El bolso de Francia: debates sobre táctica y estrategia

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Víctor de Currea-Lugo | 23 de mayo de 2023

Las transformaciones, las revoluciones y las agendas de cambio tienen velocidades, aliados, enemigos y posibilidades que van cambiando según el ritmo de los acontecimientos. Las cosas no están escritas en piedra, ni la táctica ni la estrategia. Hace algunas décadas muy pocos podían imaginar el derrumbe de la Unión Soviética, así como pocos imaginaban el triunfo de la Revolución cubana.

Las velocidades

En el Gobierno de Petro hay, por lo menos, dos velocidades: los que quieren los cambios ya y ven, entonces, lentitud en la gestión. Tienen razón si nos fijamos, por ejemplo, en la promesa de desmantelamiento del Esmad o en la oleada de asesinatos de líderes sociales. Pero también están lo que ven el proceso como parte de una historia más larga y, entonces, ellos tendrían razón al hacer referencia al nuevo Plan Nacional de Desarrollo.

Sobre los dos primeros ejemplos, vale anotar que Petro no ganó las elecciones sólo para hacer eso, pero también para hacer eso. A algunos les parece que lo del Esmad “ya pasó como tema”, sin ver que de lo que se trataba era de una necesaria demostración de autoridad que Petro pudo dar enviando a la vez un claro mensaje a la fuerza pública.

En relación con el asesinato de líderes sociales, no se sienten unas medidas efectivas para detenerlos y el Estado cae en la omisión. Por ejemplo, los Puestos de Mando Unificado por la Vida (PMUV) no fueron sino una serie de reuniones en las que dichos Puestos se disolvían al final de la reunión y no quedaba ni un celular a dónde poner una queja, así lo refieren desde varias zonas del país.

¿Pudo haberse hecho esas dos tareas? Sí. Ya sé que a eso se responde con el argumento de la comparación (“con Duque bla bla bla…”) o citando las complejidades del sistema; pero nada de eso satisface a los jóvenes que se jugaron la vida en el paro nacional, ni al liderazgo que se la sigue jugando en los territorios.

Hay símbolos que cuentan, como lo de la espada de Bolívar en su posesión, pero más allá de lo simbólico cuentan los diálogos regionales vinculantes, el acuerdo con Fedegan para comprar tres millones de hectáreas para el campesinado, el reinicio de diálogos con el ELN, la propuesta de Paz Total, Las reformas (salud, laboral y pensiones), el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, los subsidios para madres cabezas de hogar y un largo etcétera.

Pero hay cosas simbólicas que no trascienden y algunas anunciadas que se han quedado en los titulares. Se observan demasiadas buenas intenciones, errores por ausencia de capacidad técnica, una ausencia (casi) total de una estrategia comunicativa; es decir, a cada logro podría colocarse algún error.

No es la velocidad sino el objetivo

El problema principal, para mí, no está en la velocidad con que se hagan o no las cosas, sino hacia a dónde va el camión. En otras palabras, la tensión creada en la izquierda sobre la gestión de Petro se equivoca al medir en velocidades y los reportes de gestión en hechos concretos.

¿Por qué? Porque se cae en la glorificación de lo táctico (lo inmediato, lo a corto plazo) con la posibilidad de sacrificar lo estratégico (lo a largo plazo, el objetivo último de una política). Más grave aun cuando estamos ante una sociedad basada en lo táctico, con un gran desprecio por pensar a largo plazo. Por eso no importa la memoria, ni las tendencias históricas, ni las comparaciones con otros fenómenos mundiales, por eso el placer de mirarse el ombligo. Ahí está el problema.

No entro aquí en las valoraciones de la derecha, ya las conocemos y sería irresponsable darles algún grado de validez, tan inútil como creer que los hechos reales y las pruebas los van a hacer cambiar de parecer. No. Mi debate es con la izquierda ahora en el Gobierno y la pregunta central es una sola: ¿Cuál es la estrategia?

Ya sé lo táctico, lo veo en las promesas y los discursos, en las propuestas y en los primeros pasos. Pero mi pregunta va más allá ¿este es un Gobierno de cambio o es un Gobierno de transición? Y la respuesta a esta pregunta requiere algo más que Twitter, que fe en los nuevos liderazgos o que debates semánticos.

El debate sobre la estrategia es el que nos permitiría evaluar si una táctica tiene sentido. Por ejemplo, el diálogo con el ELN ¿es para desarmarlo o para implementar lo acordado? La reforma a la salud ¿es para repotenciar el negocio de las EPS con otras figuras o para garantizar el derecho?

