Ocaña, me dicen los líderes sociales, “había 5.000 del ejército esperándonos para trancarnos, pero se dieron cuenta de nuestro traslado cuando ya estábamos aquí”.
La gente del Catatumbo demanda la revocatoria de la ley de Zidres, el reconocimiento del campesinado como sujeto de derechos y el desmonte del paramilitarismo, más los otros puntos del pliego nacional del paro. Están indignados con la comparación que hace Santos del Catatumbo con el Bronx (lo que demuestra que el presidente no conoce ni el uno, ni el otro); y con la estigmatización por el caso de Salud Hernández, por las misas que convocó el Gobernador para oponerse al paro. Mientras hablamos, los helicópteros sobrevuelan el área; me dicen los manifestantes que “por lo menos dos veces al día pasan a contarnos” y ríen.
Al otro lado de la vía están casi un millar de personas del Sur de Bolívar. Allí, en la reunión con la comunidad uno de ellos dice: “nosotros sabemos cuál es la paz que necesitamos”. Y agrega: “paz es que mis hijos algún día puedan ingresar a la Universidad, que un enfermo no se pudra esperando una radiografía”. Ellos también tuvieron que evadir los cercos militares para poder llegar al sitio de protesta acordado. “La Armada nos esperaba y los dejamos esperando (…) ellos son los mismos que en paro de 2014 casi nos hunden los botes”.
En ambos casos, han estado en buena comunicación con los dueños de los terrenos donde acampan, allí tienen comida, agua y sobre todo, muchas ganas de seguir. Estas zonas tienen un cerco militar por los cuatro puntos cardinales.
Más al norte, hay un tercer punto: La Mata, en el municipio de La Gloria. Allí hay menos manifestantes, ubicados prácticamente en la zona urbana. La relación con la comunidad es muy buena y el ánimo se mantiene a punta de guitarra. Uno de los entrevistados me dice que una periodista visitó su región y les dio el siguiente consejo: “lo mejor es que se vayan de aquí (de sus tierras), porque como aquí hay mucho guerrillero por eso es que los estigmatizan”. En La Mata son menos, por lo que uno de ellos matiza “somos un puñadito, solo un puñadito, pero con consciencia”.
Nos despidieron cantando estos versos de Hernando Marín, cantados a golpe de guitarra: “Oigan, blancos, les advierto, sí señor / Que mi raza volverá a estar como el sol / A pintarse los cachetes de color / Y a infundirles a ustedes miedo y temblor / Porque esta tierra es mi tierra / Y este cielo es mi cielo.
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Publicado en Las 2 Orillas: https://www.las2orillas.co/en-el-paro-agrario-desde-besote-cesar/