La Palestina políticamente correcta

Victor de Currea-Lugo | 30 de octubre de 2023

Durante más de veinte años he estado con la causa palestina, allá trabajando en Oriente Medio, en Europa y desde aquí. Desde la calle y desde la tribuna, desde la escritura y desde el trabajo humanitario. Y siempre he tenido un tema pendiente porque pareciera que nunca es el momento adecuado para decirlo, pero ya estoy asqueado de todos los que piden una Palestina políticamente correcta.

Es tan grande el peso actual del «buenismo», de los bien pensantes, de los tibios y de los “académicos” que ya se volvió un lugar común exigirles a los palestinos algo que podría resumirse en la siguiente frase: “Palestina libre sí, pero no así”.

Por ejemplo, la hipótesis, sin fundamento alguno, de que los árabes en general no están preparados para la democracia. Eso es negar de un tajo todo el inmenso universo de las revueltas árabes que, según las teorías de la conspiración, fueron planeadas por Occidente.

En el caso palestino, queremos que sean modernos, pero asumimos que no pueden serlo, por eso la “democracia no es un sistema para ellos”, sin siquiera contar para esa afirmación con la voz de ellos. Pero eso va en el mismo camino del sionismo, cuando los dibuja como “animales humanos”, son otros los que desde afuera los califican, los definen y le dicen qué tienen qué hacer y cómo.

Insistimos en los dos Estados, pero desconocemos que la geografía actual y la tendencia geográfica de las últimas décadas no permite imaginar dónde carajos podría crearse un Estado palestino, a no ser que aceptemos como territorio los guetos en que ha convertido Israel al territorio ocupado.

Hoy el sionismo los quiere expulsar de Gaza al desierto del Sinaí, como en 1948 cuando fueron expulsados de la Histórica Palestina a Siria, Líbano, Jordania y otros países de la región. Y muchos tibios dicen, “pues sería una solución y ya”.

Los judíos recién llegados a Palestina (y hasta recién convertidos) la quieren taladrada de huecos, como un queso gruyere, pero que en vez de espacios vacíos allí haya asentamientos, todos ilegales. Pero como dijo un expresidente de Estados Unidos, “es el curso normal del crecimiento israelí”. Y muchos de esos colonos ven la tierra palestina como propia, de verdad, lo dicen convencidos.

Los alcaldes de Jerusalén la quieren con el menor número de árabes posibles, por eso sus planes demográficos buscan demoler casas y expulsar palestinos para que cada día más se imponga la demografía que el sionismo quiere.

Los periodistas filo-sionistas pelan fácil el cobre: firman sus notas diciendo que Jerusalén es la capital de Israel y su primera pregunta es si uno condena a Hamas; no dicen ocupación sino territorios en disputa, priorizan las fuentes israelíes y hablan de un conflicto milenario y religioso hipercomplejo.

Hay quienes niegan el carácter armado (sí, armado) de muchos grupos de colonos israelíes que distan mucho de ser los civiles de los que hablan los Convenios de Ginebra y que han ejercido una violencia sistemática contra palestinos, con el apoyo del Ejército de Israel. Es más, hay quienes hablan de necesidades humanitarias y de protección solo de «mujeres y niños» como si los palestinos varones no tuvieran ningún derecho a ser civiles.

En el marco de los procesos de paz, de labios para afuera, Israel ha aceptado que de pronto pudiera llegar a haber un Estado palestino, pero sin ejército; es decir, sin monopolio de la fuerza y sin cómo defender su soberanía, es decir, un Estado que no sea un Estado.

Las posturas filo-sionistas de los tibios

Los antimilitaristas y los pacifistas rechazan por completo que los palestinos se defiendan, le tienen miedo a la expresión “resistencia armada” aunque la diga el propio derecho internacional. Es más, hay quienes invocan el DIH que les conviene y cuando les conviene. Nunca les ha importado la matazón de miles de palestinos y la destrucción de miles de sus casas y ahora sí claman una extraña “igualdad de partes” negando el contexto de la violencia.

Otros quieren a Palestina mientras se porten bien y no generen molestias en casa, como los jordanos que los expulsaron de su país en los años setenta, o ciertos libaneses que piden que se queden quieticos en sus campos de refugiados en Beirut; lo que también aplica para ciertos sirios.

No faltan los que dicen que Palestina debe ser laica, sin saber que ya en 1988 eso lo había acordado la OLP, se quejan del “radicalismo religioso” sin tener ni la más mínima idea de cómo se vive, por ejemplo, en el barrio de judíos ortodoxos de Jerusalén. Todo bajo la noción de que árabe igual a musulmán e igual a terrorista.

Esos que rechazan que los palestinos tengan un Dios (el que sea), son los mismos que veneran al Che y que ni siquiera han leído bien a Marx. Este no dijo solamente que “la religión es el opio del pueblo”, sino también que la religión es “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de situaciones carentes de espíritu”.

Reducirnos a la primera frase de Marx nos lleva a desconocer el peso específico de la religión en las dinámicas políticas de la sociedad y más de una sociedad víctima de un genocidio en curso, como es la palestina. Hay que adentrarse en el mundo que es y no dictar cátedra desde el que queremos que sea.

Y del laicismo al socialismo, pasando por otra lista de “ismos”, queremos a Palestina y la apoyamos y la defendemos, PERO siempre y cuando vaya en camino a la Palestina que soñamos nosotros, no ellos. En otras palabras, nos vale nada toda esa cantaleta que repetimos de la autodeterminación. Por eso, que viva Palestina, pero no así.

Por eso no dicen ocupación ni genocidio, por eso evitan hablar del derecho a la resistencia, por eso han ya preparado hasta proyecciones financieras de cómo debería ser un Estado palestino neoliberal, por eso Israel impuso que, en los diálogos de Oslo, los palestinos fueran con sus vecinos árabes como si se tratara de un menor de edad que debe llevar el acudiente.

Por eso dicen Gaza y no Palestina como un todo, negando el más de centenar de asesinados en Cisjordania en solo estos días y reforzando la narrativa de que hay unos palestinos malos (de Hamas, en Gaza) y unos con los que de pronto se podría hablar (en Cisjordania). Por eso reducen Palestina a Gaza, Gaza a Hamas y Hamas a terrorismo.

Y por eso muchos creen que todo empezó el 7 de octubre, que antes no hubo genocidios como el de Sabra y Chatila, que Gaza no fue atacada de manera masiva en 2008, 2012, 2014 y 2021; que Israel es la única democracia de Oriente Medio, y niegan que centenares de víctimas del holocausto nazi han salido a protestar a favor del lado palestino. Por eso dicen “la violencia es mala, venga de donde venga” pero sin mirar la historia, ni la geografía, ni el contexto.

Muchos no quieren a la Palestina real de contradicciones humanas sino una amalgama del tamaño de sus frustraciones, hecha a su medida para que sea merecedora de su solidaridad y en eso (sólo en eso) son iguales que el sionismo y que muchos dirigentes árabes que usan la bandera palestina para sus marchas, pero no para sus políticas frente a Israel. Los palestinos tienen que ganarse la solidaridad, a los tibios no les no basta que solo sean humanos, tienen que ser puros, aunque esa solidaridad no vaya más allá de un “like” en Internet.