Víctor de Currea-Lugo | 14 de abril de 2011
La Autoridad Palestina enfrenta dos recientes coyunturas: el escándalo por el llamado “Wikileaks palestino”, y el contagio de las crisis de Túnez y Egipto.
La primera significó la renuncia del negociador palestino Saeb Erekat, y la segunda una serie de marchas en Gaza y Ramallah. El asunto es que el gobierno palestino no tiene un poder real y la ocupación se mantiene. Las demandas de otros pueblos se refieren a aspectos como la carestía, el autoritarismo y la corrupción. Estos debates no son nuevos. Miembros de la OLP han reconocido que debe hacerse una autocrítica sobre los problemas de corrupción si quiere revalidar su liderazgo. Pero la responsabilidad de la carestía y la violencia deben buscarse en el ocupante.
El problema central en Palestina es que viven bajo ocupación militar desde 1967. Así lo ha definido el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia. Luego, la libertad del pueblo palestino no depende de los aciertos y errores de su liderazgo (que sin duda los hay) sino de la ocupación.
La agenda real del conflicto es clara, el fin de la ocupación, y el debate también: la definición de fronteras (según las resoluciones de la ONU), los asentamientos judíos en Palestina (ilegales según el derecho internacional), el estatuto de Jerusalén (Israel reclama que es la capital indivisible del Estado judío) y el retorno de los refugiados de 1948 (miles de palestinos expulsados y que abandonaron los pueblos donde se construyó el Israel de hoy). Sobre esos cuatro puntos hay normas internacionales que no se pueden desconocer
La ignorancia sobre el real conflicto, el respaldo sin fisuras de los Estados Unidos a Israel, el sentimiento de culpa de los europeos por el Holocausto, la caricatura de que el palestino es por definición terrorista y la falacia de que Israel es una democracia, entre otras cosas, contribuyen a crear un mito alrededor de la ocupación en el cual la “víctima” es precisamente el ocupante y no el ocupado. Y, visto así, parece que la rebelión es contra el líder de las víctimas y no contra el victimario mayor: Israel.
Es curioso que algunos sectores de Israel exhorten a la protesta para ahondar en la fragmentación del lado palestino, pero están prestos a todo tipo de violaciones de los DD.HH. cuando la protesta es contra ellos. Israel exige una serie de medidas a los palestinos para aflojar en la ocupación, como si las víctimas tengan el deber de “portarse bien” para ser respetadas.
Diferente a los gritos que se oyen en Damasco y El Cairo, en Palestina se pide unidad. Todo indica que el reciente encuentro entre la OLP y Hamas, y el llamado a elecciones legislativas en Palestina antes de septiembre son un paso hacia la unidad. No puede haber una agenda palestina con división en sus filas, y no puede haber un ejercicio político bajo ocupación.
Volviendo al “Wikileaks palestino”, la pregunta es si Erekat ofrecía todo tipo de concesiones, ¿por qué Israel no aprovechó? Simplemente porque no quiere una salida pacífica.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/content/palestina-ocupada