Víctor de Currea-Lugo | 15 de mayo de 2023
La ocupación de Palestina está llena de ilegalidades y La Nakba (catástrofe, en árabe) palestina también.
Dentro de muchas ilegalidades resalto cuatro: la adquisición de la tierra por medio de la fuerza, que es lo que Israel he hecho desde 1948 hasta hoy; el incumplimiento del derecho al retorno de los refugiados de 1948, prometido por una resolución de la ONU; la pretensión de nombrar a Jerusalén como capital de Israel, cuando es claro su estatuto jurídico de ciudad internacional; y la ilegalidad de todos los asentamientos israelíes construidos en territorio ocupado.
Hace 75 años (el 14 de mayo de 1948), David Ben Gurion (en cuyo hogar se discutieron los planes de La Nakba) declaró la creación del Estado de Israel; detrás de él estaba la foto de Theodor Herzl, quien en 1896 escribió las líneas del proyecto sionista: construir un país solo para judíos y, por tanto, excluyente. Ben Gurion 4 años antes lo había dicho claramente: “Yo estoy a favor del traslado forzoso; No veo nada inmoral en ello”.
El sionismo ha sido considerado por la ONU una forma de racismo y es, por definición, incompatible con la democracia. Ese proyecto de Theodor Herzl pensó inicialmente ser implementado en Argentina antes que en Palestina.
El “relato religioso” del pueblo elegido fue útil para redirigir el proyecto sionista hacia tierras palestinas. Una vez optaron por Palestina, el desplazamiento forzado de la población local era parte indispensable de su agenda. El lobby judío influyó ante el gobierno británico que tenía, en ese entonces, control del territorio palestino para favorecer la migración judía.
Los británicos aplastaron el levantamiento palestino (entre 1936 y 1939) haciendo la tarea que favorecía la migración y al proyecto sionista. Incluso, no actuaron ante el envenenamiento del agua que surtía a barrios árabes en Acre. Antes de la fundación de Israel, ya los sionistas habían expulsado casi un cuarto de millón de palestinos. Cuando los británicos se retiraron, en 1948, dejaron carros de combate y armamento a las nacientes milicias israelíes.
La Nakba
Los tres principales antecedentes: primero, la consolidación del proyecto sionista bajo la dirección de Theodor Herlz, que buscaba explícitamente la construcción de Israel en territorio palestino.
Segundo, la adquisición sistemática de tierra en Palestina como parte de la estrategia de la también planeada migración judía, especialmente desde 1897 hasta 1948; es decir, mucho antes de las guerras mundiales.
Y tercero, la imposición de Reino Unido a la ONU de un plan de partición, dividiendo el territorio dando más del 50% a los migrantes recién llegados (a los que solo le pertenecía el 7%), y la minoría del territorio a los palestinos, lo que agravó las ya existentes tensiones entre los palestinos que poblaban toda la región y la migración inspirada por el plan sionista (esto pasa en noviembre de 1947).
Podemos decir, así mismo, que hay cuatro momentos de la Nakba, que no acabó en 1948. Primero, una expulsión masiva, deliberada y sistemática de más de 800.000 palestinos de más de 500 poblados y ciudades. 13.000 palestinos murieron en la guerra.
Pero esa apropiación por la fuerza de zonas urbanas palestinas empezó incluso antes de que los británicos se retiraran y en la que participaron grupos de judíos paramilitares y terroristas, como Irgún. Un ejemplo de ello es el bombardeo a las zonas árabes de Jaffa, mucho antes de que los países árabes vecinos entraran en guerra contra Israel.
Esto es algo que no puede esconderse o negarse sin que haya una clara combinación de discursos mediáticos, un silencio de la comunidad internacional y un uso rastrero del Holocausto para dar impunidad a Israel. La negación de la Nakba debería ser tan grave como la negación del Holocausto.
Bajo ley israelí sobre la propiedad, de 1950, se expropiaron las casas y tierras de los palestinos “ausentes” que no estaban en el censo o que no estaban allí por haberse ido, cuando la verdad ellos habían sido expulsados por Israel. Así es como Israel se apropia de la tierra de su actual Estado.
