Petro, ojo con los mandos medios

Víctor de Currea-Lugo | 14 de abril de 2025

Cuenta la historia que cuando el presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman se enteró, por un asesor, del impacto producido por las dos bombas nucleares sobre Japón quedó estupefacto.

Esto no excluye la responsabilidad de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, en los bombardeos a civiles de Dresde (ciudad de Alemania) ni su historia colonial e imperialista.

Lo que quiero resaltar es el poder del conjunto de asesores que decidió lanzar la segunda bomba sin que el presidente fuera informado del impacto de la primera.

Es más, la segunda bomba no iba originalmente para Nagasaki, sino para Kokura, ciudad que fue descartada por la alta nubosidad del momento.

Cuenta también la historia que había una tercera bomba lista para ser usada y que es el mismo Truman quien escribe, con su puño y letra, que no se puede volver a usar ese tipo de armas sin permiso expreso del presidente de los Estados Unidos.

Dejemos a un lado la maldad estructural de los imperios y la responsabilidad de sus líderes para referirnos a ese que no le dio a tiempo la información a Truman (suponiendo para esa reflexión que se trata de una sola persona) y que ya había dado pasos hacia el uso de una tercera bomba sobre Japón.

Es muy difícil rastrear en la historia cómo se configuró ese poder de los mandos medios que determinó la vida o la muerte de miles de personas. No se trata solo del “funcionario gris” de la banalidad del mal en los campos nazis; se trata de un rango superior en el que unos funcionarios de nivel medio, mucho más que piezas sueltas de un engranaje, son maquinistas que pueden ver buena parte de la foto y aun así actúan.

Lo que mueve a ese mando medio no es una falsa inocencia ni una pretendida ingenuidad, sino una clara perversión. Esos mandos medios son los que presentan a sus jefes opciones sesgadas y limitadas, no para agilizar los procesos, sino para empujar la decisión que toma el líder.

Se dice también que el presidente Truman fue convencido de que Hiroshima era una base militar y no una ciudad. ¿Quién le dio esa información? Los mandos medios pueden ser más perversos que los líderes.

Los mandos medios del Gobierno de Petro

Por razones de mi trabajo periodístico, he tenido la posibilidad de hablar con varios ministros y ministras del Gobierno del cambio y ellos comparten una queja: la barrera de los mandos medios.

No se trata solo de un ordenamiento jurídico (que, la verdad, poca gente respeta) lo que impide la aplicación del programa de Gobierno por parte el presidente Petro. Ni siquiera es un problema de falta de recursos porque el nivel de ejecución presupuestal es realmente preocupante.

Tampoco se trata de ausencia de una política clara porque, aún en medio de las imprecisiones y de los vacíos, hay un programa que ganó las elecciones y que podría responder a muchas preguntas sobre por dónde seguir.

Con esto no pretendo restar responsabilidad a los ministros, a los directores de las instituciones ni al mismo presidente, sino enfocarnos en un sujeto (perverso y aparentemente anodino) que está agazapado y que sabe cómo convertir un día en un mes, una sugerencia en una exigencia y un trámite en un obstáculo.

En esos mandos medios tenemos un primer grupo: una caterva de abogados convencidos de que la paz y la justicia son solo categorías abstractas del mundo jurídico y que poco tienen que reflejarse en la realidad; y que a cada pregunta cotidiana tiene una respuesta suficiente en la invocación de algún código.

En esos mandos medios también tenemos a algunos izquierdistas graduados en arengas que no transforman la realidad, aunque ellos se amparan en la famosa frase leninista de que “decir también es un hacer” y en que lo importantes es “la narrativa”. La siguiente frase se la atribuyen a Lucho Garzón: “Nosotros en la izquierda toda la vida nos preparamos para joder, no para gobernar. Y gobernar es otra cosa”.

A los abogados y a esos dogmáticos de izquierda se les puede convencer con la exigencia de un resultado, pero no así al tercer tipo. El tercer tipo de mando medio que está ahí, viendo la foto completa, que sabe qué tornillo quitar para detener toda la máquina es el uribista, solapado o público y, además, irredento.

No quiero decir que no haya que hacer reformas estructurales en el Estado para que deje de ser una caja de resonancia del poder económico, el mismo poder que a través de un modelo neoliberal rediseñó las instituciones (claro, partiendo de la ingenuidad de que esto pueda ser posible).

Tampoco quiero desconocer la inercia propia de las organizaciones que empujan al Estado a repetir los errores y a oponerse a cualquier tipo de cambio. Pero, en estos tiempos en que se hace tanto énfasis en “la voluntad y en lo cultural”, vale la pena subrayar a ese enemigo agazapado, dedicado a sonreír, a repetir las consignas del cambio, aunque de manera vacía y, lo más peligroso, a fingir eficacia a partir de supuestos avances parciales.

El escollo de los abogados podría superarse el día que entendamos los que decía Aristóteles: la norma no tiene que ver con la justicia, sino con la injusticia, porque si hay justicia ¿para qué norma? En ese sentido, la norma parece más el fracaso de la convivencia, así como el desarrollo legal parece la confirmación de dicho fracaso más que la realización de derechos.

Lo anterior, que conocemos como santanderismo, es la forma como históricamente las élites han resuelto las contradicciones sociales: por medio de normas que no se aplican. Por eso García Márquez decía en una de sus novelas que en las ciudades no nos matan con tiros, sino con decretos.

El segundo grupos está compuesto por algunos activistas de izquierda que creen que el Estado es una ONG (esta frase me la regaló un viceministro). No han entendido que ya pasó el momento de los discursos y que las categorías vacías y el uso de palabras estrambóticas no generan políticas concretas que beneficien a la ciudadanía.

Frente al tercer sujeto no queda otra cosa que la depuración de las instituciones y no porque sean uribistas, sino porque son incompetentes; peor aún, porque son dañinos: en sus filas se ha ido cocinando parte del llamado golpe blando.

Si la derecha regresa al poder en 2026, vamos a ver que no van a esperar un solo día para “sacar a gorretazos” (diría mi abuela) a todos los funcionarios que hayan tratado de implementar las políticas de Petro.

Truman y Petro se diferencian demasiado y, me dirán, una bomba atómica no es comparable con un trámite administrativo. Pero si el mando medio mintió sobre la bomba, ¿podría mentir sobre algo más banal?

Esos mandos medios que no le dicen la verdad de lo qué está pasando o la dicen a destiempo, tienen la misma naturaleza, sea para hacer la guerra o para negociar la paz. Y siempre será, entonces, muy tarde.