La amenaza nuclear

Víctor de Currea-Lugo | 27 de enero 2018

Es difícil imaginarse lo que sintió el mundo cuando en agosto de 1945, Estados Unidos mató a miles de japoneses mediante dos ataques nucleares. Y más difícil imaginarse el dolor de las víctimas directas, de los sobrevivientes y de los que enfermaron y murieron mucho después, fruto de la radiación y las demás consecuencias de la explosión de las bombas atómicas.

Pero el horror quedó relegado a un segundo plano cuando las potencias optaron por desarrollar armas similares con el argumento (discutible) que la bomba es un elemento de disuasión que contribuiría a la paz mundial: el miedo a que el enemigo la use me lleva a no usarla, pero sí a adquirirla.

En estos casi 73 años, la carrera nuclear no se ha detenido, a pesar de la creación de organismos internacionales (como el Organismo Internacional de Energía Atómica, OIEA) y de protocolos y pactos para reducirla (como el Tratado de No Proliferación Nuclear, TNP). La amenaza persiste: existen miles de armas nucleares. Y como dijo Albert Einstein: “No sé con cuáles armas pelearán en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial usarán palos y piedras”.

En 2018, el panorama nuclear sigue siendo una preocupación por las siguientes razones: el creciente poder de Corea del Norte y sus continuas pruebas, el deseo de los Estados Unidos de romper el pacto que limitó la carrera nuclear iraní, la total falta de inspección y control internacional a la capacidad bélica nuclear de Israel, las tensiones entre dos países con armas atómicas (India y Pakistán) y hasta el riesgo de accidentes en las plantas nucleares, entre otras causas de dicha preocupación.

Existen 447 reactores nucleares repartidos en 30 países y 60 reactores más en proceso de construcción en 15 países. La realidad del cambio climático y la limitada existencia de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) han elevado las expectativas del uso de energía nuclear con fines pacíficos. Hoy, 11% de la energía eléctrica del mundo tiene su origen en plantas nucleares.

Trece de los 30 países con capacidad nuclear están construyendo nuevas plantas o reactivando viejos proyectos suspendidos, y 16 tienen proyectos de construir nuevos reactores, según el informe de la OIEA. Asia es la región del mundo donde más reactores están en proceso de construcción (39 de los 60 en curso).

Las armas nucleares

Las plantas para producción de energía con fines pacíficos tienen el riesgo de accidentes, como el que pasó en Chernóbil en 1986 y en Fukushima en 2011, pero el mayor riesgo viene de las armas nucleares. Hay entre 14.000 y 15.000 armas nucleares en el mundo, y alrededor del 90% pertenecen a Rusia o Estados Unidos. Otros países con capacidad militar nuclear, en orden del número de armas, son: Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte.

Sin embargo, en el curso de la Guerra Fría, hubo una serie de tratados que buscaron la reducción de la carrera nuclear. El primero fue el de la prohibición parcial de ensayos nucleares, en 1963; el ya mencionado Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), de 1968; el Tratado sobre Misiles Anti-Balísticos de 1972; los Acuerdos SALT de los años setenta y el Tratado INF de 1987. Ya tras el fin de la Guerra Fría fueron firmados los tratados Start I y II de los años noventa, remplazados por el Start III de 2010. Estos tratados permitieron pasar de 70.000 armas nucleares a mediados de los años ochenta a las casi 15.000 de hoy.

Pero estas medidas trajeron un optimismo limitado porque mientras existan estas bombas, la posibilidad de una guerra nuclear estará presente. La polarización del mundo, especialmente con el gobierno de Donald Trump y de sus séquitos, tanto en Estados Unidos como en otros países, revive no solo la Guerra Fría sino el miedo a una catástrofe nuclear.

Las secuelas ya las conoce el mundo a través de la experiencia japonesa; sin embargo, las consecuencias de una guerra nuclear hoy no serían lejanas a lo que los productores de Hollywood suelen mostrar en sus películas.

Por ejemplo, la bomba B-83 de los Estados Unidos tiene 75 veces el rendimiento de la bomba que cayó sobre Hiroshima, podría matar hasta 1,4 millones de personas en las primeras 24 horas y herir a más de 3,7 millones, pues su radio de acción alcanzaría 13 kilómetros. Y si la bomba rusa Zar (probada en 1961 pero hoy inexistente) cayera en Nueva York, mataría 7,5 millones de personas, dejando heridas a más de 4,2 millones.

Las armas están en manos, principalmente, de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China. Pero el que sean líderes de la ONU (cuyo principal mandato es velar por la paz y la seguridad internacionales) no es garantía de nada. De hecho, más del 90% de las armas convencionales que matan miles de personas en el mundo son producidas también por esos cinco países.

Y hay cuatro países que no solo representan amenazas a la paz mundial sino que tienen armas nucleares por fuera del control de la comunidad internacional: Pakistán, India, Israel y Corea del Norte.

