Víctor de Currea-Lugo | 28 de julio de 2020
Realmente increíble como una parte del país se pronuncia, como si fuera una fiera herida de muerte, ante la posible llegada de médicos cubanos a ayudar en la pandemia. No sé por qué me recordaban, y creo que no es exageración, cuando llegaban los liberales a matar conservadores o conservadores a matar liberales en los pueblos de hace muchos años. Pero tratemos de hacer un debate más o menos ordenado y serio sobre las razones y el contexto en el cual se pediría ayuda a los médicos cubanos.
Un informe publicado en junio pasado mostraba claramente tres cosas que han marcado la práctica del personal de salud durante la pandemia: aumento de la carga laboral, disminución del salario y aumento de las horas trabajadas. Este es un panorama general, medido a lo largo y ancho del país y sustentado en la observación directa.
De ahí se puede deducir claramente que se necesita que nos echen una mano. Reconocer la necesidad de ayuda no es ni un síntoma de debilidad, ni una vergüenza, ni un fracaso. Es simplemente asomarnos a la realidad. Muchos países del mundo han llamado en diferentes épocas y en diferentes circunstancias a que les ayuden. Por ejemplo, la Italia actual, de la Unión Europea, recibió ayudas para paliar su crisis.
En terremotos, es usual que durante un tiempo prudencial, mientras dura la emergencia, otros países envíen medicamentos o equipos de salvamento. Y eso de ninguna manera puede ser interpretado como una invasión o que los puestos de los bomberos y los socorristas locales están llamados a ser ocupados por los extranjeros.
Se vale anotar que la precariedad laboral en Colombia existe mucho antes de la pandemia, incluso mucho antes de la Ley 100, cuyo senador ponente fue Álvaro Uribe Vélez. Sobre esa precariedad, hay que reconocer que no se va a ver afectada por la llegada de un puñado de médicos cubanos, ni a favor ni en contra. Por tanto, decir que los médicos cubanos actúan como esquiroles para mantener la explotación laboral del personal médico colombiano es una falacia. La verdad es que los médicos cubanos ni son causantes de la explotación laboral, ni van a pauperizar aun más, si es que se puede, la situación del personal de salud colombiano.
Uno de los argumentos es la calidad de los médicos cubanos en sus tareas. La argumentación se sostiene en que alguien conoció un caso en el cual un médico cubano hizo en algún lado un procedimiento que no fue exitoso. La costumbre de tomar el todo por la parte es muy colombiana; yo también he escuchado muchas estupideces cometidas por colegas en Colombia y eso no puede ser la razón para de tajo descartar el nivel profesional y científico de los médicos colombianos. También han acuñado en las redes sociales que ellos son brujos, teguas, chamanes y otras cosas; como si en Colombia no hubiera gente tratándose contra el Covid a través de ajos, pócimas y menjurjes.
La mejor manera para mí de dirimir este debate es mirando los indicadores médicos en Cuba. Si bien es cierto la salud no solo depende de los servicios de salud, estos si son determinantes. Y lo que se ve en Cuba a nivel de mortalidad materna, de mortalidad infantil y de manejo de enfermedades crónicas me hace pensar y deducir, con muy poco margen de error, que el servicio de salud cubano es bueno y que sus médicos algo tienen de profesionales.
Otro de los argumentos que se utiliza es el posible desplazamiento laboral. Miles de médicos colombianos están altamente preocupados porque, repito, un puñado de médicos cubanos los va a dejar sin empleo.
Vale precisar que el ejercicio de la medicina en Colombia requiere una regulación y si sucediese un terremoto, como los que han pasado, a donde han venido médicos extranjeros, no ha significado de ninguna manera que esos médicos hayan sido automáticamente legalizados para ejercer en Colombia por el resto de su vida o que hayan generado un aumento importante en el desempleo médico colombiano. El desempleo médico colombiano hay que preguntárselo a la Ley 100, a las EPS, a los directores de las IPS y a muchos ministros de Salud que ahora salen a rechazar precisamente la llegada de la ayuda cubana.
