Irán ha aceptado que tiene un programa nuclear en curso, pero no acepta que esté desarrollando armas nucleares. A pesar de todos los rumores en su contra, no existen pruebas que permitan afirmar que esto último sea cierto.
Es más, como miembro del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), Irán invoca el artículo cuatro, que habla del “derecho inalienable de todas las partes en el Tratado de desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación…”.
La primera intentona de desarrollar un programa nuclear iraní fue a mediados del siglo XX, cuando Irán era amigo de Occidente, con el auspicio de Francia y —paradójicamente— de Israel.
Después de la revolución de 1979, Irán dejó de ser aliado para volverse enemigo, y su derecho a desarrollar energía nuclear se volvió motivo de grandes tensiones. Así, desde 2002, Israel ha dicho, para expresarlo de manera coloquial, que el próximo mes Irán tendrá ya la bomba atómica. De eso hace más de 11 años.
Paradójicamente, Irán —en cuanto negociador— le ofrece una tabla de salvación a Estados Unidos: un espacio para recuperarse internacionalmente por su pésima gestión ante las diferentes tensiones de Oriente Medio. Irán no podía negociar con Bush por su concepción del “eje del mal”.
Del lado iraní, la negociación hoy ha sido posible con la llegada al poder de Rohaní en reemplazo del radical Ahmedineyad. Esto implica un win-win (todos ganan) para las dos partes, pero genera nuevos frentes de malestar: el israelí (que ya manifestó no sentirse obligado por lo que salga de dicha negociación) y el saudita.
Perderían además los halcones que han presionado una acción militar contra Irán, campaña que se sumaría a las sanciones económicas ya en curso, por demás ineficaces en su intento de afectar a las élites iraníes.
Israel, que se opone frontalmente a cualquier tipo de negociación seria con los palestinos, tampoco acepta que se negocie con sus enemigos. La paranoia de Tel Aviv parece repetir una frase célebre de Ariel Sharón: “Lo que no se puede lograr por medio de la fuerza, se puede lograr con más fuerza”.
Contrario al caso iraní, hay pruebas de que Israel tiene por lo menos 200 cabezas nucleares, lo que Tel Aviv nunca ha negado. Es más, Israel no es parte del TNP, algo que le implicaría tener que someterse a inspecciones internacionales no deseadas.
Un proceso que apunte a la propuesta tantas veces dicha de “un Oriente Medio sin armas nucleares” supone no sólo un proceso de negociación con Irán, sino también renunciar a la doble moral de que las armas nucleares sí pueden estar en manos de los aliados de Estados Unidos.
Como me decía el líder iraní Alí Azkari Yazdi, exrepresentante de Irán ante la ONU, “si las armas nucleares son buenas, ¿por qué no nos dejan tenerlas? Y si son malas, ¿por qué las tienen ellos?”.
Fotografía: Arak IR-40 Heavy Water Reactor, Iran.
/Fuente:El espectador