21 puntos sobre la violencia en Siria

Víctor de Currea-Lugo | 10 de marzo de 2025

Tres meses ya desde la salida de Bashar Al-Asad de Siria. Y una gran disputa mediática por qué está pasando. Con las limitaciones del caso, doy algunas puntadas para la discusión, sobre los reciente hechos de violencia.

Empecemos. El gobierno sirio cayó rápidamente, sin que hubiera resistencia alguna. Se dio un gran temor de las comunidades alawíes y de los que apoyaron el régimen anterior de ser perseguidos. A esto hay que sumar que mucha gente continúa armada.

Hubo reportes de ataques contra cristianos, alawíes y kurdos; estos hechos fueron presentados, por el nuevo Gobierno, más como hechos aislados que como un comportamiento generalizado. También se reportó grupos de resistencia armada, especialmente en el occidente del país (habría varios miles de ellos levantados en armas) compuestos principalmente por exsoldados del gobierno anterior.

Los alawíes son una comunidad religiosa a la que pertenece Bashar Al-Asad, pero sería irresponsables decir que todos ellos eran partidarios del Gobierno anterior o que todos ellos componen grupos armados contra el Gobierno actual.

El 6 de marzo hubo una operación militar coordinada, contra más de 10 puestos del nuevo Ejército sirio, precisamente en la zona occidental del país (provincia de Latakia) donde se concentra la mayoría de población alawí y buena parte de los seguidores del antiguo gobierno. También hubo ataques en las provincias de Tartus y Homs.

El antiguo general Ghiyat Dala anunció esa campaña como parte de la liberación de Siria de manos de islamistas radicales. Dicha campaña ha dejado más de mil muertos, entre combatientes ahora rebeldes, tropas del nuevo gobierno y civiles, quienes han puesto la inmensa mayoría de los muertos.

El general en mención fue detenido, junto a un centenar de atacantes y, dentro de ellos, está Ibrahim Huwaiya, antiguo jefe de inteligencia de Hafez Al-Asad. Huwaiya está acusado de ser responsable de múltiples ejecuciones, entre ellas la masacre de Hama de 1982.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (una ONG que fue muy crítica del gobierno anterior), por lo menos 745 civiles alawíes habrían sido asesinados.
El Observatorio denunció ataques indiscriminados en Tartus, también afectando a la población civil.

La pregunta es si fueron asesinados por grupos del antiguo régimen, por unidades del nuevo ejército como política de Estado o por fracciones de islamistas radicales que hacen parte del nuevo Gobierno. Ese asesinato de civiles no puede ser justificado de ninguna manera ni matizado con el pretexto de atacar al enemigo.

Entendible que, hoy por hoy, el nuevo ejército refleje diferentes tendencias de la sociedad siria, pero no pueden justificarse que, por ello, haya sectores del ejército que actúen por fuera de un mandato unificado y cometan crímenes de guerra contra civiles.

El miedo que puedan sentir las minorías alawíes o kurdas, con relación al nuevo gobierno, no es gratuito. Y el deber del nuevo gobierno es garantizar una protección que sea eficaz e inmediata, para demostrar su real voluntad de incluir a todos los sectores sociales.

Hubo marchas en muchas partes del país, tanto en apoyo como criticando al nuevo gobierno. En Suawydaa, la protesta estuvo marcada por varias consignas siendo una de ellas: “Nuestra revolución se llevó a cabo para lograr una vida mejor, no por venganza”.

Además de las tensiones de estos días, los kurdos permanecen como una estructura política y militar armada, especialmente en el nororiente del país más que justificada por la propia historia de los ataques que han sufrido. Las unidades kurdas no es una fuerza nueva, un títere de Estados Unidos ni es un grupo islamista radical.

Como si fuera poco, células del Estado Islámico y de Al-Qaeda han realizado ataques en varias ciudades del país tratando de pescar en río revuelto; es decir, esa amenaza del radicalismo islamista se mantiene viva. Parte del error es presentar al nuevo Gobierno como una suma de estos dos grupos.

En Siria continúan funcionando bases militares de Estados Unidos y de Rusia, presencia militar de Turquía en el norte y el avance de la ocupación sionista de las tropas israelíes que van más allá de los Altos del Golán y que han atacado ciudades como Quneitra y que se han acercado a la ciudad de Daara.