También se dice que los médicos cubanos van a hacerse millonarios, lo que no es cierto porque las condiciones laborales se pactan entre los dos países: Cuba y el país receptor, sin que eso signifique grandes millonadas a expensas del erario público o, peor aun del salario de los actuales trabajadores de la salud en el país receptor. Si alguien tiene dudas de la voluntad altruista de tales misiones, déjenme decirles que la participación de Cuba y de su personal de salud en la atención de la pandemia en Italia fue hecha de manera gratuita.
Ahora, es cierto que no reciben millones, pero tampoco es cierto que reciban unos mendrugos porque el Gobierno cubano se queda con todo. Lo primero que hay que aclarar es que el personal de salud cubano que se incorpora a tales brigadas lo hace manera voluntaria. El trabajo médico voluntario en el mundo no se lo inventó Cuba, no es una estrategia del comunismo.
De hecho fue en muchos países capitalistas donde surgió la idea que finalmente se concretó en organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras. He trabajado en ambas; en el caso de Médicos Sin Fronteras, he visto cómo pagan salarios muy modestos a médicos europeos altamente calificados por ir a trabajar unos meses en África. Y ahí lo que prima es la voluntad de trabajar de manera altruista y de ejercer la medicina.
Y es cierto que Médicos Sin Fronteras no destina toda la plata a salarios porque, entre otras cosas, necesita cubrir gastos de logística, de transporte y de medicamentos, que no se podrían cubrir de otra manera. Así que me parece una soberana tontería pensar que lo que hay allí es una “explotación del hombre por el hombre” (sic).
Ya hay 44 brigadas médicas en 37 países solo en la pandemia; pero si miráramos la labor médica de Cuba en otras regiones del mundo, pues nos sorprendería aun más el número de brigadas desarrolladas. Y darle a eso un toque ideológico es como creer que la Cruz Roja, cuya sede está en Suiza, se dedique a promocionar la venta de chocolates y de relojes. Si se quiere mirarlo de otra manera, las brigadas médicas cubanas son una oferta internacional de servicios, de la misma manera que otros países ofrecen bienes o tecnología.
Ahora quiero referirme a un aspecto, lo que no significa que estoy afirmando los ejemplos que doy, sino usándolos para mostrar la hipocresía de una parte de la sociedad colombiana. Por ejemplo: la preocupación por la supuesta explotación de los médicos cubanos, que no se conduele para nada por la real y cotidiana explotación de los médicos colombianos.
El partido Centro Democrático convulsiona porque vendrían unos profesionales de la salud de Cuba, pero apoya fervientemente que los recursos del Estado, en mitad de la crisis, se la entreguen a las empresas de salud (EPS) y no directamente a las clínicas y hospitales. Utilicemos entonces el mismo argumento para hablar del profesionalismo colombiano, por ejemplo, en las Fuerzas Militares, y rechacemos la necesidad de la presencia de tropas estadounidenses en nuestro territorio porque, nosotros, somos lo mejor de lo mejor.
Se alega que Cuba no es democrático y por eso no se debe aceptar la ayuda cubana, pero se hacen contratos con Israel que se dedica sistemáticamente a violar (casi) todos los tratados internacionales de Derechos Humanos en su ocupación del territorio palestino; se hacen acuerdos con Turquía a pesar de la forma en que machaca a los kurdos, no solamente en sus fronteras, sino en los países vecinos, y se firman negocios con Emiratos Árabes Unidos, que no es precisamente un país democrático, hoy en día responsable de la destrucción del Páramo de Santurbán.
