Víctor de Currea-Lugo | 25 de julio de 2014
Después de 67 años de ocupación, miles de muertos, 700 kilómetros de muro, 27.000 casas demolidas, miles de prisioneros, millones de refugiados palestinos, miles de asentamientos ilegales y cientos de toneladas de explosivos sobre Gaza; todos estos datos documentados tanto por la ONU como por ONG israelíes.
Después de la violación por parte de Israel de 89 resoluciones del Consejo de Seguridad (sin mencionar las cientos de propuestas bloqueadas por Estados Unidos), del silencio internacional a la condena jurídica del muro por parte de la Corte Internacional de Justicia y del irrespeto sistemático a los Convenios de Ginebra, de los que Israel hace parte; todo esto comprobable con una lectura juiciosa del conflicto a la luz del derecho internacional.
Después de la masacre (en aguas internacionales) de una flotilla de barcos con bandera turca, de la Operación Plomo Fundido y de tantas otras operaciones que incluyen el ataque a hospitales, escuelas, refugios de la ONU y muchos otros sitios civiles. Después del silencio del mundo cuando desde militares hasta parlamentarios israelíes (pasando por profesores) llaman al exterminio del pueblo palestino.
Después de años de oír el discurso sionista de que son las víctimas eternas de un Holocausto que les daría impunidad por siempre, que Israel sí quiere la paz, que Israel corre el riesgo inminente de ser destruido, que allí en Palestina no había nadie cuando en 1948 fue impuesto el Estado de Israel (el mito de que Palestina era la tierra sin pueblo para los judíos, el pueblo sin tierra), que Israel es la única democracia de Oriente Medio, que no son ocupantes de Gaza y una extensa lista de mitos.
Después de años de ver la progresiva ocupación de Jerusalén del Este y el robo de tierras con la estrategia del muro que no separa a palestinos de Israel sino que tasajea Cisjordania para anexar aún más tierras al proclamado Estado judío. Después de años de un régimen de apartheid (jurídicamente comprobable) contra los palestinos, tanto contra los que viven en Israel como los de los territorios ocupados.
Después de la doble moral de los medios de comunicación que, como se ha comprobado en estos días, retiran a sus corresponsales que informan sobre, por ejemplo, el asesinato de cuatro niños en las playas de Gaza o muestran a israelíes celebrando la lluvia de misiles sobre Gaza.
Hoy, después de 828 palestinos muertos, 5.300 heridos, 3.175 casas demolidas, 117 escuelas, 7 hospitales, 6 clínicas, 2 iglesias cristianas y tres mezquitas dañadas y 150.000 personas desplazadas. Después de todo esto, se empieza a hablar de una tercera Intifada palestina. No están dejando otro camino a los palestinos y ese cálculo israelí, a la larga, será su propio fracaso.