El debate sobre la violencia en Siria

1) Negar que la sociedad siria celebró el apoyo a la caída del Antiguo gobierno en Siria es faltar a la verdad. Pero también sería negar que continúan tanto actos violentos como protestas de civiles contra el nuevo gobierno. Obvio, lograr que todos estén contentos es imposible, pero lo que debemos preguntar qué hay detrás de dichos actos.

2) Varios elementos que sirven para describir el contexto sirio tiene que ver con el hecho de que nunca ha habido un consenso nacional y (como en todas las sociedades después de un cambio abrupto de gobierno) hay una (pequeña o grande) oposición, lo que aplica tanto frente al anterior gobierno como frente a este.

3) Una de las decisiones del actual gobierno es permitir que los exmilitares, que así lo quieran, puedan seguir en filas; pero sí hay una política de hacer comparecer ante los tribunales a quienes pueden estar envueltos en crímenes de guerra.

4) Es de esperar por obvias razones que quienes temen una cárcel prefieran seguir en la clandestinidad o alzarse en armas, porque son conscientes que el futuro frente a un tribunal no sería el mejor.

5) Por supuesto, no todos los actuales opositores al nuevo gobierno son criminales de guerra; esa sería otra generalización incorrecta, ya que también hay sectores que perdieron el poder y sectores que genuinamente temen al nuevo gobierno.

6) Aunque la revuelta de 2011 no tuvo una connotación religiosa, sí es cierto que, desde esos años hasta hoy, tanto el gobierno anterior como sus enemigos, durante años alimentaron una supuesta tensión religiosa que ahora alimenta parcialmente los actos violentos.

7) Hablando con un capitán del nuevo gobierno en Latakia (enero de 2025), él reconocía que ha habido actos de violencia contra cristianos y contra alawíes, pero me explicaba que “no era una política de Estado, sino como actos marginales. Lo ideal sería examinar los hechos antes de darle la razón a este capitán o de descalificarlo; solo el paso del tiempo nos dirá qué tan sistemático son dichos ataques.

8) Por supuesto, hay fenómenos que no son ni una novedad en Siria, ni fruto de una conspiración; es usual después de un cambio de gobierno de forma violenta que haya focos de resistencia. Y eso no determina necesariamente su legitimidad.

9) Algunos de estos ataques violentos han sido producidos por el actual gobierno y otros por los anteriores militares, con lo cual solo la disección cuidadosa nos permitiría acercarnos a cuál es la causa de la violencia y no, simplemente, repartir culpas de acuerdo a nuestra conveniencia.

¿Otra guerra civil en Siria?

10) Otro elemento a tener en cuenta son las posibilidades de un nuevo cambio de gobierno; sin duda, en el pueblo sirio hay un deseo de paz después de tantos años de guerra y (vale decirlo) de represión del gobierno anterior. Eso pesa en el imaginario social a la hora de embarcarse en una nueva guerra o de legitimar a uno u otro actor.

11) El gobierno anterior tenía una grave crisis de legitimidad, que es innegable. El problema es que los ahora rebeldes (pro Al-Asad) no tendrían legitimidad en todo el territorio ni en todas las comunidades para formar un frente que sea opción de poder.

12) Y, tal vez lo más importante, es que no tienen nada que ofrecer diferente al regreso al pasado o al rechazo al islamismo. Esas dos banderas no parecen ser suficientes dentro de Siria para justificar una nueva guerra.

13) El país conoció los horrores de grupos como el Estado Islámico y Al-Qaeda, pero sí hay un afán (real o falso) por parte del nuevo gobierno de desmarcarse de ese tipo de prácticas. Y eso le garantizaría una legitimidad que no se puede desconocer.

14) Ahora, la oferta de regresar al pasado no es una opción. La gente no quiere volver a la violencia de la policía secreta del antiguo gobierno, ni a sus prisiones, ni a sus medidas neoliberales. Eso no podría seducir fácilmente a la población de Siria.

15) Claro que allí están tratando de pescar en río revuelto Turquía, las monarquías del Golfo, Israel y las grandes potencias; pero (repito lo dicho en anteriores artículos) asumir que el pueblo sirio es tonto, menor de edad e incapaz de tener una agenda política propia es bastante paternalista, por no decir insultante.