Es más, invito a todas las personas que rechazan la llegada de médicos cubanos “porque sería un gesto de solidaridad con el régimen cubano” a que dejen de comprar ropas de marca, muchas de ellas elaboradas en maquilas por mujeres en condiciones de esclavitud en Centroamérica o en Bangladesh. Lo que hay no es un afán de justicia contra la “terrible dictadura cubana”, sino un planteamiento nacido del nacionalismo exacerbado fruto de la xenofobia, la ignorancia y el dogmatismo.
Pero volvamos por un momento a los colegas que han salido, precisamente desde las clínicas donde están explotados y los hospitales donde han estado empobrecidos, a gritar contra la presencia cubana. Una de las cosas que llama la atención de la pandemia es que ha desnudado la pobreza vergonzante, la imposibilidad de llegar a fin de mes de una manera decorosa. Conozco de primera mano colegas que han visto aumentado su trabajo y disminuido sus ingresos, pero además que algunos de ellos solo fingían un aparente bienestar mientras trataban de pagar las cuotas atrasadas de la tarjeta de crédito con su salario exiguo.
Si todas la personas del sector salud se indignaran frente a la ley 100 de la misma manera en que se indignan por la llegada de unos cubanos, que parece que nos van a quitar hasta las casas, es posible que este país ya hubiera renunciado a un régimen de EPS como el que tenemos y que es una rareza en el mundo. Si el sector salud se pusiera de pie, no estarían explotados como están, ni tendría que pagar sus especializaciones, como no se pagan en muchos países decentes de este planeta.
Pero toda esa falta de conciencia, de que son parte de un sector explotado, deviene que históricamente la medicina ha sido vista como una profesión liberal y parte de un prestigio que los colegas añoran, con una nostalgia de cosas que algunos de ellos ni siquiera vivieron. La verdad, el personal de salud en general son empleados, son obreros, que no usan un overol azul, sino una bata blanca y que venden su fuerza de trabajo y su conocimiento al servicio de alguien que acumula riqueza, que es el dueño de la EPS o de la IPS. La plusvalía y la enajenación, esa que creíamos que solo afectaba a los obreros, afecta total y absolutamente al personal de salud colombiano.
Vale aclarar, que al día de hoy, no hay ningún papel firmado entre el Estado de Cuba y el Estado de Colombia que establezca unas reglas laborales para los médicos cubanos que pudieran venir a echarnos una mano. Por tanto, lo que hay es una histeria colectiva que no corresponde con la realidad. Aquí en todo caso se prefiere un patólogo o una pediatra formada en dos semanas, para que maneje un ventilador en una Unidad de cuidados Intensivos que traer un médico cubano que sepa hacerlo.
Duele decirlo, nos merecemos el sistema de salud que tenemos, precisamente por no tener la capacidad movilizadora para demandar esas promesas que nos hizo la Constitución de 1991: de un Estado Social y de la salud como derecho humano. Realmente estamos iguales a cuando la gente votó en el plebiscito contra la paz desde la ignorancia, porque no leyeron el acuerdo, desde el miedo infundado, y desde mentiras ridículas como el “rayo homosexualizador” o con la gran mentira de que si ganaba la paz íbamos a convertirnos en una segunda Venezuela.
A pesar de ver la reducción de muertes en medio del conflicto armado y la alegría por la paz en algunas regiones, hay gente que sigue diciendo que “se le entregó el país a las FARC”. Ese mismo país es el que ahora intentamos convencer que más vale un médico cubano experto, que un médico colombiano inexperto, pero eso requiere de un interlocutor mínimamente racional, lo que no ocurre en el dogmatismo, no es posible pues convencer con razones a quien solo obedece a dogmas. Ante ese rechazo instintivo, impulsivo, desde el nacionalismo visceral, poco se puede decir. Fin del comunicado.
PD: Si el personal de salud no es capaz de aprovechar “estos momentos de efervescencia y calor” y conseguir una real transformación del sistema de salud, en medio de una pandemia que ha obligado a que la sociedad y el Estado miren de verdad hacia hospitales y clínicas, entonces no lo van a lograr nunca.