Víctor de Currea-Lugo | 6 de julio de 2014
Los radicales islámicos armados del ISIL, que atacaron y tomaron varias ciudades de Irak en junio pasado, no fueron detenidos por el ejército iraquí.
Dicho ejército se dio en retirada y todavía se discute si tal decisión fue fruto de una orden superior (cómplice con los radicales), una orden local debido a su escasez de recursos o si fue un acto de cobardía fruto del primer momento. El pánico cundió entre la población y cientos de miles se desplazaron en pocos días.
El avance del ISIL (hoy renombrado por ellos mismos Califato) parecía imparable. Llegaron a sólo 60 kilómetros de Bagdad y en sus afueras desarrollaron ataques aislados. Tanto suníes moderados como chiíes llamaron a las armas, los primeros desde las tribus y los segundos desde sus dos líderes: Al-Sastani y Moqtad Al-Sadr.
Pero a los pocos días las milicias chiíes terminaron fue enfrentadas con el ejército oficial (del primer ministro Maliki, también chií). De hecho, en el norte de Irak la gente dice “el ejército de Maliki” y le teme por su alto grado de impunidad y su alto índice de atropellos.
Los suníes moderados de algunas tribus ya habían colaborado con el gobierno en la lucha contra grupos radicales en la provincia de Ánbar, al comienzo de 2014, pero el éxito de su acción es relativo.
La otra resistencia a los radicales son los kurdos. Ellos tienen un ejército en la zona bajo su control, en el norte del país: los peshmergas. Esta palabra se usa tanto para los rebeldes kurdos que en los años 90 enfrentaron a Sadam Husein como a las tropas oficiales del ejército federal, y significa “los que no temen a la muerte”. De hecho, en la ruta desde el sur de Turquía hasta Erbil y más allá sólo se ven peshmergas. El control que tienen de Erbil y ahora de Kirkuk evita la expansión de los radicales y da un respiro al gobierno central.
En Suleimanía ya hay campos de los peshmergas para entrenar mujeres kurdas prestas a estar en la resistencia. Pero los radicales enfrentan a los kurdos no sólo en Irak. De hecho, han tratado de conquistar las zonas kurdas en Siria conocidas como “Rojava” (que significa Occidente). Allí las mujeres se han enfrentado militarmente a los radicales.
Me cuentan en Irak que existe la fe en los radicales de que morir en combate a manos del enemigo es una puerta segura al paraíso, pero no es lo mismo si quien le mata es una mujer. Por eso ha habido pánico de combatir a las mujeres kurdas en Siria. Ha sido tanto el miedo a perder el paraíso, que los líderes de los radicales han publicado una fatwa (un decreto religioso) para decir que aunque mueras en manos de una mujer también irías al paraíso. Aquí la guerra de creencias alimenta las pasiones de la guerra.