Víctor de Currea Lugo | 27 de septiembre de 2011
Este es el único lugar en el mundo donde ellas tienen prohibido manejar. Sin permiso de un varón tampoco pueden ir a trabajar ni viajar ni ser sometidas a una operación.
A diferencia de los combates en Libia o las marchas en Siria, Arabia Saudita tiene una revuelta con claros tintes de género. Resulta interesante que en uno de los países donde incluso legalmente los derechos de la mujer están más restringidos, sean ellas las que lideran las protestas. Arabia Saudita es el único país en el mundo que prohíbe a la mujer conducir y el país con mayor índice de desigualdad de género.
Las autoridades se amparan en la cultura como justificación y en una interpretación retorcida del Corán. Por eso, la campaña W2Drive (quiero conducir) es un reclamo por cierta autonomía de las mujeres para hacer su vida más decente. En mayo de este año, una mujer relanzó dicha campaña al grabarse conduciendo, en contra de la fatwa que lo prohíbe. En la ley no aparece dicha prohibición pero se menciona la necesidad de contar con una licencia, que no se expide a las mujeres.
Para algunos, más que una bandera de género es un problema de sentido común, pero allí es sin duda una reivindicación que desafía lo religioso, lo cultural y lo político, pues las mujeres en Arabia Saudita no pueden viajar, trabajar ni ser operadas sin permiso de un familiar varón. La separación entre hombres y mujeres es una constante basada en la aplicación de la purdah, un conjunto de prácticas machistas que alegan “proteger el honor (namus) de la mujer”.
Varias mujeres se han grabado conduciendo y luego han subido el video a internet. Otras crearon grupos en Facebook. Es una mezcla de protesta individual, uso de las nuevas tecnologías, banderas de género y desobediencia civil. Las protestas en Arabia Saudita no llenan plazas, simplemente son individuales y, en alguna medida, esto las hace más meritorias. W2Drive no es sólo una campaña, es una forma de movilizar esfuerzos, de poner el tema de los derechos humanos en la mesa, de evidenciar las diferencias de género y hasta de medir la respuesta de las autoridades. Algunos clérigos acusaron a las mujeres de ser agentes al servicio de Irán o de los chiitas en una “conspiración para derrocar al Gobierno”.
Pero el Gobierno respondió dando libertades en otro espacio menos cotidiano: la participación política, tanto en calidad de votantes como de candidatas, en las elecciones municipales que tendrán lugar en 4 años. Ambas reivindicaciones, votar y conducir, han sido banderas de activistas saudíes por más de 20 años.
Esta decisión del Gobierno es producto de varios fenómenos: las revueltas árabes, las voces reformistas dentro del mundo musulmán y la imagen internacional, y es un mecanismo de prevención de mayores protestas en su propio suelo. En mayo, un grupo de 60 intelectuales habían llamado a boicotear las elecciones de este septiembre, precisamente por la falta de espacios de participación para las mujeres.
Las implicaciones de la exigencia de poder conducir van tan lejos como se quieran leer: desde el deseo de ser más eficiente en las labores domésticas y poder ir al supermercado sin depender de un hombre, hasta un primer paso hacia la emancipación de la mujer.
Publicado originamente en El Espectador :https://www.elespectador.com/opinion/ser-mujer-en-arabia-saudi-columna-302226