Víctor de Currea-Lugo | 1 de junio de 2021
Daniel Sánchez era un joven de 16 años y habitante de un barrio pobre de Cali. Pocos días antes, en medio del paro nacional, había empezado a trabajar en la construcción, en ese arte simple de poner ladrillos y ajustar paredes para otro, eso que en Colombia solemos llamar “trabajar en la rusa”.
La policía lo capturó, como lo ha hecho con cientos de espontáneos que están en el sitio inadecuado en el momento preciso en que llega la policía, ellos golpean sin justificación y sin vergüenza alguna a todo el que encuentra en su camino.
Son tantos los videos y fotos de abuso policial, de golpes y patadas, de disparos a quemarropa, de agresiones sin límite, son tantos los Danieles que andan por ahí contando las golpizas recibidas que ya el país duele.
A Daniel lo golpearon hasta dejarlo sin fuerzas y botado en el piso. Hubo personal de salud que trató de auxiliarlo, pero la policía no dejó, incluso los retiraron con disparos; así dice su hermana María Paula. Luego de la golpiza, fue detenido en una tanqueta de la policía.
(Cuatro veces en dos párrafos uso la misma palabra: policía. Suena cacofónico, ya lo sé, los manuales de redacción no lo recomiendan, pero esa es la palabra: policía. No hay sinónimos, ni eufemismos, fue la policía).
Después se reportaron tres incendios, “hechos por vándalos”, decían los rumores y algunos medios de comunicación. Uno de ellos fue el del almacén Dollarcity, una cadena de tiendas donde se compra barato desde arreglos navideños hasta juguetes de piñata, pasando por una larga lista de objetos que se derritieron con las llamas.
Daniel, el que salió a pegar ladrillos, el golpeado por la policía, el detenido en un carro oficial, apareció quemado en Dollarcity cuando las llamas se apagaron y los juguetes terminaron de derretirse dejando una mezcolanza de plástico arrugado. “Lo mataron de una forma despiadada porque, aparte de todo, tiene golpes en todo su cuerpo”, cuenta la hermana.
No era un manifestante y mucho menos un vándalo. Y si lo hubiera sido, también lo esperaban vivo, también hubiera merecido un juicio justo y todas esas otras jerigonzas de gatos que prometen las leyes. Es curioso que la gente diga que no debió morir así porque no estaba haciendo nada. ¿Tenemos tan naturalizada la injusticia que aceptamos que un vándalo sí puede ser incinerado?
“Si ya lo habían golpeado, si ya lo habían herido ¿por qué lo tenían que quemar?”, dice un familiar al periodista Alberto Tejada, el de Canal 2, que todos los días sale religiosamente a jugarse la vida de reportero en la calles de Cali.
A Daniel, un joven de 16 años, lo esperaban vivo, pero lo encontraron golpeado y quemado tras un incendio en un almacén de Cali. María Paula lo expresa claramente: “responsabilizo a la policía, al Esmad, al Gobierno, a Duque, a todos (ellos) de la muerte de mi hermano”. Y pide “que esto no quede impune así como Maicol, así como el muchacho que encontraron en la playa, así como todos los que han muerto aquí”.
PD: Repito, lo que algunos llaman odio, yo lo llamo indignación. Incluso, María Paula tiene todo el derecho al odio. Y a los que me acusan de incendiario y de instigador de una insurrección, le aconsejo mejor que no me lean, que mejor lean el país que desconocen.