Víctor de Currea-Lugo | 27 de junio de 2022
En el curso de las revueltas árabes, hubo también protestas en Marruecos, país gobernado por Mohamed VI, cuyo trono heredó de su padre. La forma en que este rey gestionó las protestas terminó siendo uno de los ejemplos más sublimes y perversos del gatopardismo.
Mohamed VI llamó a todos los opositores e hizo las reformas que ellos pedían: de un modelo de monarquía absoluta giró hacia una monarquía parlamentaria, incluyó miembros de la oposición en el gabinete ministerial, reformó la Constitución política y, al final, se quedó con todo el poder que tenía antes de las reformas.
Para el caso colombiano subrayo los graves problemas de implementación del acuerdo con las FARC, que me parecen más el resultado de una política deliberada con el fin de mantener el modelo intacto.
Sin entrar a debatir los logros en materia de verdad y justicia para las víctimas, la implementación esencialmente se ha reducido a la desmovilización y desarme de la guerrilla. Difícilmente, podemos hablar de logros importantes en materia de reforma rural o de soluciones al problema de los cultivos ilícitos, errores a los que se suma las demoras en el punto de participación política.
El panorama para la paz cambia dramáticamente con el triunfo del Pacto Histórico. La gran ventaja es que Petro priorizó en su apuesta política la paz con justicia social como un asunto de Estado y no simplemente como un tema con el ELN. El llamado al Diálogo Nacional recoge las banderas del M-19 en los años 80, pero también de la Convención Nacional planteada por el ELN y del deseo de participación de su agenda.
¿Por qué es importante esa reflexión en este momento? Porque nos encontramos frente a una nueva posibilidad de diálogo entre el Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para lo cual invito a que se tengan en cuenta las siguientes lecciones:
1) Una negociación debe mirar las consecuencias del conflicto (víctimas, crímenes de guerra), pero también necesariamente las causas (inequidad y exclusión política).
2) Ya está agotado el modelo de “paces pequeñas”, la negociación con las FARC no fue un tren de la paz y hoy tenemos muchos actores en armas en casi todas las regiones del país fortalecidos precisamente por la desmovilización de las FARC.
3) Las armas no pueden volverse un fetiche ni para la insurgencia ni para el Gobierno. Con la existencia de un mercado ilegal de armas y con el dinero que deja el narcotráfico es relativamente fácil reemplazar un arsenal por otro.
4) Rodolfo Hernández planteó que la paz con el ELN era tan simple como anexarle un otrosí al acuerdo de La Habana. Hernández perdió las elecciones, pero su idea la comparten muchos analistas.
5) Llegar a la mesa con el ELN ofreciendo desarme, desmovilización y reinserción (DDR) es devolverse incluso a mucho antes de la fase preliminar iniciada hace diez años. Además, eso refleja el desconocimiento absoluto de esa guerrilla.
6) Se necesita una clara y eficaz estrategia mediática. No se pueden dejar las noticias de la paz en manos de sus enemigos que la satanizan. Donald Trump negoció con los talibán y Joe Biden reabrió contactos con Nicolás Maduro, pero en Colombia se insiste en la machacona frase: “no se negocia con terroristas hasta que dejen las armas”. Pretender que el ELN se desmovilice antes de las negociaciones es ridículo e inútil.
7) No es posible (aunque sea deseable) una “paz express”. Los procesos toman el tiempo que necesiten. Petro trae una esperanza que el ELN debe entender, pero no nos mintamos: también en el equipo de Petro se han hecho un espacio personas contrarias a la paz y especialmente a la paz con justicia social.
8) El paramilitarismo sigue siendo una realidad que hace pocos meses demostró su capacidad militar. Si cruzamos el mapa del paramilitarismo y el del ELN encontraremos que se disputan algunos territorios. Por eso y por otras cosas, es muy difícil garantizar una paz con el ELN sin tocar el paramilitarismo.
9) Un deber de Petro es “amarrar los perros” de la extrema derecha. Esta expresión puede sonar imprecisa, pero corresponde exactamente a una dinámica de falsos positivos judiciales, masacres y asesinatos del liderazgo social que son uno de los más grandes palos en la rueda para construir la paz. Y esto implica necesariamente abrir el debate sobre la doctrina militar.
10) Petro no es Uribe ni Santos y, por supuesto, no representa a las élites en el poder real, solo al Gobierno. Una negociación con el ELN implica, para su refrendación, sentar allí a los dueños del poder para que el compromiso sea real.
11) La vicepresidenta Francia Márquez fue cuestionada por César Gaviria cuando ella lo acusó de neoliberal. Esto más que una acusación es una verdad de a puño que resulta hasta infantil negarla. Muchos sectores neoliberales llegaron al último momento al Pacto Histórico ¿se negociará con el ELN desde la postura de Francia o desde la postura de Gaviria?
12) La llegada de Álvaro Leyva a la Cancillería, más las declaraciones explícitas de Petro, nos permiten afirmar que habrá una implementación de los protocolos desconocidos por Duque, una reactivación de las relaciones con Venezuela y una reapertura de la mesa con el ELN. Pero no se trata de volver a julio de 2018, sino de tener una propuesta más audaz que nos haga avanzar renunciando al cúmulo de errores de la negociación pasada.
13) No se puede negociar una paz eficaz y efectiva sin retomar de manera esencial el debate sobre el papel del narcotráfico en el conflicto armado Y eso requiere, por supuesto, un debate internacional.
Lo que no es aceptable, ni en la paz ni en ningún otro tema, es que los nadies se queden con todos los triunfos simbólicos y semánticos de los museos y los discursos (como lo hizo la oposición a Mohamed VI) mientras los sectores de la derecha tradicional imponen una paz neoliberal.