16) Después de hablar con diferentes sectores políticos y culturales de Siria, tengo la real impresión de que al día de hoy ninguno quiere partir Siria, ni siquiera los kurdos (a los que tanto se critica y de los que poco a veces se sabe). Curiosamente, los amantes de la teoría de la conspiración fuera de Siria sí anuncian una fractura del territorio sirio como si fuera algo inminente.

17) Como pudo observarse en la Conferencia del Diálogo Nacional Sirio, hay un consenso de exigir respeto a Israel y su salida de las tropas que se acercan cada vez más a ciudades como Quneitra y Daara. Tratar de presentar al nuevo gobierno simplemente como títere de Israel es incorrecto. En la declaración final se dijo que:

“Condenamos la infiltración israelí en territorio sirio como una flagrante violación de la soberanía del Estado sirio, exigimos su retirada inmediata e incondicional, rechazamos las declaraciones provocadoras del primer ministro israelí y llamamos a la comunidad internacional y a las organizaciones regionales a asumir sus responsabilidades hacia el pueblo sirio y ejercer presión para detener la agresión y las violaciones”.

18) El nuevo gobierno que no es un solo grupo sino, como me explicaban en Siria, la representación de 47. Ese gobierno está por encontrar su propio camino y es muy desacertado presentarlo como un grupo homogéneo, ya sea solo de rebeldes moderados o solo de islamistas radicales. El problema es que renunciar a la lógica binaria de la Guerra Fría cuesta mucho esfuerzo. Pero nada de esto justifica el asesinato de civiles.

19) La conclusión es que solo la observancia cotidiana de los hechos de Siria nos podría llevar a establecer tendencias, pero ni las agencias de prensa (cada una con sus intereses políticos) ni mucho menos los grupos de WhatsApp nos van a dar luces precisas sobre lo que está pasando y menos sobre el futuro.

20) El éxito de la comisión de investigación que convocó el Gobierno para examinar las masacres de civiles en el occidente del país, será un medidor de lo serio o no que va a ser el nuevo Gobierno. Los numerosos crímenes de Al-Asad no pueden negar los actuales. Si esa comisión es solo un formalismo, es muy difícil convencer a la sociedad siria, especialmente a las minorías, de que el nuevo Gobierno sí representa una oferta diferente.

21) La falta de castigo a los responsables de la masacre de Daara, hecha en marzo de 2011 por el antiguo gobierno, es parte del origen de las protestas que dieron lugar a la guerra civil de Siria. El nuevo gobierno no puede cometer el mismo error; haría pensar algunos que el nuevo régimen no se diferencia del anterior.

La reflexión de Mohammed

La reflexión a la que llama Mohammed Hajji, miembro de las ‘Unidades de élite’ de las Fuerzas Generales de Seguridad de Siria, citado por la agencia rusa Viory, es contundente; en un mensaje a sus compañeros de armas en el nuevo ejército sirio y como un ejercicio de autocrítica:

“¿Nuestra religión nos ordenó matar a civiles seguros en sus casas? ¿Los Mandamientos del Profeta dictaban que sacar a la gente de sus casas y que se la matara a sangre fría? (…), juramos que no salimos a cometer tales actos, llevamos armas porque tenemos derecho, no para sacar a la gente de sus casas, matarla y quemar sus propiedades. No salimos con ese propósito, sino porque habíamos experimentado la injusticia”.

“…Que (se) haga rendir cuentas a esos criminales, a esos criminales que asesinaron a personas por motivos sectarios, exigimos que rindan cuentas y que limpien nuestro ejército (…) considero que todos nuestros esfuerzos de combate han sido torpedeados por estos actos atroces, porque no somos criminales y si luchamos, luchamos por lo correcto”.

“Nuestro ejército debe ser depurado con el propósito de proteger, no de matar, a la gente. ¿Reproduciremos las acciones del régimen anterior? ¿Es nuestro modelo para seguir? Ni nuestra humanidad, ni nuestra religión, ni los mandamientos del Profeta nos permiten llevar a cabo tales actos, por lo que deben rendir cuentas (…), debe asegurarse de que rindan cuentas, es una obligación para demostrarle a la gente que no aceptamos estos actos».

No bastaría que el Gobierno procese a los asesinos de los civiles; se requiere depurar a las fuerzas armadas e integrar al a la nueva Siria, de verdad, a las minorías, incluyendo a los alawíes. Ojalá el nuevo Ahmed al-Sharaa escuche este llamado para evitar que se repita la rueda de la guerra en Siria.