El caso de Corea del Norte

Corea del Norte empezó su programa nuclear a finales de los años ochenta con un reactor nuclear de plutonio que le entregó la Unión Soviética. Y el programa con uranio altamente enriquecido empezó en los años noventa.

Corea del Norte hizo en 2006 su primera prueba nuclear y en 2016 su quinto ensayo, produciendo en esta última un terremoto de 5,3 grados en la escala de Richter, lo que demuestra su creciente capacidad. En 2017, hizo varias pruebas de lanzamiento de misiles con resultados exitosos.

La posibilidad que Corea del Norte opte por usar su armamento nuclear haciendo impacto en Estados Unidos es una incertidumbre. No solo podría recurrir a los misiles balísticos que ha ido perfeccionando, sino también a barcos, aviones o submarinos.

Ha habido variados intentos de negociación con Corea del Norte que, de hecho, hizo parte del TNP entre 1985 y 2003. Entre 2003 y 2007 se desarrolló un proceso de negociación conocido como: “conversaciones a seis bandas” en las que participaban además Estados Unidos, Corea del Sur, Rusia, China y Japón. Pero estos ciclos de diálogos no dieron ningún fruto.

La verdad es que la política estadounidense (y mundial) sobre la creciente capacidad nuclear de Corea del Norte se basa en dos hipótesis que no dependen para nada de Occidente: 1) que el gobierno de los Kim va a caer, y 2) que China se va a encargar de hacerle la tarea a Occidente de controlar a Corea del Norte, pero nada hace pensar que eso será así. Lo cierto es que con la llegada del nuevo líder al poder, Kim Jong-Un, y del ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, las tensiones han aumentado.

Las tensiones entre Pakistán e India

Pakistán, primer país de mayoría musulmana con capacidad nuclear, era parte de India hasta su separación en 1947. Los dos países comparten 2.900 kilómetros de frontera y sus capitales están a tan solo 692 kilómetros, una distancia que les hace vulnerables a un ataque con misiles.

El conflicto entre estos dos países tiene que ver con la disputada región de Cachemira y es agravado por el creciente poder del radicalismo islamista en el territorio pakistaní, que se evidencia tanto por la existencia de los Talibán de Pakistán, así como por el apoyo de los militares a estos y a otros grupos islamistas.

India tiene 22 reactores distribuidos en 8 plantas nucleares, mientras Pakistán tiene 5 plantas nucleares; cada uno tiene más de un centenar de cabezas nucleares, sin embargo ninguno de los dos es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Algunos análisis apuntan a la preocupación de que grupos islamistas pudieran apropiarse de material nuclear para efectuar ataques o a que provoquen un escalamiento militar entre los dos países, como fue el caso de los diez ataques en Bombay en 2008, que algunos asocian con los servicios de inteligencia de Pakistán. Al margen de las acciones de grupos islamistas, lo que sí es cierto es que el intercambio de disparos y pequeñas escaramuzas son cotidianas en la línea de frontera.

El caso de Israel

Israel mantiene un discurso ambiguo: no niega que tenga armas nucleares, dejando abierta la posibilidad de ello como un mensaje a sus enemigos; pero tampoco lo afirma para evitar los controles internacionales a los que se podría enfrentar por dicho reconocimiento.

Se cree que Israel afianzó su capacidad nuclear en los años ochenta y la fuente de esto es el técnico de una de las plantas nucleares Israelíes, Mordejái Vanunu, quien brindó información a la prensa inglesa, lo que le valió que el Mossad (el servicio de inteligencia Israelí) lo secuestrara en Roma.

La capacidad nuclear de Israel es un secreto: según la fuente usada, oscila entre 80 y 400 armas nucleares y termo-nucleares. Esta realidad contradice la propuesta de un Oriente Medio sin armas nucleares y crea un estímulo perverso para que otros países de la región opten también por la carrera nuclear.

Las actitudes desafiantes de Israel contra Siria, Irán y Líbano, para citar solo tres casos, y la impunidad que le ha garantizado el apoyo de Estados Unidos, hacen que crezca la percepción de Israel como una amenaza.

Israel se ha opuesto desde 2002 a que Irán desarrolle energía nuclear y ha hecho de ese tema una de sus campañas ante la comunidad internacional, pero la firma del tratado en 2015 entre Irán y el llamado grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes de la ONU, más Alemania), significó un retroceso al deseo israelí de optar por la vía militar.

En general, no deja de ser paradójica la doble moral con que se justifica o condena la posesión de armas nucleares, dependiendo de si las tiene un amigo o un enemigo. Como me decía un diplomático iraní: “si las armas nucleares son malas ¿por qué las tienen ellos? Y si las armas nucleares son buenas ¿por qué no nos dejan tenerlas?

Publicado en: Revista Diners https://revistadiners.com.co/actualidad/planeta/53076_la-amenaza-nuclear-2018/