Víctor de Currea-Lugo | 26 de junio de 2016
Los rumores de guerra deberían tener un sitio especial en la bibliografía. Las posibles guerras entre vecinos son la amenaza con la que se ha buscado sacar provecho tanto de tensiones internas como de agendas internacionales.
Recientemente, en las redes sociales y en plena campaña electoral, apareció la preocupación de que Venezuela pudiera agredir militarmente a Colombia. Tratemos pues de dar razones de por qué esta preocupación no tiene asidero.
Primero, si miramos el índice Global FirePower, Colombia está ubicada en el puesto 45 de 136 y Venezuela, inmediatamente después, en el puesto 46. Para empezar una guerra, un ejército debería tener una superioridad militar importante, de tal manera que su triunfo esté relativamente garantizado.
Segundo, una guerra no se inicia sin una gran razón de por medio. Es cierto que los presidentes Santos y Maduro no son buenos amigos, ni fingen serlo –como seguramente sucederá con el próximo presidente colombiano– pero cuesta pensar que sus diferencias las resolverían por medio de la fuerza. No hay hoy sobre el terreno tensiones fronterizas importantes para hablar de una guerra inminente. Es cierto que ha habido incidentes militares de lado y lado, pero ninguno de ellos ha escalado hacia un conflicto armado. Además, históricamente, el ejército venezolano nunca ha agredido militarmente a otros países.
Tercero, el Gobierno venezolano no quiere la presencia de los Estado Unidos en la región y es consciente de que una acción ofensiva contra Colombia, donde hay presencia militar y asesores estadounidenses, “justificaría” una respuesta militar contra Venezuela que, además, se explicaría dentro del derecho a la legítima defensa y dentro de los acuerdos de cooperación militar entre Colombia y los Estados Unidos.
Cuarto, las prioridades del Gobierno venezolano son internas, si bien es cierto que, por ejemplo, Argentina declaró la guerra a Reino Unido en 1982 para desviar su crisis interna, Venezuela es consciente de que las tensiones internas tan grandes no podrían desviarse ni mucho menos resolverse declarándole una guerra a Colombia.
Quinto, la cantidad de población colombiana en Venezuela se mide en millones, algunos de ellos asociada con grupos paramilitares podría dar origen a una “Quinta Columna” (como en la Guerra Civil Española), lo que sería una gran desventaja militar para Venezuela. Testimonios recogidos en Venezuela, permiten afirmar que sí hay grupos armados de oposición, que trabajan de manera cercana al paramilitarismo colombiano. Esto se ve contrarrestado por los llamados Colectivos, que actúan a favor del chavismo, pero que no representan un fenómeno homogéneo, como se quiere hacer pensar.
Sexto, el ejemplo de Lenin. La participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial le significó el fortalecimiento de los Bolcheviques que lanzaron una campaña en contra de la guerra lo que favoreció la Revolución de Octubre. Cuesta trabajo pensar que los venezolanos en el poder, muchos de ellos declarados marxistas, desconozcan la historia.
Por estas razones un posible ataque de Venezuela a Colombia es bastante improbable. Otro rumor es que tropas de Perú y Colombia atacarían a Venezuela, como parte de una coalición internacional y con el apoyo de los Estados Unidos. Se dice que el ataque estaba programado para ser realizado hace unas pocas semanas, pero que se suspendió debido a la renuncia del presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski.
El despliegue militar de China y Rusia hacia el Caribe podría, a su vez, ser interpretado como la decisión de las dos potencias de auxiliar a Venezuela. Visto así, Venezuela sería otro escenario de una guerra entre las antiguas potencia de la Guerra Fría.
Resumiendo, la opción militar no pareciera estar sobre la mesa, pero tampoco se puede descartar mágicamente. Los incidentes de frontera, que ha sido cruzada por uno u otro ejercito de manera ilegal, no constituye en sí mismo un conflicto armado.
La mayor presión vendría de agendas y actores extra regionales, como es el caso de Estados Unidos. Las erráticas decisiones políticas y acciones militares de Washington, frente a Ucrania, Siria, Afganistán y Corea del Norte muestran una total inconsistencia de Donald Trump, en su política exterior y un riesgo real de que la guerra, con todas sus consecuencias, sea una posibilidad en cualquier parte del mundo.