Víctor de Currea-Lugo (fotos y texto) | 25 de mayo de 2021
Era apenas mi segunda noche en la ciudad de Cali, después de semanas de acompañar las protestas en Bogotá, en el marco del paro nacional. El primer día ya había estado visitando varios puntos, entre ellos uno conocido en el mundo como Puerto Resistencia.
Es un antiguo cruce de caminos y de ahí su nombre de Puerto, donde fueron apareciendo negocios de venta de rellena que completaron su anterior nombre: Puerto Rellena. Al igual que todos los demás sitios de protesta, la imaginación de la gente se dedicó a renombrarlos, dando lugar a PR, sigla que sirve para los dos nombres que ahora ostenta.
En mi primera visita vi un mural en homenaje a Nicolás Guerrero, un símbolo de todos los jóvenes caleños, asesinado en los primeros días. Cerca, un CAI, ahora convertido en sitio cultural, letreros de publicidad transformados en llamados a las calles, cierres de calles con lo que había a la mano, piedras esparcidas en el camino, basura adecuadamente apilada que ellos recogen frecuentemente evitando el mugre y mucha, mucha dignidad.
La noche del 24M
Estábamos con el congresista John Jairo Hoyos visitando el punto llamado El Paso del Comercio, también rebautizado como el Paso del Aguante, cuando recibimos la noticia de que Puerto Resistencia estaba sin luz.
Esos apagones no son gratuitos, algunas veces anteceden los ataques contra los puntos de protesta, así que decidimos irnos para allá. Gracias a una colega periodista conseguí un contacto de alguien de adentro que pudiera facilitarnos el ingreso. Hay muchos controles sobre quién entra y sale, debido a los rumores de infiltraciones.
Efectivamente había desconfianza y mucha, por demás claramente justificada. Una vez pasamos ciertos controles, todo era saludos de bienvenida. En la penumbra se veían las siluetas de las casas y, en ciertas partes, la muchachada hizo hogueras para iluminarse, pienso más bien que para brillar con luz propia.
Empezó a llover, primero agua y luego bala. Se oyeron varios disparos y luego un par de ráfagas. La gente optaba entre correr a salvaguardarse detrás de un muro o botarse al piso. La gran preocupación era saber si alguien había sido herido.
Esa forma de moverse y de cuidarse me mostraba que no era la primera vez; de hecho, que les disparen desde carros y camionetas que luego se van sin que sean detenidas por la policía, a pesar de que en los alrededores hay tanta vigilancia. Por lo menos, extraño eso.
Revisando mis notas de voz en las que iba anotando los hechos encontré una de esas que dan un poco de vergüenza porque reflejan el afán de comunicar la verdad y a la vez de transmitir un parte de supervivencia, mi audio dice “aquí están disparando, pero todo está bien”.
Cuando pasan los disparos, la gente se organizó de nuevo para atender las necesidades: quién está sediento, quién quiere comer algo o quién está haciendo los controles de seguridad. Yo no sé cuánta gente se conozca entre ellos, pero es muy interesante sentir la fraternidad y el autocuidado que tienen.
Pasó la lluvia en Puerto Resistencia, hubo unos pocos disparos más, pero el ambiente que se siente sigue siendo juvenil. Al rato de estar aquí, cuando ya estaban todos más calmados y cómodos con mi presencia, me trajeron una silla para acomodarme, bebida y me dieron un casco de protección y un chaleco antibalas. Ellos comparten lo suyo con nosotros, lo han hecho con otros de prensa. Se oye un helicóptero sobrevolar la zona.
Y se hizo la luz
Eran casi las nueve de la noche cuando llegó la luz, la gente celebró como si fuera una pequeña victoria. A los pocos minutos llegó Alberto Tejada, el director de Canal 2. Alberto lleva años como periodista independiente. Él ha abierto sus micrófonos a las calles, a la juventud; lo reconocen, por eso al llegar lo reciben en medio de aplausos.
Me impactó que una vez Alberto pidió voluntarios para hablar en cámara, no solo había muchos sino de una claridad política excepcional. Uno de ellos dijo que era ingeniero, otro abogado. Un habitante de la calle dijo que le gustaría terminar su primaria, y todos ellos mencionaron con profunda claridad las causas del paro nacional.
La primera en hablar fue una señora del barrio, una vecina mayor que se acercó a ratificar su apoyo a los muchachos, a decirles que ellos estaban haciendo lo que la generación de ella no había realizado, a insistir que no eran vándalos, que no estaban desconectados de esos barrios populares, a que los consideraban parte de su familia.
Tienen mucha rabia con la prensa que los estigmatiza, desconfían de los que los juzgan sin siquiera haberlos visitado un día. Me cuentan que este sitio tiene una historia reciente heroica: aquí llegaron los 500 policías traídos desde Bogotá quienes no pudieron tomar la calle y salieron derrotados.
No tienen tiempo de leer los insultos de las redes, mucho menos las “órdenes” que quieren darles desde chat que ellos ni conocen. Aquí gritan resistencia hacia afuera, todo el tiempo, pero creo que hacia adentro la palaba es otra: solidaridad. Me pregunto: si eso no es solidaridad, entonces ¿qué lo es?
PD: Mientras le daban bala desde carros particulares a la gente que protestaba en las calles de Cali, el ministro de Defensa trataba de convencer al país (ante la moción de censura en su contra) que todo estaba bien, que como dijo García Márquez: «En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz’». Fin del comunicado.
Available in English: The colombian national strike: last night in Puerto Resistencia