Putin conoció desde los círculos de gobierno la amargura de Yeltsin en el período posterior a la Unión Soviética, de una Rusia tambaleante y amenazada. En ese tiempo comenzó su carrera política hasta llegar a reemplazar a Yeltsin en 1999. Al entregarle el llamado “maletín atómico”, Yeltsin le dijo “cuide de Rusia” y eso ha estado haciendo, a su manera. Putin conoce, pues, el poder desde adentro y desde hace muchos años.
Criado en los círculos de espionaje de la KGB, en 1998 llegó a ser director del Servicio Federal de Seguridad (la policía secreta del régimen postsoviético), permaneciendo un total de 16 años en los servicios de inteligencia. En 1999 dirigió la segunda guerra de Chechenia contra los independentistas de esta región. No es un hombre de paz sino, literalmente, de armas tomar.
Es un hombre cuyas artes no se limitan a las armas: abogado graduado con honores y con una tesis en derecho internacional titulada «La planificación estratégica de los recursos regionales bajo la formación de relaciones de mercado». No es, pues, George Bush, hijo.
Alegando la defensa del depuesto presidente ucraniano, del respeto a su gobierno y a su pedido de ayuda, ocupó Crimea. Argumentando la necesidad de proteger los derechos humanos de los rusos en Osetia del Sur, invadió Georgia. Putin sabe claramente que hoy viola el derecho internacional y que juega con él; otra cosa es si le importa.
Actualmente es presidente por tercera vez. Lo había sido en los períodos 2000-2004 y 2004-2008. No podía aspirar a un tercer mandato consecutivo, por eso recurrió a su fiel seguidor Dimitri Medvédev para que fuera su candidato y fungiera de presidente mientras tanto. Así, Putin fue capaz de tener en Medvédev un títere al tamaño de sus necesidades y que lo nombró primer ministro durante el período 2008-2012, hasta que pudo volver a ser elegido presidente.
Hay varios grandes en la historia de Rusia. Pedro el Grande, que gobernó desde 1682 hasta 1725, declaró la guerra a los suecos por el control del mar Báltico y finalmente los derrotó en la batalla de Poltava, ciudad de Ucrania central. Catalina la Grande, que fue emperatriz desde 1762 hasta 1796 y durante su reinado amplió las fronteras del imperio, incluyendo Crimea.
Putin, por su parte, ha generado un nacionalismo que le ha permitido aplastar chechenos, oponerse a la instalación de cohetes antimisiles en Europa del Este, perseguir opositores, eliminar periodistas, invadir Georgia y ocupar Crimea. Su capacidad energética y sus tropas le han permitido bloquear a la llamada comunidad internacional. Por eso no es descabellado ni metafórico llamarlo Putin el Grande.
PD: de marzo 7 de 2022: Este artículo fue publicado exactamente hace 8 años, en El Espectador. Hoy pienso esencialmente lo mismo, aclarando que no comparto la ampliación de la OTAN, ni la agresión a Ucrania, ni el oportunismo europeo, ni las bandas neonazis ucranianas. Fin del comunicado.