Víctor de Currea-Lugo | 23 de septiembre de 2023
Tres cosas han determinado la actual política internacional y un supuesto nuevo orden mundial: a) la guerra de Ucrania y todas sus agendas, b) el fortalecimiento de bloques económicos sin Estados Unidos, y c) la pérdida de liderazgo de Estados Unidos y de Europa. Y esas han marcado la agenda de las cumbres de los BRICS, el G77 + China y la Asamblea de la ONU.
Como generalidades, el desafío climático sigue siendo algo de lo que se dice mucho, pero sobre el cual se hace muy poco y parece que así seguirá. Crisis como las de Sudán, Libia y Afganistán se mantienen marginales. Situaciones como las de Palestina, Haití y Birmania ya son, dolorosamente, parte del paisaje. Paradójicamente, muchos las han mencionado, pero es muy probable que se olviden una vez terminan las cumbres.
Los análisis sobre la guerra de Ucrania abundan y, más de año y medio después, todo apunta a lo anunciado desde el comienzo: Ucrania no ganará la guerra, Rusia retendrá parte del territorio, Europa será el gran perdedor, China saldrá fortalecida y Estados Unidos tendrá una oleada de ventas para su industria militar.
Todo indica que la OTAN no entrará con sus tropas en la guerra: Ucrania será sacrificada por los mismos que alimentaron el conflicto durante este tiempo y sin ofrecerle salidas eficaces en una mesa de negociación. El costo lo pagarán con vidas humanas en Ucrania y con costos económicos en Europa.
La cumbre de los BRICS
La ruptura del Estado es un proceso inevitable en el desarrollo del capitalismo, el mismo sistema que consolidó al Estado ahora lo deshecha cuando no sirve más a sus nuevas dinámicas. Desde afuera, las empresas privadas y las alianzas interestatales son más determinantes, como es el caso de la Unión Europea.
En ese sentido se han ido consolidando las coaliciones que miran al Asia-Pacífico, la zona más determinante de la economía mundial, especialmente la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Lo mismo se ha buscado con la Unión Africana, la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y en nuestra región con el Pacto Andino, Mercosur, Alba, etc.
Muchos de esos esfuerzos han sido más una propuesta que una realidad, pero los que ahora realmente se consolidan por fuera del poder financiero de los Estados Unidos y de la Unión Europea son los BRICS. Este es un acrónimo que representa a un grupo de cinco países emergentes con influencia económica y política significativa: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El término BRICS se originó en 2001 y se formalizó en 2006.
En agosto de 2023, este grupo se fortaleció con el ingreso de Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos; los tres últimos están entre los mayores productores de hidrocarburos en el mundo. Con su ingreso, los BRICS van a representar 36% del PIB mundial y 46% de la población del planeta. Y recordemos que los pactos económicos no son sólo económicos; así nació la Unión Europea.
La cumbre del G77 + China
El otro bloque recientemente reunido, en septiembre de 2023, es el llamado el grupo de los 77 (G-77), conformado por países de lo que algunos llaman “el sur global”. Ese bloque hoy cuenta con la participación de 134 países y recientemente se reunió en Cuba.
La cumbre apuntó al problema de falta de democracia de los organismos internacionales, hizo cuestionamientos al actual sistema financiero y llamó a la unidad del sur, como alternativa ante la actual distribución del poder mundial. En su declaración final rechazaron las “medidas coercitivas unilaterales”. Y al final China, invitado de lujo, calificó la cumbre como “un cambio significativo en el equilibrio internacional del poder”.
Espacios como los BRICS y el G77 son gérmenes de nuevas relaciones económicas que apuntan a intercambios en otras monedas y al desarrollo de una banca internacional menos injusta. El sólo hecho de desdolarizar parte del mercado internacional es un desafió al poder de Estados Unidos.
Asamblea de la ONU 2023
Asombra que, prácticamente, todos los líderes mundiales tienen claros los problemas del mundo, todos priorizan en sus discursos ante la ONU lo que se debe priorizar, todos defienden los derechos humanos, todos mencionan el cambio climático, todos citan la responsabilidad colectiva del salvar el mundo.
Cuando se escucha la cascada de discursos en la ONU sobre la crisis mundial, de defensa de la democracia y la necesidad de cambios -desde nuevos modelos de relacionamiento con la naturaleza hasta la reforma de la ONU- sorprende que quienes mencionan el diagnóstico y al tiempo el tratamiento, son los mismos que -en su conjunto- tienen el poder de hacer esas promesas realidad y los mismos que no hacen lo que deberían hacer.
Lo cierto es que allí se están repitiendo muchas de las cosas dichas en las cumbres de los BRICS y en la del G77. Por eso la idea de un nuevo orden mundial no deja de ser una promesa vacía, a pesar de ser un reclamo creciente. Lo real es que las tensiones militares en el pacífico, la carrera militar, la inestabilidad del Sahel en África, las políticas migratorias xenófobas (muy mencionadas), la “real politik” como ideal, harán que el mundo si acaso empiece un nuevo desorden mundial sin muchas esperanzas.
Retos inmediatos
La tensión entre la explotación y el uso de los recursos naturales versus la distribución de sus beneficios entre la humanidad sigue siendo el punto más grave. Esa tensión define parte de las presentes y futuras guerras, los riesgos de hambrunas, el mercado internacional, los desastres naturales y la pobreza.
No se trata de enfrentar las consecuencias de la crisis sino de atender las causas. Pero tocar las causas es tocar el poder que está representado en el sistema financiero internacional y en el sistema mismo de la ONU y su lógica es reproducida en todos los países del mundo.
Estados Unidos y Europa siguen en la doble moral de hablar de paz y alimentar la guerra, hablar de derechos humanos y humillar inmigrantes, hablar de sostenibilidad y mantener un modelo que contribuye al deterioro climático. Hoy -afortunadamente- ni Francia determina en África, ni Estados Unidos en Oriente Medio. Y su liderazgo que podría ser para la vida sigue liderando la guerra. De hecho, los tres principales aliados de Estados Unidos en Oriente Medio llegan a los BRICS: Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Ucrania confirmó que ni Suecia ni Noruega son tan pacifistas, ni Suiza neutral, ni la OTAN una organización de defensa. El derecho internacional volvió a fracasar al aceptar -en la práctica- que hay ocupaciones “buenas” y ocupaciones “malas”, como los casos de Palestina y de Ucrania, tal como lo denunció Gustavo Petro ante la Asamblea de la ONU.
Ni la ONU, ni los BRICS, ni el G77 son herramientas para destruir el capitalismo; de hecho, lo que tenemos al frente es tratar de salvar a la humanidad y hasta a eso le temen algunos. Ya está hecho el diagnóstico, ya está hasta identificado el tratamiento, pero nada de eso parece ser un avance sino más bien una excusa para aplazar las medidas.