Víctor de Currea-Lugo | 28 de mayo de 2012
Abyssinia era al antiguo nombre de lo que hoy se conoce como Etiopía, donde han sido encontrados los restos humanos más antiguos, y desde donde salieron hacia Europa y Asia, expandiéndose además por el resto de África, los primeros seres humanos.
Este país aparece en la Odisea y en la Ilíada, pero su caballo de Troya viene de dentro: la hambruna. Etiopia se hizo tristemente famosa en los años ochentas, cuando las hambrunas afectaron a 8 millones de personas y mataron a más de un millón. Hoy, un porcentaje importante de la población se alimenta de la ayuda humanitaria. ¿Qué tanto ha avanzado el país y la comunidad internacional en el manejo de la crisis, si más de 20 años después seguimos contando muertos de una enfermedad prevenible llamada hambre?
Etiopía aparece también en La Biblia, y tiene sus siete plagas: lluvias que nunca llegaron para fertilizar la tierra o que llegaron tan de prisa que inundaron los campos, sequías que han ido ampliando el desierto y arrinconando a las personas, aumento inusitado en el precio de los alimentos tanto dentro como fuera del país, conflictos armados con su estela de víctimas, hambruna, violencia de género amparada en la cultura y las tradiciones, y enfermedades olvidadas ante las cuales las casas farmacéuticas apenas producen algún medicamento.
En el museo de su capital, Adis Abeba, descansa Lucy, la prueba de nuestra historia. Lucy es el homínido bípedo más antiguo del mundo descubierto hasta ahora: una mujer menuda, a la que, quien le encontró en 1974, decidió llamarle Lucy, por la canción de los Beatles. La madre de todos es, de alguna manera, el mito de Eva llevado a la realidad. Pero en la misma tierra de Lucy está Ahmed, un niño de tres años, que dio también su primer paso en Abyssinia, a quien su madre trató de amamantar casi en vano, y quien ayer murió de desnutrición entre las tierras áridas, el conflicto armado, el bloqueo al mercado de alimentos, la falta de trabajo, y los valles que un día dieron alimento y amparo a Lucy.
Luego del largo gobierno de Haile Selassie (1930 a 1974), hubo un régimen al servicio de unos pocos, dedicado a ganar aliados internacionales, y disfrazado de “comunismo”, que fracasó principalmente por su incapacidad de leer la realidad local. Bajo el nombre de “terror rojo” el dictador Mengistu emprendió una campaña con la cual se mantuvo en el poder hasta 1991. Hoy en día, Mengistu vive refugiado en Zimbabwe bajo la protección de su amigo Mugabe.
Con la caída del gobierno y luego de una guerra civil, llegó al poder como presidente interino Meles Zenawi, en el marco de coaliciones políticas y de una nueva constitución. Etiopia fue reorganizada en provincias que corresponden a la distribución de las tribus y de los grupos étnicos, con lo cual la idea de la ciudadanía terminó debilitada y la red clientelar, que depende de las familias y los clanes, resultó fortalecida. Zenawi fue elegido en 1995, 2000 y 2005 en unas elecciones cada vez más criticadas, sobre todo por la creciente persecución perpetrada contra la oposición.
Pero Zenawi no es condenado por la comunidad internacional por dos cosas centrales: uno, por su apoyo a la lucha contra el terrorismo, en la que saca ventaja de no ser un país musulmán y servir de base de ataque a Somalia, por lo cual se le perdonan los atropellos que comete contra su población. Y dos, su implementación de las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, aunque estas medidas hayan perpetuado la injusticia y la exclusión. En el norte se ven grandes plantaciones de ajonjolí que desplazaron miles de pequeños cultivos de pancoger de campesinos pobres, ahora convertidos en obreros rurales de su otrora tierra, muriendo entre epidemias de malaria y de Kala-Azar. El neoliberalismo muestra así el impacto real de los megaproyectos agrícolas en las comunidades pobres.
Etiopia, que presume de ser el único país nunca colonizado de África, decidió en 2006 enviar tropas para ocupar a su vecino, Somalia, con el que tiene una vieja pelea por una región fronteriza en territorio etíope, llamada oficialmente “la región somalí”. Etiopia tiene una frontera tensa y sin definir luego de su reciente guerra con Eritrea, millones de personas dependiendo de ayuda alimentaria y un gobierno basado en lealtades tribales.
Aquí se resume, de alguna manera, la historia de la humanidad: la búsqueda de un paraíso perdido que llevó a la migración hacia el resto del mundo, las desgracias y las guerras, la discriminación, las recetas dogmáticas que no dejan ver la realidad, el amparo de la cultura para justificar lo injustificable. Si nos sentimos identificados en Lucy, orgullosos de sus pasos, nuestros pasos, hoy universalmente conocidos, ¿por qué no nos sentimos también unidos –no en el orgullo sino en la vergüenza- por la muerte de Ahmed por causa de la desnutrición?
Publicado originalmente en Arcoiris: https://www.arcoiris.com.co/2012/05/etiopia-cuna-de-los-humanos-y-del-cafe/