Víctor de Currea-Lugo | 25 de abril de 2022
Muchos hemos confundido en las palabras Suiza con Suecia o Líbano con Libia. Algunos al querer decir Rusia, terminan mencionando a la Unión Soviética. El problema es cuando uno de verdad los equipara.
Ahora, en el marco de la guerra de Ucrania, muchas personas entrevistadas aquí, asocian el nombre de Putin con la época en que Ucrania hacía parte de la Unión Soviética. Bueno, él fue agente de la KGB y espía en Dresde, Alemania, cuando el telón de acero no era un recuerdo en la historia sino una realidad.
Otros mencionan la arrogancia rusa para con sus vecinos, cosa que no es de la época soviética sino desde mucho antes, cuando los zares y los emperadores fueron creando esa gran región del mundo llamada Rusia. El problema es cuando los opinadores políticos y los creadores de opinión caen una y otra vez en lo mismo.
Aclaro mi rechazo a la rusofobia, sobre la que ya me he pronunciado en extenso. Pero la otra cara es una rusofilia que raya en la acrítica total. Es como fruto de una nostalgia de Lenin y sus instituciones, una muy fuerte “enfermedad infantil del putinismo en el comunismo del siglo XXI”.
Vladimir Putin no es comunista, ni Rusia es socialista, así de claro y de directo. El mismo Putin culpó parcialmente a Lenin por esta guerra, por haber incorporado territorios rusoparlantes a la parte oriental de la actual Ucrania. No, Putin no es la encarnación de Lenin y si lo fuera eso tampoco lo excluye de la crítica ni lo convierte en el bueno de la película. Además, la apuesta política y el modelo económico de la Rusia de hoy no es el de la antigua Unión Soviética.
No se trata de una guerra entre dos modelos económicos, se trata de una nueva edición de una disputa imperial en la que, incluso, Ucrania es apenas una pieza más, un fusible que puede ser quemado si fuese necesario, así suene horrible.
Es más, ni siquiera entiendo la sacralización de la antigua Unión Soviética, mucho menos de la Rusia actual. En otras palabras, si no se puede poner en tela de juicio al señor Vladimir Putin ¿qué se podría decir sobre Stalin que no fueran loas?
Si cualquier cuestionamiento a Putin es tomado como un apoyo cerrado a la OTAN, una traición, una negación de la historia, un sacrilegio, no me quiero imaginar de lo que serían capaces de hacer contra la famosa y respetada Escuela de Frankfurt que intentó pensar de manera crítica la experiencia socialista del siglo XX.
Creo que no son las mafias rusas, muy involucradas en el poder político, el paradigma de las izquierdas que ahora defienden a Putin. Para resumir, comparar a Rusia con la Unión Soviética, tanto para atacarla como para defenderla, no deja de ser un craso error.
A las personas que todavía tengan dudas, los invito a que miren la historia reciente de Chechenia y el trato recibido por parte de Putin, así como el papel de Rusia en la guerra de Siria. Sobre el modelo de Gobierno, cito a Carlos Taibo, uno de los mejores estudiosos de Europa del Este: “En 2000, y según el fiscal general del Estado ruso, las mafias controlaban el 50 por ciento de los bancos y el 40 por ciento de las empresas privadas, y blanqueaban en el exterior nada menos que 150.000 millones de dólares anuales”.
Hay una frase con la que tengo reparos, sobre los privilegios propios y los derechos de los otros, pero vale como fórmula: que tu nostalgia por la Unión Soviética no te nuble el entendimiento. Hay quienes leen las columnas escritas desde Ucrania solo esperando que el autor confirme sus prejuicios. Y si no es así, el autor es un mentiroso enajenado al servicio del imperialismo. ¡Qué fanatismo!
PD: No se puede deducir de lo anterior que, entonces, todas las críticas contra el Gobierno de Volodímir Zelenski son entonces automáticamente mentiras.