Uno ve a Petro nombrando ministros de varias tendencias políticas como una táctica para garantizar mayorías en el Congreso, pero eso no funcionó ¿error del planteamiento o ausencia de claridad en lo que se quería? Antes nos quejábamos del “estrategismo”, de esa condena a toda acción que no llevara directo al cambio absoluto del país, pero ahora creo que pecamos de lo contrario: el “tacticismo”.

El tacticismo como trampa

El pecado de nuestros días está en las redes sociales, el derrumbe de muchos paradigmas, el crecimiento de la cultura woke, la moda pluri-multi-culti y el culto a las subjetividades. Así, cuando no hay estrategia llenamos este vacío con tácticas que son, por definición, cambiantes. Por eso es aceptable cualquier alianza y válido cualquier simbolismo, como el de los PMUV.

La estrategia no era sino una idea borrosa en los sueños de la revolución, pero una vez se llega al Gobierno, necesariamente se debe volver una realidad. Una Junta de Acción Comunal puede quedarse estancada en lo táctico, pero un gobierno progresista no, a menos que quiera labrar su propia tumba.

El Estado está para pensar, no solo para hacer “micro-gerencia” de pequeñas cosas, ni para rechazar la amplia cantidad de lecciones aprendidas y jugar a inventarse la ciencia (vale anotar que una lección aprendida es que en Colombia nadie tiene en cuenta las lecciones aprendidas). No hay tiempo ni plata para aprender.

Nuestra sociedad votará en 2026 no pensando en los 6.402+ asesinados por las Fuerzas Armadas, ni en los muertos de la ley 100, sino en lo que diga o haga Petro en su último año, así somos de inmediatistas. Por eso el desprecio por la historia y por la geografía, porque el aquí y el ahora, el culto a lo mediático, llena los egos.

Mientras algunos siguen creyendo que no estamos frente a una democracia sino frente a una Iglesia (con dogmas, figuras sagrados y actos de fe), otros creen que los triunfos son sólo mediáticos, como en la guerra de Ucrania. No se trata de ganar en lo táctico; podemos ganar todas las batallas y aun así perder la guerra.

Balance

No somos mejores después de la pandemia porque los humanos no somos tan inteligentes para aprender, porque olvidamos el pasado prepandémico, porque nos inventamos la palabra “sindemia” para exorcizar el debate y porque nadie pensó en la estrategia, aunque algunos lo intentaron y anunciaron el inminente fin del capitalismo (¡HEHF!).

Es cierto que Petro no puede resolver en 200 días las injusticias acumuladas en 200 años, pero eso no puede ser excusa para evadir el debate estratégico. Hay que reconocer que las apuestas de Petro por lo ambiental, la Paz Total, lo minero-energético, son miradas estratégicas. Y la gente que votó por el programa pensó más en la estrategia que en las tácticas.

Pero hay errores estratégicos como la ausencia de un partido político (más allá de una coalición), la falta de destreza mediática, los vacíos en la política contra la corrupción, la forma de abordar el paramilitarismo (sus todavía existentes vínculos con sectores de las fuerzas armadas), la cooptación de algunas fuerzas de la sociedad civil por el Gobierno, y la falla en los canales de comunicación entre el Gobierno y la sociedad. La imagen de Petro no puede ser el remplazo a la necesidad de un partido, ni la estrategia de comunicación puede ser el rechazo irracional a cualquier crítica.

Entiendo que el debate en relación con las Fuerzas Armadas, y a su doctrina es complejo, y este es un buen ejemplo en el que la táctica y la estrategia son altamente enredadas. Pero la peor de las estrategias sería no tener una estrategia, y tampoco no compartir si tal estrategia existe.

La Paz Total es exactamente un ejemplo de mucha táctica y poca estrategia. Como en el ajedrez, el alfil hace lo que le diga el ajedrecista, el problema es que Petro no debe ser el rey de la partida sino el ajedrecista.

La paz no puede ser sólo una ilusión simbólica, como la célebre idea del sancocho nacional al que invitaba el M-19 (y con el que cometió errores en la conformación de su lista a la Asamblea Constituyente), sino una receta de cocina con claros tiempos de cocción y resultados concretos.  Mi duda es si las tácticas en curso apuntan en el mismo sentido y si los otros que son gobierno (pero no son Petro) también empujan para el mismo lado. Fin del comunicado.

PD: la mención al bolso de Francia era únicamente para llamar la atención de algunos, en un país en que echo de menos los debates serios, mientras crecen las discusiones por pendejadas.