Víctor de Currea-Lugo | 30 de enero de 2017
A El Carmen se llega por una vía que es como la paz: tortuosa, peligrosa, estrecha y descuidada por las autoridades. Es una vereda, de Remedios, donde se estableció uno de los Puntos de Pre-agrupamiento Temporal (PPT) de las FARC.
Cruzamos por Segovia, Remedios y Cañaveral, entre tantos otros sitios. Cada uno de esos pueblos tiene el recuerdo de su propia masacre. Allí hablamos con comandantes del Bloque Magdalena Medio y con dirigentes de la comunidad.
Pesa una sensación de incumplimiento del gobierno en la instalación de las zonas veredales, una líder de la comunidad sustenta su optimismo en dos puntos: que el gobierno se mantiene en el discurso de la paz y que la comunidad internacional acompaña el proceso: “esa es la garantía de la que nos tenemos que agarrar”.
Antes del punto
Antes de confirmar la concentración de guerrilleros, hubo varias reuniones con la comunidad, con presencia de delegados de las alcaldías y hasta del ELN. Lo que más preocupaba era (y es) la suerte de sus trabajos y los cambios en su vida cotidiana.
Uno de los líderes de la región dice que: “aquí nunca ha habido carreteras, también por eso la guerrilla floreció; cuando había un problema, incluso de salud, la gente buscaba a la guerrilla. Otros recuerdan que en el parque principal de Remedios dio misa el cura Pérez, comandante del ELN.
Cuentan además que la “Operación Bolívar” separó lo rural de lo urbano y el paramilitarismo se posicionó en los centros poblados, cometiendo muchas masacres, aunque la unidad de las guerrillas, en 2002, detuvo parcialmente el avance de los paramilitares.
Mirada desde las FARC
El siguiente paso es el traslado a la Zona Veredal de Carrizal, donde casi todo está por hacerse. Pedro Aldana, uno de los jefes de Bloque Magdalena Medio, dice que “el gobierno sabe que si no le cumplen a las FARC eso afectará el proceso con el ELN”. Cuenta que parte del plan regional es pelear porque la cercana Serranía de San Lucas sea una zona de priorización de la inversión social y para eso “tenemos que crear un frente común”.
Dice que la relación con los militares es buena: “coincidimos más fácil con los militares que con los políticos, es que los militares nos conocen, saben bien con quién están hablando”. Ante la pregunta si el gobierno les está “midiendo el aceite” con lo de las zonas de concentración, responde: “nos estamos midiendo mutuamente, eso es la política”. Reconoce su presencia histórica en la zona: “siempre hemos vivido aquí, no bajamos de la montaña; aquí estuvimos en la guerra, ahora aquí estamos en la paz”.
Mario Morales, comandante del Frente 37, sostiene que “el riesgo más grande es el paramilitarismo y no hemos visto una política clara (al respecto) por parte del Estado”. Esto, más una propuesta política que conquiste las mayorías y la creación del partido político de las FARC, son los tres puntos en los que centra la conversación.
Es autocrítico sobre los daños infringidos por las FARC a los civiles: “¿cómo no nos va a rechazar el dueño de un almacencito que hemos destruido por atacar un puesto de policía?”. Pero también es crítico del incumplimiento del Estado: “aun en medio de la guerra nunca nos faltó la comida, a la gente no le faltaba el jabón; hoy estamos en medio de la paz pero sin atención médica”.
Voces de la comunidad
“No era la primera vez que veíamos un guerrillero” me dice uno de los pobladores. Otro recalca la crónica ausencia del Estado: “aquí no entraba ni el Ejército, duraron más de veinte años sin entrar a la vereda Lejanías”. Lo que sí les resulta diferente es ver a los guerrilleros “en son de paz”.
La verdad es que muchos de los guerrilleros son de aquí: “son nuestros familiares, hijos, hermanos; por eso no va a ser difícil que se asimilen a la comunidad. Pero ya no tenemos la zozobra de cuando venían a visitarnos pues había el riesgo de que llegara el Ejército a combatirlos”. La comunidad valora la disminución de las tensiones por el fin del conflicto armado: “antes no podíamos hacer un mercado de más de 100 mil pesos porque éramos acusados de ser guerrilleros y perseguidos”.
Una plataforma social que se prepara para acompañar la implementación con las FARC, así como del diálogo con el ELN, es el Comité Territorial de Paz y Acompañamiento Humanitario. Uno de sus voceros sostiene que: “la población es la que tiene que exigir que los acuerdos se cumplan”.
Nos vamos del Punto con el sinsabor de que la burocracia parece ser más una excusa que una razón de un gobierno que no toma este proceso en serio. A pesar de lo anterior, decía una líder: “si antes uno arriesgaba la vida sin expectativa ¿por qué no hoy con un poco más de esperanza?”
Publicado originalmente en El Espectador