Segundo, esa expulsión tuvo un nuevo episodio en la ocupación del resto del territorio palestino, en 1967, lo que generó un nuevo flujo de refugiados y de desplazados. Allí el control israelí pasaría del 78 al 100% del territorio
Podemos incluir una tercera fase: el ataque directo a los refugiados, como sucedió en Sabra y Chatila, en 1982, cuando milicias libanesas con el apoyo de Israel asesinaron a miles de civiles desarmados sin que la llamada comunidad internacional moviera un dedo.
Y una cuarta fase: la negación. Israel se debate entre negar la expulsión, decir que fue hecha por los ejércitos árabes de la guerra de 1948 o sostener que fue un “desplazamiento voluntario”. Por eso Israel busca eliminar las pruebas de la existencia de pueblos palestinos antes de 1948 y que su expulsión fue provocada por ellos. Como dijo Golda Meir: “El pueblo palestino no existe. No es como si hubiéramos venido a expulsarlos y a ocupar su país. No existen”.
Hoy los palestinos refugiados suman más de 6,3 millones. Y esa negación hace parte de toda una estrategia mediática para convencer al mundo (y que se agrava con el ataque a las Torres Gemelas) de que los judíos son siempre las víctimas, y los árabes y palestinos son siempre los terroristas.
¿Qué significa hoy la Nakba?
En palabras del historiador israelí Ilan Pappé: «, lo que sucedió en 1948, fue un caso claro de una operación de limpieza étnica, considerada por el derecho internacional hoy como un crimen de lesa humanidad».
Para él, limpieza étnica es: “una política bien definida de un determinado grupo de personas para eliminar sistemáticamente a otro grupo de un determinado territorio sobre la base del origen religioso, étnico o nacional. Tal política implica violencia y muy a menudo está relacionada con operaciones militares. Debe lograrse por todos los medios posibles, desde la discriminación hasta el exterminio, y conlleva violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario”; definición que semeja la usada por la ONU.
Mencionar hoy la Nakba es la reivindicación de la historia en un mundo sin memoria. Hoy insistimos en el reclamo del cumplimiento de una sola (la relativa al derecho al retorno de los refugiados palestinos) de las cientos de resoluciones de la ONU que están sin implementar. No hay lucha más clara en el derecho que la palestina.
Hoy conmemorar la Nakba es también luchar contra el olvido en un mundo de “fake news”. Todos los días llegan noticias contra los palestinos. Mencionar la Nakba es insistir en la denuncia de una ocupación del territorio palestino que lleva 75 años y que implica prácticas y llamados al genocidio por parte de autoridades israelíes.
Israel aprobó, en marzo de 2011, la “Ley de la Nakba” que penaliza su conmemoración. Imaginemos por un momento que Europa prohibiera conmemorar el Holocausto. Negar la tragedia palestina hace parte de una larga lista de mentiras que incluyen: que los palestinos no existían, que Israel fue un proyecto nacido después de la Segunda Guerra Mundial, que es una guerra religiosa, que es una guerra milenaria, que es un territorio en disputa, que Israel es la única democracia de Oriente Medio y, la de moda, que ser antisionista es lo mismo que ser antisemita.
Hoy, después de 75 años, hay palestinos viviendo en campos de refugiados en Siria, Líbano, Gaza y Jordania. Después de 75 años, el derecho internacional sigue siendo una promesa incumplida. Después de 75 años, los palestinos siguen conservando la llave de la casa y esperando que la comunidad internacional garantice justicia.
Citando en nuevo a Pappé: «La historia de 1948, por supuesto, no es complicada en absoluto (…) Es la simple pero horrible historia de la limpieza étnica de Palestina, un crimen contra la humanidad que Israel ha querido negar y hacer olvidar al mundo». La Nakba no se acabará hasta que cese la ocupación sionista de Palestina.
PD: Para el Gobierno de Gustavo Petro, que entiendan la diferencia entre sionismo y semitismo, para que no terminen aceptando el discurso sionista de que denunciar los crímenes de Israel es lo mismo que querer acabar con el pueblo judío.