La salud en Siria, sin tregua

Siria
Fotografía ICRC

Víctor de Currea-Lugo | 29 de abril de 2016

Más de 30 personas han muerto en bombardeos a hospitales esta semana. La red de salud ha sido destrozada por el Gobierno en las zonas rebeldes. La política internacional parece aceptar el aumento gradual de la crueldad.

Otro hospital fue atacado en Siria. No es el primero ni será el último. Un amigo de Naciones Unidas me dice que el ataque a los servicios de salud en Siria es más cotidiano de lo que la prensa muestra. Y esa perversión es múltiple: atacar civiles que atienden médicamente a otros civiles, bombardear sitios donde la gente cree que estará más protegida y destrozar la red de salud en medio de una guerra, precisamente cuando la gente más la necesita.

Los hospitales no son objetivos militares ni los ataques en su contra daños colaterales: son crímenes de guerra. Esta semana, en Alepo, el hospital apoyado por Médicos Sin Fronteras (MSF) fue atacado, dejando 27 muertos; el hospital Mar’at Al Numan, en Idlib, fue bombardeado en febrero pasado y 25 personas perdieron allí la vida, y a comienzos de abril, el único médico de la ciudad de Zabadani fue asesinado después de atender a un herido. Sólo tres ejemplos de un drama cotidiano.

En Alepo hay miles de personas atrapadas en una ciudad que se desgaja por los combates. El alto al fuego no ha sido tal, por lo menos para los civiles atrapados en zonas a donde no ha podido llegar la ayuda humanitaria. En la parte norte de Siria, hace un par de semanas se reportaba cómo el frente de guerra se acercaba cada vez más a los campos de desplazados. Unos sufren atrapados y otros desplazados: en promedio, 50 familias han sido desplazadas por hora desde el comienzo de la crisis en 2011.

MSF, la organización que ha visto cómo sus hospitales son bombardeados por el ejército de Siria, es la misma organización que en agosto de 2013 tuvo la valentía de denunciar el ataque con armas químicas contra la población civil, acción que después Human Rights Watch atribuiría al gobierno sirio.

Un informe de Naciones Unidas, de comienzo de 2016, es desolador: por lo menos 640 trabajadores de la salud han sido asesinados: 57 % de los hospitales públicos y 51 % de los centros de salud funcionan parcialmente o han sido cerrados y la producción local de fármacos ha caído en 70 %. Al tiempo, se calcula que 13,5 millones de personas están necesitados de ayuda humanitaria: más de la mitad de la población total del país.

Lo que se juega, además de la supervivencia de los civiles y el respeto por los trabajadores humanitarios, es la aceptación del aumento gradual de la crueldad. El régimen cuenta con la “fortuna” de que en su territorio pelea el Estado Islámico y la teoría del “mal menor” se impone: mejor un dictador conocido que un califa por conocer; cuenta además con el terrible antecedente de que Estados Unidos faltó a su propia línea roja para actuar: el uso de armas químicas, y cuenta con el apoyo ruso: Rusia tiene en Siria una base militar que mira el mar Mediterráneo, en Tartus, base que es tan relevante como la de Sebastopol en Crimea, que bien valió empezar una guerra en Ucrania.

Los convoyes humanitarios no pueden entrar a muchas zonas, son víctimas del robo de materiales médicos y quirúrgicos, los cierres totales a centros urbanos persisten, se niegan los permisos para evacuaciones médicas, la desnutrición aumenta y los hospitales siguen siendo bombardeados.

En Afganistán, en octubre de 2015, otro hospital de MSF fue bombardeado por Estados Unidos. Hubo 42 muertos. Obama aceptó la responsabilidad, pero los castigos para los militares involucrados sólo incluyen suspensión laboral, cartas de regaño, sesiones de terapia y cursos de entrenamiento. Si esos 42 civiles asesinados fueran europeos, entonces el castigo sería diferente.

La crueldad progresiva ha triunfado: ni el uso de armas químicas, ni el desplazamiento de la mitad de la población de un país, ni los millones de refugiados han servido para que el mundo se mueva a favor de Siria. Atacar hospitales es sólo una táctica más de un régimen y de sus aliados que, en su nivel de crueldad, poco tienen que envidiarle al Estado Islámico. Como dijo Joanne Liu, presidenta internacional de MSF, ante la ONU: “Hoy, en Siria, lo anormal es ahora norma, lo inaceptable es aceptado”. Y Europa, la de los derechos humanos, cierra las puertas a los que huyen de sus propios bombardeos.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/salud-siria-sin-tregua-articulo-629901