Víctor de Currea-Lugo | 29 de diciembre de 2012
La lucha entre las fuerzas de Bashar al Asad y los rebeldes persistieron durante todo el año. La lista de muertes ya llega a 45.000 y continúan los esfuerzos diplomáticos de la ONU para cesar el conflicto.
Mi último viaje fue en los días más calientes del verano. La comunidad internacional no terminaba de decantarse a favor de los rebeldes, pero la esperanza de triunfo era inminente, casi ingenua. Meses después, fruto de la alianza entre diferentes grupos de oposición y el grupo de países llamados “Amigos de Siria”, las posibilidades de triunfo son mayores y más realistas, tal como lo aceptó Rusia y como lo teme el régimen.
No dejaban de reír cuando les preguntábamos —sabiendo la respuesta— si eran mercenarios al servicio de algún poder regional, de Al Qaeda o de la CIA. Ellos se definían, reiteradamente, ante todo como sirios, sin entrar en preguntas sobre quién había sido soldado al servicio del régimen, o quien era kurdo. El temor de occidente de lo que podría pasar en el posconflicto no les preocupaba, pues “cada día tiene su afán”, nos decían.
Los heridos y los refugiados avanzaban en sentido opuesto a los rebeldes. Una familia, ya en el lado turco, se disculpaba repetidamente de no poder ofrecernos ni siquiera algo de beber. La hospitalidad árabe no es broma. Sus testimonios evidenciaban el terror del régimen, el apoyo que reciben de los rebeldes, y las necesidades de salud.
Nuestra gran pregunta era cómo transmitir a la gente del otro lado del mundo lo que vivíamos. No eran grupos de terroristas, no eran víctimas ficticias, no eran mentiras de la prensa occidental. De hecho, la entrevista con Ghatan Sleiba, uno de los periodistas más famosos del régimen sirio y ahora desertor, nos ayudaba a dar credibilidad a lo que decíamos.
El reto era entonces renunciar a esa mirada heredada de la Guerra Fría con la que se despachan de manera folclórica los análisis internacionales en muchas partes del mundo, respondiendo a la pregunta de quiénes son los malos y quiénes son los buenos.
Luego de haber visto las columnas de humo de las protestas de Daara, donde empezó la revuelta en 2011, y luego de ver cómo el miedo se ha ido superando entre 2011 y 2012, de oír a muchos sirios contando una y otra vez su drama, quedan algunas cosas ciertas: que el régimen injusto tiene sus días contados, que los rebeldes agradecen la ayuda que sea sin que eso implique vender su alma al diablo, que vendrán días más duros antes de que caiga el régimen y que el posconflicto —al igual que cualquier otro— tendrá retrocesos, dudas, divisiones y frustraciones. Pero también es cierto que Siria ya empieza a ver la luz al final del túnel, aunque nadie sepa con certeza qué tan largo es el tramo que queda por recorrer.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/siria-medio-del-conflicto-articulo-394485