Víctor de Currea-Lugo | 16 de julio de 2024
Aquí, en estas paredes de Caracas, hay fotos tomadas por siete gazatíes que siguen allá, en medio de las bombas: está la foto de un niño que se aferra a su madre, como la única esperanza; veo a un hombre corriendo con su hija herida en un hospital de Gaza, como queriendo viajar en el tiempo a antes del bombardeo.
Alguien decidió llamar a esta muestra “Las aceras del destierro. Imágenes de Gaza”. Veo ese cadáver envuelto que espera que la tierra le dé la paz que nunca tuvo en vida. Veo esas lágrimas compartidas y esos desplazados con sus pocas cosas, camino a ninguna parte.
Ahí está la cama moribunda de hospital, la sombra del edificio bombardeado y el grito del hierro retorcido. Y está ahí también el rezo que se funde entre las manos. Todas son cosas inefables, que no se pueden decir con palabras.
Pero los palestinos están demasiado ocupados resistiendo y muriendo, como para ponerse a mirar fotos. Eso nos toca a nosotros. Aunque estas fotos están en blanco y negro, podemos adivinar el rojo sangre, el verde esperanza y todos esos códigos de colores que nos hemos inventado.
Las fotos tampoco logran decir todo lo que quieren decir, todo lo que nosotros deberíamos oír. Decía el poeta, al final de la guerra civil española, que “las palabras no sirven, tan solo son palabras”. ¿Pasará lo mismo con las fotos?
Los que estaban detrás de esas cámaras son fotógrafos que a su vez son víctimas, al lado de otros que son médicos y también son víctimas, de otros que luchan y también son víctimas. Y, entonces, vemos que la palabra víctima no sirve, que no dice todo lo que debería decirnos.
Gaza en fotos
Hegel decía que cuando hay un gran cambio cuantitativo, se vuelve cualitativo. Y eso ha hecho que los crímenes del 7 de octubre de 2023 sean noticia hasta hoy. Pero ninguno de los crímenes que muestran estas fotos es novedoso; no lo es el uso de fósforo blanco por parte de Israel, ni el asesinato de civiles en tiendas de campaña. Son 76 años de lo mismo.
No tenemos nada qué decirles a los palestinos. Ellos saben que sus olivos son arrancados de cuajo por los israelíes, que sus hermanos mal duermen en la cárcel. Por eso estas no son fotos para el consumo interno.
No sabemos si ese muchacho quería ser futbolista ni tampoco si ella, la pequeña Fátima, quería estudiar química para ayudar a los suyos. ¿Cuántas fotos más necesitamos para decir apartheid? ¿Cuántas sombras más de hierros retorcidos para decir genocidio?
Cuando leemos libros de la Segunda Guerra Mundial, nos ponemos del lado del ocupado, cuando vemos películas nos ponemos del lado de la resistencia ¿por qué tanta duda ahora para tomar partido? ¿De verdad todas esas parrafadas por la libertad y la justicia eran solo parrafadas?
Claro, tenemos pretextos para todo: a lo mejor eso se va a acabar pronto, que no tenemos la culpa de esas muertes, que mañana tienen que trabajar, que aquí también hay niños que mueren de hambre, que el problema es Hamas. Pero nada de eso nos absuelve.
Esas fotos son cachetadas a nuestra falta de humanidad. Siempre podemos hacer más. ¿Qué diremos en 10 años cuando nos pregunten qué hicimos ante este genocidio? ¿Qué excusa daremos? Pensemos en esto mientras miramos las fotos de los que ahora mismo mueren en Gaza.
* Palabras en la exposición de fotos “Las aceras del destierro. Imágenes de Gaza”, en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), en Caracas, Venezuela. Curadora: Etten Romina Carvallo Camaute.