Víctor de Currea-Lugo | 4 de mayo de 2020
En Palestina, la sangre talle el cadáver en el suelo. A veces como semillas y otras veces como tumba, pero siempre como resistencia. Vivir allí, amanecer con el canto de la mezquita y sentir la ocupación es algo inefable, como lo es la vida y como lo es la muerte.
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